Nuestra idiosincrasia, por Miguel HERNÁNDEZ

Más allá de las precipitadas conclusiones que pudiera derivar el primer partido de la temporada en Santander, tras la finalización del encuentro tuve la sensación de que la Unión Deportiva Las Palmas se había mirado al espejo y, tras tantos años en el disparadero de la mediocridad, supo reconocerse.

El nuevo conjunto de Sergio Lobera transmite un amor pasional hacia la posesión del balón. Trata de realizar las acciones con mesura, aderezadas con la electricidad en los últimos metros que imprimen Momo, Vitolo o Nauzet Alemán. Las Palmas completó este domingo noventa minutos de competición dejando claro que el estilo es innegociable. Aquellos que lo comparan con el Barcelona deberían preguntar a sus mayores: las páginas doradas de la historia de la entidad se escribieron precisamente con este estilo de fútbol. Posesión y toque. A finales de los sesenta y en los setenta en España el argumento del ‘buen’ balompié tenía un único valedor, y ése era el que representaba la Unión Deportiva. El fútbol canario.

El reencuentro con nuestras raíces, con nuestro otrora maltratado estilo, es una descarga de plenitud en el corazón del parroquiano amarillo. Un aire nuevo cargado de esperanza que revive escenas imborrables de nuestra memoria colectiva. Lobera aseguró desde que arribó a Gran Canaria su completa confianza en que el juego que deseaba implantar gustaría a un aficionado acostumbrado al fútbol a ras de césped. Este domingo, ante el Racing de Santander, se han mostrado las primeras pinceladas. A nadie se le escapa la ilusión que ha generado pero ello no debe engordar nuestro ego, siempre oportuno a la hora de sacar pecho. Quedan numerosos aspectos por pulir. Eso sí, tranquiliza saber que nuestra idiosincracia se encuentra a buen resguardo en una mente y una idea que no muestra signos de quebrar.

por Miguel Hernández
 @mhernandez
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