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Historias del derbi

Llega nuevamente el derbi canario por excelencia, el que representa la hegemonía futbolística de las Islas capitalinas, y uno no puede evitar evocar viejos recuerdos ligados a nuestra historia. En un encuentro de estas características se desatan todas las pasiones posibles: la de los aficionados, los jugadores de ambos equipos…hasta la propia prensa deportiva, la que defiende los intereses del equipo de su tierra a su manera, cambian su modo de ser natural para transformarse en un hincha más que arrima el hombro a favor de su equipo y cuenta su realidad del partido en función de sus emociones.

El aficionado vive este acontecimiento aleccionado por el respaldo mediático que impulsa los medios de comunicación. Así, la televisión autonómica de Canarias ya no emite los sucesos como noticias de cabecera (hecho sin precedentes en una televisión pública con el fin de justificar una policía autonómica…) sobre el fútbol: ahora el derbi se lo lleva todo. Y en ellas podemos ver a aficionados que sienten deseos de ganar a su rival, otros que quieren hundir al equipo contrario…en definitiva, todos dejan una pincelada de su forma de entender la vida.

Incluso cuando el equipo va mal, aunque estés decepcionado con el devenir de tu equipo, todos hacen un paréntesis emocional para vivir un orgasmo colectivo. No digo nada si el equipo va bien, o fantásticamente bien, como llega al partido el C.D. Tenerife: la ilusión se desborda por toda la Isla tinerfeña, y muchos aficionados acompañan al equipo a la península o al aeropuerto para vivir con sus héroes. Para ellos, éste es el momento ideal de juego y resultados para ganar a su eterno rival y sumar puntos para llegar a la gloria de la Primera División.

Sin embargo, un grupo numeroso de aficionados amarillos se desplazan para acompañar a su equipo en lo bueno y en lo malo. En el fondo de nuestra memoria habita el mágico recuerdo de eliminarles de la Copa del Rey en el año 1995, siendo hombre por hombre netamente inferiores y militando dos categorías más abajo que el entonces Eurotenerife.

Los jugadores también se implican no sólo en el partido sino en los prolegómenos. Conocidos por todos es que algunos jugadores, que casi nunca juegan ni van convocados si quiera, empiezan a ganarse su sueldo cuando llega el derbi y comienzan a animar al vestuario y al ambiente, como si fueran animadores psicológicos: escriben consignas en la pizarra, lanzan mensajes de ánimo al aficionado pidiendo el apoyo máximo y se erigen en guerreros de una guerra imaginaria, o no, convirtiéndose así, en imprescindibles en la batalla. Muchos destacan la importancia de tener jugadores de la tierra como arma de defensa alegando que el que no es de aquí no siente los colores de la misma manera.

Por último, los periodistas. Es muy curioso comprobar la metamorfosis que se produce en ellos en partidos como éstos. Algunos, que tradicionalmente se erigían en los reyes de la independencia informativa y, por ende, su política de “leña al mono” le dejaba pingües beneficios, en estos partidos cambian su actitud y parecen emitir el partido con un “casco” de guerra, tal es el frenesí y pasión que le ponen al partido independientemente del juego y resultado del equipo. Así, hay varias reglas que siempre aplican todos una vez terminado el partido: si su equipo, para el que ellos retransmiten, gana, hay euforia colectiva, se maximiza el éxito, literalmente no se comenta las jugadas en las que el árbitro les ha beneficiado. Si, por el contrario, su equipo pierde, nunca lo será por el mérito del adversario (antes, la muerte) sino por el desastre de partido practicado por su equipo que ha favorecido la victoria del equipo rival y, por supuesto, el árbitro les habrá robado.

Leer el blog «De tanto sufrir»… por Francisco Mayor

Este artículo se modificó el 21/04/2009 02:26 02:26