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Dos posturas responsables, por Miguel HERNÁNDEZ

OPINIÓN | Durante más de un mes hemos venido trabajando en udlaspalmas.net para mantenerles informados sobre uno de los refuerzos más ilusionantes de los últimos tiempos. El seguidor amarillo, amante del buen fútbol, tiene guardada en sus retinas las jugadas con las que Jonathan Viera logró deleitarles, incluso enamorarles. Cuando un jugador disfruta es capaz de contagiar a miles de personas y ganar sus corazones para toda la vida. Los grandes jugadores tienen ese don. La gente paga por verles. Los niños se compran sus camisetas y les idolatran. Y cuestan mucho dinero, claro. Así está montado este negocio maravilloso del que todos somos parte.

Lleva muchas semanas Jonathan Viera sin ser feliz, planteándose si la decisión de fichar por el Valencia fue la adecuada y seguramente maldiciendo a más de un directivo que no terminó de ver su talento en Mestalla. El Valencia, un club que vive rápido como las estrellas de rock&roll, comprando droga dura y buscando el éxtasis en cada concierto doméstico, es una entidad en constante resaca desde sus dos finales de Champions League a principios de siglo. Un club con urgencias poco agradable para un futbolista joven que sale de su casa a labrarse un nombre en el fútbol nacional. Un sitio donde Jonathan no ha gozado del respaldo necesario para demostrar sus condiciones.

A principios de agosto el entrenador del Valencia Nuno Espírito Santo decidía descartar al jugador grancanario para el proyecto valencianista. Ocurría otra vez. Viera decidió mover ficha: miró por su futuro. Quería jugar al fútbol. Ser feliz. Las llamadas se produjeron entre Miguel Ángel Ramírez, con el que guarda una relación personal, y se puso en marcha la maquinaria para intentar lo que en principio era una utopía: que Jonathan Viera regresara a la Unión Deportiva. En un primer momento trató de rescindir su contrato pero ante la negativa de Peter Lim buscó por medio de la cesión la vía para regresar a Gran Canaria. Sus amigos y familiares le esperaban con los brazos abiertos y le habían convencido que como en casa no estaría en ningún sitio. También contaba, y mucho, el deseo de Miguel Ángel Ramírez que quería brindarle a la afición el jugador que tanto deseaban. A veces un paso atrás de categoría puede suponer dos adelante. Y ayudar a la Unión Deportiva a ascender a Primera División era un reto con suficientes alicientes como para querer regresar con los ojos cerrados.

Este martes era el día clave para conocer su futuro. Ramírez, a pesar de su entusiasmo por la operación, era consciente que no podía rebasar una cifra marcada, básicamente, por los límites impuestos por la LFP en cuanto a topes salariales. Responsabilidad de gestión se llama, fundamental en un club en economía de guerra como la Unión Deportiva y comportamiento inestimable para la supervivencia del representativo. Aún así queda el ingenio. Se buscaron soluciones a través de varias cláusulas por objetivos firmadas en el traspaso de Viera con la Unión Deportiva Las Palmas en mayo de 2012. Sobre las 18:00 horas de este martes se logró un acuerdo con el Valencia y tocaba transmitirle a Viera las condiciones de pago de su salario, que ronda los 600.000 euros anuales. La propuesta amarilla de aplazar en cinco años un montante muy importante de su sueldo —cerca de 250.000 euros— en caso de no conseguir el Valencia la clasificación para la Champions el siguiente curso no convenció al futbolista ni a su representante. Sobre las 22:00 horas se concluyeron las negociaciones al no encontrar soluciones: «No viene», respondía en un escueto mensaje una fuente de Pío XII, preguntado por este medio.

En un sentimiento que despierta tantas pasiones es necesario, sobre todo cuando hay personas de nuestra tierra de por medio, emplear la mesura. Hay que entender que el futuro económico de cada uno es una decisión lo suficientemente importante como para ser respetada. Sea cual sea. Un jugador de Primera División tiene un caché que al que es difícil llegar, que muchos jugadores desearían y el cual es entendible que se proteja con ciertos márgenes. Es injusto que a través de las redes sociales se califique a Jonathan Viera de pesetero o poco agradecido. Nada más lejos de la realidad. A muchos les iría mejor si lograsen entender que en el fútbol, como en la vida, existen situaciones que ni el mayor de los deseos puede cumplir. Tanto Ramírez como Jonathan estiraron al máximo sus opciones. Ese es el resumen y hay que aplaudir el intento. Lo que ahora es resignación el próximo año puede ser ilusión. Más pronto que tarde Viera estará defendiendo la camiseta amarilla y el público disfrutando de su fútbol. Ahora toca centrarse en lo realmente importante: en ascender con una plantilla lo suficientemente preparada para tocar, de una bendita vez, la ansiada Primera División.

 

[box size=»large»]por Miguel Hernández | Director de udlaspalmas.net

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Este artículo se modificó el 28/08/2014 17:57 17:57