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Cuento de Cobo Plana

Érase una vez un árbitro de fútbol. Llevaba quince años arbitrando partidos en diferentes lugares y categorías. Hace poco más de un año le tocó arbitrar un partido muy extraño. Un equipo de fútbol muy querido (viste de amarillo) jugaba el último partido de su vida, pero enfrente no tenía a otro equipo de fútbol sino que se enfrentaba a su propia “historia” y a sus errores. Si el equipo amarillo empataba o perdía ese partido desaparecería. Cuando sólo quedaba un minuto para terminar, “el equipo amarillo” y “su historia” empataban. En ese momento el árbitro aplicó una “Ley nueva” y pitó penalti a favor del equipo. Pero resultó que nadie quería lanzarlo; unos por miedo, muchos por indiferencia, y la gran mayoría porque creían que no serviría de nada y “la historia” lo pararía sin dificultad, provocando la desaparición del equipo. El árbitro, al comprobar que nadie iba a lanzar el penalti y que el tiempo reglamentario se agotaba, estudió la “Ley nueva” y entendió que, como en realidad no había ningún equipo contrario al que se pudiera perjudicar, nada impedía que fuera él quien lanzara ese penalti. Así lo hizo, y, para sorpresa de todos, marcó gol. Con esa victoria el equipo amarillo había convencido a “su historia” de que merecía una última oportunidad.

Comenzó entonces una liga muy particular en la que el equipo amarillo siguió jugando partidos todas las semanas contra “su historia”. Si perdía o empataba un solo partido, el equipo desaparecía.

El árbitro dirigió todos esos partidos. En algunos no se limitó a arbitrar: cambió al entrenador, suspendió a la directiva y eligió a un nuevo presidente, animó a la afición, habló con los jugadores y con los periodistas. Todo lo hizo creyendo de buena fe que no perjudicaba a nadie, que la salvación del “equipo amarillo” lo merecía y que el espíritu de la “Ley nueva” le amparaba en ese esfuerzo que estaba haciendo.

El árbitro, y especialmente su familia, pasaron muy malos momentos. Pero también tuvo muchas satisfacciones y, sobre todo, recibió el cariño de mucha gente a la que no conocía (unas veces en la calle y otras en un FORO de Internet que todos los días visitaba).

Hace ocho días, el equipo amarillo le ganó a “su historia” el penúltimo partido de esta liga tan particular. Sin embargo, ese fue un día muy triste para el árbitro y, sobre todo, para su hija mayor. Unas personas muy poderosas e influyentes le reprocharon públicamente que no se hubiera limitado a ser un simple árbitro y le dijeron cosas que el árbitro pensó que no se merecía.

Estos últimos días el árbitro ha estado pensando mucho. Se ha dado cuenta de lo estimulante que es trabajar con pasión por aquello en lo que se cree. Ha entendido que en la vida no sólo hay que saber arbitrar, que quizás ahora es el momento de jugar partidos, de marcar goles e intentar que no te los marquen, porque ganar y perder partidos es más importante que no jugarlos. Y por eso ha decidido que quizás el próximo once de enero arbitre el último partido de su vida.

FIN

Juan José Cobo Plana

Este artículo se modificó el 18/12/2014 02:09 02:09