Deivid como eje del cambio, por Carlos TORRENT

“Quería demostrar que lo del partido del Alcorcón fue un accidente, que me salió un mal partido pero puedo jugar aquí”. En ese loable empeño se faja Deivid, que en cuatro días y 210 minutos ha mezclado a la perfección con el indiscutible central cafetero en el eje de la retaguardia. Y lo ha hecho completando una hoja de servicios casi impoluta, sin errores reflejados en el resultado final y transmitiendo una entereza impropia de un jugador que, a su corta edad, destila veteranía tanto en el verde como fuera de él.

Lo demuestra con una de esas facetas que quizás más extrañábamos en el vestuario de la Unión Deportiva: el liderazgo. Aptitud con la que se nace. Y, seguramente, se muere. No se aprende ni con manuales de instrucción ni con modernos másters online. Esa que surge en las circunstancias más joviales, pero, sobre todo, en las que un clavo ardiendo es lo único a lo que aferrarse. Y que, tras cinco semanas en el ostracismo surja su figura como revulsivo para la línea más delicada, demuestra esos galones que le hicieron ser capitán en uno de los filiales más importantes del país siendo prácticamente un novel.

Y lo demuestra a base de detalles. Ese grito de “¡El equipo que somos fuera, a serlo dentro!” segundos antes de saltar al césped ante el Racing para que las emociones florecieran. Ese inconformismo de ser el primero en alentar a sus compañeros para ir a buscar el balón tras el empate de Javi Guerrero. Esa reivindicación del futbolista de la tierra tras la prórroga en la que clamó que “un equipo plagado de canarios, que se nos achaca que no tenemos carácter. Pues ahí lo dejamos”. El compañerismo de haber ido a felicitar a Barbosa cuando sonó el pitido final ante el Sabadell sabiendo que a menudo el argentino es el epicentro de las iras. Un líder nato de grupos que, en lo deportivo, ha conseguido que nadie añore al primer capitán. Veremos cuánto tarda en dejar huella en lo personal. Que pregunten en Sevilla si por ahí la dejó.

por Carlos Torrent
 @ctorrent
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