El día 23 de de abril de 2002, la Unión Deportiva Las Palmas vencía en el Estadio Insular al Villarreal CF por 3 goles a 2, gracias a los goles de Jorge Larena, Samways y Pablo Lago. Rondaba la jornada 31ª del último campeonato que el equipo amarillo pasó en Primera División.
Con siete partidos aún por delante por disputar, muchos estimaban un triunfo suficiente para firmar, una temporada más, la salvación en la máxima categoría del fútbol español. Un empate en el Camp Nou, una victoria en la siguiente jornada, reforzaría aún más aquella teoría.
No tengo especial predilección por recordar aquellos fatídicos meses de abril y mayo de 2002, que culminaron con un fatídico descenso y posiblemente el inicio de los años más oscuros de la historia –al menos, reciente– de nuestro equipo.
Tampoco siento un especial afecto al rescatar pasajes tan funestos, que llevan alojados en los recónditos lugares de mi memoria –casi tanto que he tenido que tirar de hemeroteca y amigos para dibujar la escena completa–, como el penalti fallado por Olías ante el Zaragoza o el derbi de Bruno Marioni… pero hoy se me antoja necesario.
Sé que alguno podrá ver en estos cuatro párrafos más pesimismo que otra cosa, pero no es, ni de lejos, el objetivo de este humilde comentario de un aficionado más. Es más, mientras escribo, me planteo si quizás sea solo una tara de mi carácter, pero definitivamente abandero la precaución como filosofía.
Dicen que «aquel que no recuerda su pasado, está condenado a repetir sus errores»
Es más, creo firmemente que estamos disfrutando de la mejor Unión Deportiva Las Palmas de los últimos veinte años, y soy perfectamente consciente de que las dinámicas, la que sufrimos entonces y la que disfrutamos ahora, son absolutamente opuestas en términos de juego y resultados.
Pero tampoco conviene olvidar que en 2002, después de aquella victoria ante el Villarreal, no vino ninguna más. Aquel día, a falta aún de siete fechas para la temporada, ocupábamos la decimocuarta posición y todo parecía hecho. La salvación se rozaba con los dedos, pero no era aún nuestra. No lo era entonces y nunca lo fue.
Dicen que «aquel que no recuerda su pasado, está condenado a repetir sus errores». Por eso, creo que en las próximas semanas, conceptos humildad, sacrificio y casta, deberán ser marcados a fuego en la plantilla amarilla.
por Miguel Díaz
Este artículo se modificó el 22/03/2016 12:42 12:42