El dedo acusador, por Carlos TORRENT

Cuando uno está en las catacumbas de la clasificación el dedo acusador sale a paseo con asiduidad y apuntando en varias direcciones. La más recurrente, la maltratada figura del entrenador. Lobera suma ocho jornadas sin dar con la tecla. Tocó las adecuadas en las dos primeras, en las que su moderno sistema cautivó al respetable. Deivid como mediocentro, cuatro llegadores y un punta con movilidad. Pareció desfondar a la plantilla y todo empezó a transformarse en Elche con la inclusión del primer doble pivote de la temporada. A partir de ahí, las permutas y la filosofía no han cesado hasta convertirse en este 4-4-2 que de moderno tiene poco y de estético menos. Lobera busca, prueba, rectifica y se amolda. Pero no encuentra.

El dedo acusador a menudo se alza para apuntar hacia los mandatarios. Un presidente que elevó las expectativas en el mes de julio, cuyo afán por devolver al equipo a la máxima categoría se ha estrellado ante la realidad. Una dirección deportiva para muchos caduca que parece dividida en dos bandos: los que apoyan al que ocupa el banquillo y los que quieren ocuparlo. Los que no fichan laterales ni un centrocampista creativo. Tienen, claramente, su porción de culpabilidad. Pero aún queda girar el dedo hacia otro punto cardinal.

Y son ellos, los jugadores. El índice también apunta hacia ellos. El mío al menos lo hace. Una vez fracasada la famosa apuesta por la posesión y la presión, tal vez demasiada ambiciosa para los elementos con los que contaba pese a un inicio esperanzador, la vuelta a lo rudimentario tampoco ha conseguido sacar lo mejor de varias figuras. La del abanderado Nauzet; la del cotizado Vitolo. La de un Javi Castellano que ayer se vio anulado por un aseado Hernán. Son ellos los que deben mostrar su mejor cara, porque una categoría que se les queda pequeña debe ser un escaparate y no un laberinto. Y cuando lo hagan, junto a otros muchos señalados que todos tenemos en la cabeza, el puño se cerrará y el dedo volverá al bolsillo. Ellos son el antídoto y anestesia del dedo acusador, que puede convertirse en guillotina y todos sabemos cuál suele ser, a menudo de forma injusta, la primera cabeza en volar.

por Carlos Torrent
 @ctorrent
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