No fuiste bienvenido. Desde que se atisbaba el despropósito, nadie te quiso. Bueno hubo uno que sí. He de reconocer que cuando te vi por primera vez sorprendiste a mis ojos, pero no a mi olfato y eso sí que no lo esperaba. Ahí fue cuando me di cuenta que nada volvería a ser lo mismo. El olor fue lo más que iba a echar de menos, quién lo iba decir. Como quién iba a decir han pasado ya casi diez años.
Lo quieras o no, estarás asociado a la ‘botaratez’, a aquellos barros, a estos lodos, a la recaída, a la distancia, física y psicológica, a la derrota que ha dejado esta década. Si un color te definiera sería el gris. El color de los más optimistas de los días que corren. Reemplazar a veces puede ser fácil, otras lo contrario. Tú tenías el listón más alto que se pudiera tener. El lugar donde ocurren la historia. Recuerdos que forjan la personalidad. Millones de sonrisas y lágrimas. Horas invertidas en colas y cemento. La mejor de las herencias que uno pueda recibir y entregar. A todo eso tenías que sustituir y te lo recordamos cada minuto.
Sin embargo ahora te toca a ti. Tú oportunidad de seguir creciendo donde uno se hace fuerte, en la memoria. Tú también juegas este fin de semana y los que quedan hasta el final. Independientemente del resultado habrá lágrimas derramadas cuando el verano llegue. Esas que harán un lago y nos recordarán que poquito a poco, lo queramos o no, eres nuestra casa y te necesitamos. También es tu turno Estadio de Gran Canaria, esa herida abierta en mitad del rostro que es ahora el Insular te explicará cómo se para a Maradona, cómo se le gana a Cruyff, cómo se le disputa la Liga al Madrid, cómo se llega a unas finales de Copa.
por Néstor Cebrián
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