Cuando uno piensa en el UD Las Palmas lo primero que se le viene a la cabeza es ese fútbol alegre, técnico y descarado que caracteriza a los jugadores canarios. Ese toque diferente, casi podríamos decir de improvisación, que hace que hasta los equipos grandes tengan que ponerse serios cuando visitan la isla. Pero hubo un tiempo en el que esa identidad que a día de hoy conocemos y que soñamos con ver en los pronósticos a la Champions League, no solo se disfrutaba en la liga española, sino que también se medía cara a cara con lo mejor de Europa.
Así es, los años setenta marcaron lo que para muchos fue la edad de oro de Las Palmas en competiciones continentales, una en la que el club vivió noches mágicas, triunfos inesperados y, por desgracia, también tragedias que aún duelen al echar la vista atrás.
En aquella época, el fútbol no solo se vivía en los estadios, sino también en las tertulias de café y en las quinielas de toda España. Hoy, ese espíritu de emoción y predicción se mantiene vivo gracias a las casas de apuestas online, donde los aficionados pueden revivir la pasión de aquellos encuentros históricos y seguir de cerca el rendimiento de equipos como la UD Las Palmas, que continúa siendo símbolo de entrega y talento desde las islas.
Para llegar hasta ellas tenemos que empezar por el principio: la temporada 1969-70, en la cual se daría la primera aventura de los amarillos con Europa. En ese momento Las Palmas venía de firmar una liga histórica. Un tercer puesto en la temporada anterior le habría abierto las puertas a la Copa de Ferias, precursora de la Copa UEFA. El debut no podía ser más exigente, con un rival como el Hertha de Berlín plantando cara. La ilusión, tremenda; la pena, también. La Unión no logró superar la primera eliminatoria, aunque quedaba el regusto de haber podido poner un pie en el escaparate europeo.
Fueron pocos años después cuando se dio la segunda cita con Europa, en la temporada 71-72, cuando el Pío-pío consiguió el quinto puesto en la liga. Aunque la clasificación se celebró, no fue con la alegría que podríamos pensar. Tan solo un año antes el club se tuvo que enfrentar al fallecimiento de Germán Dévora Guedes, un jugador cuya pérdida golpeó con fuerza a toda la isla. Así, cuando saltó a la Copa de la UEFA, el club lo hizo con un nudo en la garganta y un objetivo casi personal por demostrar que el legado de su compañero seguía vivo.
Mala suerte que el rival por sorteo fue Torino, uno de los equipos fuertes de Calcio. En Italia, los canarios cayeron por dos goles a cero. La sentencia parecía ya escrita: eliminación rápida y regreso a la isla. Sin embargo, aquel día el Estadio Insular experimentó una noche clave de la mitología amarilla, un 4-0 inolvidable que dio la vuelta a la eliminatoria y encendió una llama de fe colectiva que todavía se siente.
El siguiente duelo era con el Slovan Bratislava. El empate en la ida dejaba todo abierto, pero los isleños demostraron su carácter al ganar a domicilio. Aquella victoria consolidaba la sensación de que el equipo estaba para más.
La siguiente parada, sin embargo, fue demasiado exigente. El Twente neerlandés se impuso con un contundente 3-0 en la ida. En el Insular, Las Palmas volvió a acariciar la épica: dos goles devolvieron la esperanza y pusieron al rival contra las cuerdas, pero un tanto visitante al final selló la eliminación. El sueño se desvanecía, aunque lo vivido ya había dejado huella.
Como si el destino quisiera equilibrar cada éxito con una pérdida, en 1975 llegó otro golpe devastador: el fallecimiento de Tonono, víctima de una enfermedad. No era un jugador cualquiera. Fue el primer canario en vestir la camiseta de la selección española y un referente absoluto para el club. Más de veinte veces defendió los colores de la Roja, dejando claro que desde las islas también se podía alcanzar la élite.
Su ausencia marcó profundamente a la afición y al vestuario. La década dorada de la UD Las Palmas seguía avanzando, pero con el peso constante de la tragedia.
En 1977, Las Palmas se asomó por última vez a Europa. El primer rival fue el Sloboda Tuzla de Bosnia, al que superaron. Después tocó el Ipswich Town inglés. Allí, en tierras británicas, se firmó una derrota que acabó siendo definitiva. El empate en la isla no bastó. Era el cierre de un ciclo brillante y doloroso a partes iguales.
Ese mismo año, el club alcanzó la final de la Copa del Rey, un hito histórico, aunque el Barça frustró el sueño de levantar el trofeo. Era como si la UD estuviera destinada a rozar la gloria y, al mismo tiempo, convivir con la frustración de no poder alcanzarla del todo.
Este artículo se modificó el 05/11/2025 11:24 11:24