No me quieran vender otro fútbol

¿Quieres compartir con la comunidad una efeméride amarilla? ¿Un objeto valioso? ¿Una anécdota de la historia amarilla, en el estadio...? Rescata del baúl de los recuerdos los sentimientos de nuestro amor a la UDLP.
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No me quieran vender otro fútbol

Mensaje por GradoCurvo1978 »

copio pego un artriculo interesante puesto en canariasdeportiva.com.

espero disfruten con su lectura como yo he disfrutado.

kizas seamos unos romanticos o unos ilusos los ke añoramos un 1er ekipo de cantera....en fin.
Por Carlos Marín (Entrenador nacional)

No me quieran vender otro fútbol (I)





El otro día, echando un vistazo a los libros y apuntes en mi casa, me encontré un artículo de Juan Trujillo Bordón, entrenador nacional y ex profesor de la Escuela Canaria de Entrenadores, publicado en la Revista del Entrenador Español nº 43 del año 1990.





A raíz de su lectura y de mis propias convicciones, quiero hacer esta reflexión-denuncia y me pregunto ¿Qué ha sido de nuestro fútbol canario, aquél que nos identificaba? ¿Por qué parece que lo importado es mejor que lo propio? ¿Cuál es la filosofía de nuestro fútbol?





Sin ir más lejos, hace pocos días hemos visto la grandeza de un equipo que tiene una identidad y filosofía propias, un equipo que partiendo de sus orígenes consigue arrastrar a toda una ciudad y su provincia; además, seguro, de a un montón de seguidores del fútbol. Hablo del Athletic de Bilbao y de corazón digo que siento una enorme envidia sana por esa filosofía intacta y por ese afán en defender y favorecer lo propio, desde la base hasta el equipo profesional, consiguiendo hacer de su cantera y futuros jugadores unos profesionales competitivos y de calidad.





Y, es por mi deseo de querer volver a la escuela futbolística canaria por lo que me atrevo a compartir este artículo de Trujillo Bordón, porque considero que recoge plenamente el origen de la idiosincrasia del fútbol canario y porque cada vez que lo leo me emociona y me da una dosis de moral para seguir soñando que algún día volveremos a ver el Estadio Insular con un equipo lleno de jugadores de calidad y, además, canarios, complementado, si hace falta, con un argentino, un uruguayo, un vasco o cualquier jugador de fútbol que esté en nuestro equipo porque tenga una calidad profesional indudable que sirva de enseñanza a nuestros canteranos y, yo diría también, una calidad humana que le haga identificarse con nuestros colores y nuestra gente.





De verdad, que no me vendan otro fútbol, cuando aquí tenemos una escuela del fútbol canario, que no me vendan otro fútbol cuando aquí tenemos un estilo de fútbol desde siempre, que no me quieran vender lo que tenemos de sobra en Canarias, que son futbolistas canarios, y que si vienen futbolistas de fuera, bienvenidos, pero que sea porque vengan a mejorar a la plantilla, a enseñar y a hacer más grandes a los nuestros, porque, si no es así, entonces, trabajemos con nuestra cantera, vamos a hacerla crecer en medios, calidad y condiciones. Cuidemos nuestras playas, terrenos de plataneras, solares, patios de colegios, es decir, nuestro Barranco Seco. Hagamos una Ciudad Deportiva y que tenga el nombre de un histórico canario, en definitiva, hagamos resurgir la escuela de fútbol canario y a nuestra UD Las Palmas.





Espero que lean a continuación el artículo que menciono.





La Escuela futbolística Canaria





La evidencia de un estilo futbolístico canario ha quedado constatada desde el génesis mismo de esta actividad deportiva en las islas. El nacimiento de aquellos históricos clubs lamentablemente desaparecidos con el parto del hijo amado, Unión Deportiva Las Palmas, coincidió con la aparición de una forma y un estilo diferentes en concebir el fútbol. El jugador isleño imponía la velocidad mental a la física, la suave "caricia" -apenas leve contacto con el balón- al golpe violento, el regate o la finta plena de habilidad y destreza al lanzamiento en profundidad. La belleza, en definitiva al ansia ciega por triunfar.





Era la respuesta de una región pobre, sumergida en el subdesarrollo, a aquellas otras que avanzaban por los humeantes vericuetos del desarrollo industrial. Un centroeuropeo o un bilbaíno, pongamos el caso, comenzaban a penetrar en los brazos de un mundo que cabalgaba a lomos de las prisas superdesarrollistas. Su comportamiento respondía, por consiguiente, a los supuestos de un hombre que deseaba apretar el acelerador constantemente para llegar a tiempo a cualquier lugar que nunca -nunca- podía ser meta. El canario, entretanto, se debatía en un estado de lamentable desarrollo, previo al estallido del "boom" del turismo y de la construcción, aferrado a unos medios de producción anticuados, que se basaban de una manera fundamental en el sector primario y en los escasos servicios que por aquellos tiempos -estamos refiriéndonos a los años cuarenta- presentaban los puestos a la navegación internacional. Esta serie de circunstancias condicionaban al jugador canario, que anteponía la imaginación al poderío físico; o sea, el cerebro en potencia.





Nace un estilo





¿Qué circunstancias influyeron en el nacimiento y consolidación de un estilo propio en le jugador canario? El centroeuropeo o el bilbaíno, mejor alimentados, incrustados en un mundo con mayores posibilidades de adquisición de materiales y atosigados por las exigencias de un entorno social que comenzaba a valorar el tiempo como gran riqueza, tenía que reflejar su fútbol la condición física que cuerpos debidamente atendidos y que aconsejaban imprimir velocidad y potencia en todas las acciones. El factor tiempo constituía para ellos elemento fundamental en el entramado de cualquier esquema sobre el terreno de juego.





El jugador canario, por contra, supeditaba el tiempo y la agresividad directa por la riqueza imaginativa propia de una región subdesarrollada y carente de los recursos elementales -entre ellos, puestos de trabajo- que daban tiempo a pensar y soñar, con la belleza de un balón que recorría la cancha, matemáticamente, de un jugador a otro. Eran los tiempos de la pelota de trapo, aquellas admirables obras de arte que tenían su origen en una media materna inútil y descosida que después, en cualquier playa o descampado, era hábilmente manejada por unas piernas diestras en superar dificultades ante la imposibilidad de adquirir las pelotas que abundan en otros sectores más privilegiados del mundo. Aquí se inicia la serie de concomitancias -constatables plenamente en la actualidad- entre el fútbol canario y el fútbol sudamericano. La lucha del hombre con la dificultad desarrolla la destreza, la facultad de superar obstáculos. Y es así como el balón de artesanía permite adquirir una habilidad increíble en el regate y una suavidad en el contacto que difícilmente se hubiera alcanzado con la posesión inicial del balón de reglamento.





Precisamente del gran censo de chiquillos que adquirieron circular destreza en el "dribling" y en el contacto con el balón en los descampados de Las Palmas y otros lugares del Archipiélago, nos sirven como ejemplos dos jugadores geniales que salieron para vestir camisolas de clubs peninsulares, cuando en el fútbol canario no se ganaba para llevar la novia al cine y había que "curarse" las heridas con un puñado de tierra que hacía de secante y "antihemorrágico". Nos referimos a Alfonso Silva y Luis Molowny. Estos dos futbolistas causaron admiración en los públicos españoles del otro lado del Atlántico por su estilo peculiar de concebir el balompié. La mayor velocidad, potencia o fondo de sus compañeros era ampliamente superada por la capacidad de reacción mental de Silva o Molowny, dos auténticos "cerebros", capaces de realizar la jugada más sorprendente y obtener una victoria en un par de acciones de plena genialidad. Estos dos ejemplos podría aumentarse con otros muchos jugadores canarios posteriores, que está en la mente de todos, aunque para muestra vale un botón, bien estará con los dos que aquí se exponen.





Las canchas





Pero hay más. La falta de atención por parte de la autoridades al tema de las instalaciones deportivas dio lugar, durante muchos años, a que en estas islas apenas hubiera tres o cuatro canchas de fútbol en medianas condiciones. Eso sí, antes del "boom" turístico y de la construcción sobraban espacios vacíos y, sobre todo, las playas eran inmensas extensiones arenosas por las que todavía no habían aparecido los turistas nórdicos sedientos de sol y los chiquillos aprovechaban cualquier espacio vacío para corretear detrás de la inevitable pelota de trapo o se lanzaban a la arena a golpear la más o menos esférica obre de arte contra un fácil portero voluntario. A la improvisada pelota y a las pésimas condiciones del terreno se unía otro elemento, el viento, que actuaba conjuntamente como musas inspiradoras del gran concierto futbolístico canario.





Para aumentar tal cúmulo de dificultades se precisó llevar la pelota perfectamente dominada, prácticamente atada a los pies y con los ojos, la mente y los reflejos bien atentos por si un inesperado bache o un poderoso golpe de viento obligaban a una maniobra de urgencia para continuar conservando la preciada "joya" en la lucha difícil con un adversario. De ahí, de esos descampados, de los litorales playeros, surgieron los Tononos, Guedes, Pepe Juan, Germán, León, Castellano, etc., que dieron gloria y personalidad al balompié regional. Todos ellos simbolizan las cualidades de una escuela futbolística que se ha creado, por méritos propios, una personalidad perfectamente definida en el concierto internacional.





En el próximo capítulo, los jugadores que han marcado una época en el fútbol canario.

En la imagen grande, Luis Molowny marca el día de su debut; en la pequeña a la derecha, Silva.



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Última edición por GradoCurvo1978 el Vie Mar 20, 2009 9:29 am, editado 1 vez en total.
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Mensaje por GradoCurvo1978 »

Por Carlos Marín (Entrenador nacional)

No me quieran vender otro fútbol (II)





Siguiendo con el artículo de Juan Trujillo Bordón de ayer, vamos a recordar a Tonono: la precision; Guedes: el mariscal; a los que fueron al colegio: Pepe Juan, German, Leon; a los que jugaron en la playa: Paco Castellano, Juan Beltrán o a Vicente, traspasado al F.C. Barcelona.





Tonono: La precisión





Tonono, lamentablemente perdido cuando aún podía rendir algunos años más de excelentes servicios al fútbol canario, del que nunca quiso desvincularse a pesar de las magníficas ofertas que tanto él como su club recibieron, era la precisión y la elegancia personificada en un defensa central de talla excepcional. Tenía un sentido de la colocación que sorprendió a los críticos que en diferentes países le observaron con la camisola de su equipo o de su país. Estaba allí donde intuía que iba a ir el balón, anticipándose con increíble elegancia, casi siempre sin rozar al adversario. Cuando inevitablemente debía ir al cruce, para arrebatar el balón de los pies a otro jugador, su precisión resultaba única. Metía el pie en el momento justo. Después, una vez que recuperaba el balón para él y para su equipo, sabía enviarlo al destino adecuado con prontitud y serenidad que admiraban.





Tonono era la personificación del futbolista que, frente a un gallego, por ejemplo, todo impulso, nervio y agresividad, ofrecía el dominio mental perfecto, la habilidad del hombre menos rico en recursos físicos, pero más ducho en atravesar por dificultados y enfrentarse a ellas serenamente, sin perder el dominio de sus nervios. Tonono se había forjado en la prolífica cantera aruquense y hasta allí no habían llegado las modernas técnicas de preparación física, ni la discusión de los conceptos fútbol-fuerza o fútbol-fútbol.





El llorado defensa central sabía solamente que para frenar al contrario había que ser más listo que él. Lo había aprendido en los solares aruquenses, donde para pasar un balón había que calcular hasta la velocidad del viento. De ahí su precisión en la entrega. Eso sí: era necesario hacerlo con calma, incluso con lentitud, porque cualquier salto del terreno podía ocasionar la catastrófica pérdida de una jugada decisiva. Pero sobre todo se trataba de una forma de ver la vida muy extendida en Canarias. Aquí se piensa que hay que ir despacito y con buena letra, porque las prisas no son buenas consejeras y acaban, además, con el más pintado. Tonono era un aplatanado. Sólo aparentemente. Como todos sus paisanos.





El Mariscal





Guedes era otra cosa. Guedes tuvo que darle sus primeras patadas a la pelota de trapo en medio de los terrenos de tomateros, en el sur de la Isla. Allí lo importante, mientras se sorteaban a los contrarios y camellones, era alejar cuanto antes el irregular objeto para ganar camino. Entonces lo que había que hacer era cederlo al compañero más cercano a los postes de piedra que identificaban la portería contraria y avanzar todos juntos, formando triángulos que escaparan a la vigilancia del adversario, hacia la meta. Era hombre de acciones colectivas y de largos desplazamientos de balón. Su pérdida acabó con la unidad de líneas de la Unión Deportiva Las Palmas, con la perfecta cohesión que él les proporcionaba, no sólo con su quehacer, sino además con la influencia que ejercía sobre el resto de sus compañeros.





El apelativo de "mariscal de campo" que le concedió Matías Prats no era, en ningún modo, exagerado. Su forma de hacer las cosas respondía perfectamente a tal denominación, porque arrastraba consigo, en su caminar aparente en el que el que corría era el balón, desplazándose, a lo largo de la cancha con una puntería casi infalible, a todos sus compañeros. Lo importante para Guedes era obtener el máximo fruto con el mínimo esfuerzo y más adecuado esfuerzo. Era lo que había aprendido en sus orígenes humildes, cuando tuvo que enfrentarse a la vida con la sabiduría necesaria para no quedar apresado entre el hambre y la miseria, que son los mayores dictadores con los que el hombre, sea cual sea su actividad, ha de luchar.





Guedes sabía que para vencer había que afinar la puntería y poner la pelota donde se pone el ojo. Los humildes de una sociedad con grandes desequilibrios han de saber superar muchas barreras para plantarse en el campo, decir "aquí mando yo" y ganarse el apelativo de "mariscal".





Los que fueron al colegio





Pepe Juan, Germán y León fueron al colegio desde temprana edad. Allí, en pisos más firmes, algunos de cemento, aprendieron a fintar y a hacer el quiebro capaz de desconectar al adversario. Por eso, hombres más hábiles que otra cosa, preferían -y prefieren- el ataque; buscar la forma de burlar al adversario con un regate corto, firme y seguro, sobre la base sólida de un terreno apto, donde el giro de la cintura puede ocupar durante décimas de segundo la atención en la certidumbre de que el balón permanecerá allá donde los pies lo hayan enviado, sin más traiciones. El patio de cemento, o simplemente el llano, ofrece más confianza y seguridad y permite, consiguientemente, que el esfuerzo mental -siempre presente en la escuela canaria de fútbol- se concentre de forma más adecuada para superar el obstáculo defensivo contrario. De ahí la maestría de los tres para penetrar por entre las barreras de hombres dispuestos a defender con las peores artes los aledaños de su portería.





La influencia playera





Paco Castellano fue, en cambio, jugador forjado en la playa. En Las Alcaravaneras, junto a la que vivió casi siempre, jugó muchos partidos. Allí no se pueden prodigar en florituras. Lo importante, como en el caso de Guedes, era alejar el balón con prontitud. Pero la escuela del jugador playero es diferente. Sobre la arena hay que mandar el balón en profundidad, varios metros por delante del compañero, incluso sin calcular excesivamente su dirección, para que éste corra, porque a diferencia de terrenos de labor con cultivos ya abandonados, aquí no existe el temor a las piedras que se tropiezan en el camino; sí hay que printar para recoger el pase en profundo.





Ahí nació otro tipo de futbolista de la escuela canaria, cuyo más genuino representante actual es Castellano. Juan Beltrán es de idéntica característica, dentro, por supuesto, de las variantes de un mismo estilo.





Todo este conjunto de circunstancias climatológicas, orográficas, sociales y humanas, han dado lugar a la que se ha dado en llamar y es, escuela de fútbol canario, cuyo estilo y cuya magia, admiraron a propios y extraños.





Una escuela que tiene como características comunes, la imposición del cerebro sobre las condiciones físicas. La imaginación sustituye a la velocidad y la capacidad para improvisar desborda la frialdad de un tecnicismo matemático.





El sentimiento regionalista





El estilo canario en fútbol no viene a ser más que un tímido reflejo de una serie de circunstancias peculiares que han hecho surgir un sentimiento regionalista, cuando no independentista para escasos sectores, en las dos últimas décadas. Futbolísticamente, desde que los dos equipos representativos del Archipiélago en categorías nacionales se percataron de la conveniencia de nutrir en sus filas a base de jugadores surgidos de sus propios viveros de juveniles, la afición se multiplicó en su concurrencia a los estadios.





Concretamente la Unión Deportiva Las Palmas recurrió a una larga lista de importaciones que no sólo hundieron al club en lo deportivo y despersonalizaron su estilo, sino que, además, significaron la catástrofe económica. Y no precisamente porque aquellos argentinos y peninsulares cobraran más que los canarios -la mayor parte de aquellos eran vulgares mediocridades, cuando más, y si vinieron fue precisamente por lo poco costosas que resultaron su fichas y por las escasas pretensiones económicas-, sino que aquel público dejó de ir al campo desde que dejaron de llegar los buenos resultados. Era lógico: no iban a ver jugar a un equipo canario, sino a un grupo de jugadores de otras tierras, vestidos de amarillo. Algo igual ocurrió posteriormente en el Tenerife.





Las Palmas fue la primera en torcer el rumbo precisamente cuando aquella selección juvenil adiestrada por Molowny y capitaneada por Germán -dos genuinos futbolistas isleños- pasó casi masivamente al equipo representativo después de haber alcanzado el campeonato de España. Desde entonces la identificación conjunto-afición fue total, incluso en los malos momentos y el Estadio Insular registró jornadas de lleno tras lleno, pasara lo que pasara.





El lujo de ser canarios





Había llegado la identidad de aspiraciones público-jugadores-club, y a partir de aquel momento (temporada 63-64) ser canario no constituía un "handicap" en lo deportivo, sino que además era un lujo. La Unión Deportiva Las Palmas olvidó sus pretensiones de fichajes peninsulares, y como todavía no había llegado la hora de las importaciones argentinas, más adecuadas para su perfecto ensamblaje en el fútbol canario, fijó sus ojos en la ubérrima cantera. Ahí llegó el esplendor económico y el éxito deportivo. Desde ese momento el club se fortaleció en todos los aspectos y ya no fue necesario vender las principales figuras a los "poderosos" de allende de los mares, Tonono, Guedes, Germán, Castellano, etc., eran apetecidos por diferentes equipos, pero el club se mantuvo firme en su decisión: Las Palmas, para los jugadores isleños y los jugadores isleños, para Las Palmas.





El fútbol venía a experimentar idéntica evolución que otros aspectos de la historia de aquellos no lejanos años. Las dificultades de empleo para el jugador isleño se transmitían con idéntica intensidad a otros sectores de la actividad. Los forasteros ocupaban los cargos decisorios en la región y un peninsular, por ejemplo, encontraba trabajo con mucha más facilidad y mejor remunerado que un canario. Esto era lo que ocurría, también, a nivel deportivo. Después, con la llegada de un tenue e inicial sentimiento de canariedad, las cosas empezaron a cambiar. Y el fútbol no se quedó, ciertamente, rezagado. Ser canario comenzaba a ser, al fin, un motivo de orgullo.





Un símbolo





Vicente, un agaetense que jugaba en el Arucas, fue el último y más sonado traspaso de historia de la Unión Deportiva Las Palmas. El Barcelona pagó tres millones por el extremo zurdo. Dos años después, cuando todavía la Península y la tentación de los grandes clubs constituían el sueño de los jugadores canarios no percatados hasta esa época de que su auténtica misión debiera estar al servicio del fútbol de su tierra, los catalanes volvieron a interesarse por un jugador larguirucho y espigado, maestro en la dirección que marcaba a sus entregas, dominador de la zona ancha del terreno de juego, que iba para gran figura. Eran Juan Guedes. Pero ahí, precisamente ahí, se inicia la nueva etapa del balompié canario.





Por primera vez un futbolista isleño se mostraba partidario de quedar en el equipo de sus orígenes, aun a pesar de percibir inferior remuneración. "Aquí tengo a mi familia, a mis amigos, al club de mis amores. Eso es lo más importante que todo el dinero del mundo", vino a decir el llorado internacional isleño. Y aquí se quedó. Desde ese momento todas las tentativas de equipos peninsulares por llevarse valores de esta tierra resultaron inútiles. Guedes había sido el ejemplo a seguir que se necesitaba. Y a fe, que, a lo que parece, nadie se ha arrepentido de adoptar la actitud de quedarse.





El sucursalismo peninsular que a todos los niveles nos había sido encomendado, había tropezado por primera vez con el sentimiento de canariedad. El futuro tendrá que recordar mucho esta negativa, una de las primeras que salieron de aquí rumbo a la Península, cuando acontecimientos socios-políticos ahora previsibles contrasten con la idea colonial que en algunos lugares se tenía del Archipiélago. El "no" de Guedes no puede quedar -y no quedará- en mera anécdota de un jugador de fútbol. Es algo más. Mucho más.





En el próximo y último capítulo, los avatares de los entrenadores que no entendieron el juego canario y el reencuentro con las raíces.

De pie: Ulacia, Aparicio, Tonono, José Luis, Castellano y Guedes. De rodillas: León, Gilberto II, José Juan, Germán y Gilberto I.



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Mensaje por GradoCurvo1978 »

falta el capitulo 3 se cayo la pagina donde lo estaba copiando....

...ya la pondre
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Mensaje por GradoCurvo1978 »

ya...
Por Carlos Marín (Entrenador Nacional)

No me quieran vender otro fútbol (y III)





Después de las dos anteriores partes, ya publicadas, podemos decir que la escuela canaria de fútbol es muy diferente al otro fútbol del territorio nacional, de ahí la valía reconocida de nuestros jugadores, por eso considero vital que los responsables de nuestro fútbol conozcan el origen de nuestra escuela, y también nosotros, los entrenadores, para enseñar como se jugaba y como se podría jugar con un estilo propio de esta forma "vender nuestro fútbol". Quiero terminar con una frase de un fisiólogo francés, Claude Bernard: "Quien no sabe lo que busca, no entiende lo que encuentra".





El error de Juan Ochoa





Si todavía quedara alguien capaz de dudar de la existencia de un fútbol canario forjado sobre unos principios físico-técnicos-estratégicos, completamente diferenciados del que se practica en el resto del territorio nacional, que vaya con la pregunta a un gran entrenador de otros tiempos, ya retirado, que se llama Juanito Ochoa. Le encontrará en el País Vasco.





Ochoa era un técnico cotizado, hombre serio y trabajador, de indiscutibles conocimientos en la materia. Una brillantísima temporada al frente del humilde Pontevedra, al que aupó a las más altas metas clasificatorias de la Primera División, le sirvió para su pase a la Unión Deportiva en una etapa en la que nuestro club, ya canarizado al máximo, era una entidad deportiva y económica poderosa. Juanito Ochoa había ensayado unos sistemas tácticos que se basaban en un fútbol de pases largos, con puntas peligrosísimas, rápidas, que explotaban el contraataque maravillosamente. Una vez que entró en contacto con sus nuevos jugadores, Ochoa rebozaba de optimismo.





Contaba, según él, con los hombres idóneos para la puesta en práctica de los sistemas que traía en cartera. Una defensa sólida, con la garantía de Tonono, un centro del campo poderoso, con Guedes como pieza fundamental para catapultar a los hombres en punta, en servicios largos, con cambios continuos de juego y, finalmente, unas puntas hábiles, veloces y agresivas, personificadas en León, Gilberto I, y José Juan. Aquí tenía terreno abonado para reeditar sus éxitos en otros equipos del Norte peninsular.





Fracaso europeo





Ochoa trataba de imponer, en definitiva, un patrón de juego muy a la europea, una fuerte y bien poblada barrera defensiva, dos o tres centrocampistas que hicieran constantes cambios de juego y tres hombres en punta capaces de recoger los lanzamientos en profundidad del resto del equipo. El sistema fue un fracaso total. Las Palmas arrancó algunos puntos fuera, gracias a la velocidad de sus delanteros, pero en casa era un desastre. Perdida la cohesión entre las líneas, impuestas la necesidad de un ritmo superior al habitual del futbolista isleño, los jugadores no se encontraban.





Por otra parte, el entrenador, que era conocedor profundo de los secretos del fútbol, abusó de la pizarra. En las concentraciones, según declararon algunos jugadores privadamente, embotaba a sus discípulos con una serie de explicaciones minuciosas sobre las reacciones aconsejables ante cada circunstancia que pudiera producirse a lo largo de cada partido. Ochoa lo planificaba todo. Nada quedaba a la libre autodeterminación del jugador.





Conocidas las líneas maestras de la actuación del fútbol canario, estaba perfectamente claro que Juanito Ochoa, con sus sistemas revolucionarios, con sus exigencias en disciplina estratégica, estaba abocado al fracaso. Y cuando faltaban un par de meses para el término del campeonato liguero, hubo de dejar el club para que su plaza fuera cubierta por Luis Molowny.





El error





¿Cuál fue el error de Ochoa? Indudablemente, su escasa habilidad para interpretar los auténticos móviles de actuación del futbolista canario. El entrenador norteño esperaba encontrar futbolistas a imagen y semejanza de los que había conocido a lo largo y ancho del territorio nacional. Pero no eran iguales. No supo entender que aquí concurrían otras circunstancias físico-técnicas y sociales.





El jugador vasco o gallego, a los que él conocía perfectamente, era hijo de una sociedad industrializada, rica en buenos campos de fútbol y pródiga en atenciones necesarias para el deportista que empezaba. Aquí cada uno se desarrollaba su propia personalidad en el solar más cercano, en el itinerario domicilio-escuela. El primer balón era una pelota de goma. El campo de fútbol era la playa o un pequeño espacio de terreno donde había que olvidar el pase en profundidad en beneficio del regate y de la entrega en corto. Y, fundamentalmente, el tecnicismo no se aprendía con pizarras.





Todo se quedaba abierto a la libre interpretación y a la genialidad de cada intérprete. Coartar o reprimir ese comportamiento liberal en el terreno de juego, era frenar el gran caudal futbolístico que se albergaba en el cerebro y en las botas del canario. Pero, además, aquí en infantiles no había preparadores físicos en aquella época que hicieran hombres de fuerzas. El fútbol canario era lento -aparentemente- y había que dejarlo expresarse tal cual era. Lo contrario significaba un error. Un error "a la europea".





El encuentro





El equipo, roto, descorazonado, olvidado de la auténtica esencia de su propio fútbol, navegaba por los últimos lugares de la clasificación, en zonas inciertas y peligrosas. En tal coyuntura, Luis Molowny, entrenador canario para equipo canario, tenía que desempeñar el difícil papel de tabla de salvación de la permanencia en Primera División. Referencias de algunos jugadores coinciden en asegurar que las primeras palabras del genial ex jugador isleño, auténtico conocedor del material con el que iba a trabajar, fueron para recordar a los hombres de la plantilla de la Unión Deportiva su condición de canarios y su deber de luchar con el máximo entusiasmo por los colores del equipo de su tierra. Pero eso sí dentro de su estilo, del auténtico estilo isleño, sin mixtificaciones y sin ánimo de imitar a otros modos futbolísticos completamente diferentes al nuestro.





El equipo superó las dificultades clasificatorias y, obtenida la permanencia, afrontó en las dos temporadas siguientes su más gloriosas singladuras. Luis Molowny trató de hacer que los jugadores actuaran con libertad, dando rienda suelta al gran caudal de sapiencia futbolística que llevaban dentro. Y lo consiguió plenamente. Bastó la adecuación distributiva de los hombres sobre el rectángulo, con un cuatro-tres-tres flexible, en el que Paco Castellano, cuarto defensa aprovechaba cada ocasión que se presentó para sumarse al ataque, para que Las Palmas fuera calificada como el equipo que mejor fútbol practicaba en España.





Luis Molowny, que no en vano es un canario de pura cepa, no hizo otra cosa que interpretar sabiamente cuáles eran las cualidades más importantes de sus paisanos y tratar de dar rienda suelta a la exposición de las mismas sobre el terreno de juego, sin más condicionamientos. El canario ama la libertad y si se le coarta �como lamentablemente ha ocurrido en otras expresiones durante siglos- adquiere de inmediato un complejo de inferioridad que secularmente trataron de fomentar quienes estaban interesados en el asunto. El canario, posee una riqueza imaginativa y un caudal de valores que sabiamente encauzados pueden contribuir a alcanzar logros impensados. En fútbol, y gracias a la contratación de un entrenador de los nuestros, canario como el equipo que iba a dirigir, se ha conseguido. En otros aspectos queda mucho terreno por andar.





La influencia sudamericana





La escuela futbolística de Canarias evidencia tener unas influencias claramente sudamericanas. El gambeteo, la parsimonia, la belleza y la precisión que imprimen a su juego nuestros futbolistas, mantienen enormes concomitancias con esas mismas características en el jugador sudamericano. Es por ello precisamente, por lo que ahora mismo la Unión Deportiva Las Palmas tiene en sus filas a cuatro argentinos en sus filas. Las importaciones, caso de tener que realizarse, deben ser de aquellos países, por su similitud y fácil adaptación al fútbol canario. Ahí están los casos actuales, como muestras evidentes del acierto de las adquisiciones y del parecido en los estilos.





No es extraño. Los canarios nos parecemos a los sudamericanos en otras muchas cosas. Entre ellas, en la forma de hablar. En cuanto a las circunstancias políticas, también fueron ligeramente similares en otros tiempos. Socialmente, el nivel de infradesarrollo nos unía y el crecimiento de los últimos años, también. Los canarios faltos de trabajo, emigraron a Cuba o Venezuela y de allá trajeron costumbres y formas de comportamiento. Las relaciones constantes y permanentes, tenían que extenderse, forzosamente, al terreno de lo futbolístico. Incluso en lo estratégico, los patrones de juego se asemejan o se identifican plenamente, en contraposición con las maneras europeas.





El germanismo





Uno de los fenómenos más sobresalientes en el fútbol canario en los últimos años, ha sido el "germanismo". En torno al inteligente jugador de la U.D. Las Palmas, se ha constituido dos frentes, el de germanistas y el de la oposición: los antigermanistas. Los primeros estiman que se trata de uno de los mejores jugadores paridos en el fútbol español, auténtico dechado de perfección futbolística, mientras que los de la acera de enfrente consideran que es lento, frío, apático y que frena el juego del conjunto. Los unos son defensores del interior canario, en tanto que los otros aprovechan el más mínimo error del centro de las polémicas, para expresar la antipatía por el fútbol que practica el número diez de la Unión Deportiva. Jamás un deportista fue tan discutido, aplaudido y atacado.





La polémica no constituye una simple anécdota. Va mucho más allá, y se enfrenta con el gran tema del fútbol canario en los últimos años. Está perfectamente claro que los germanistas son aquellos que pretenden mantener las esencias propias y diferenciadoras del fútbol canario, lo que no desean las influencias externas, los que quieren que perviva la pureza admirable de nuestro balompié. Los antigermanistas, en cambio, son los partidarios de la euperización y la pérdida de personalidad de nuestros deporte rey, los que quieren ver al jugador corretear constantemente, aunque se a sin coordinación y alocadamente, los que quieren fútbol-fuerza y no fútbol-fútbol. Se trata de la lucha entre conservadores y progresistas, personalizada en un jugador que no tiene otra culpa que ser la genuina representación de una escuela futbolística que tiene sus defectos, pero también, muchísimas virtudes.





Una escuela única en el mundo, que vale la pena conservar, sin que para ello sea necesario cerrar las ventanas a los aires de progreso.







Autor del artículo: Juan Trujillo Bordón, entrenador nacional y profesor de la Escuela Canaria de Entrenadores.





Bibliografía: Revista del Entrenador Español, nº 43 del año 1990. Páginas de 33 a 35.

En la intantánea la última camada de cierta relevancia en la casa amarilla con José Carlos Álamo como técnico. Temporada 2004/05[img]
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Somos muchos los que soñamos con un equipo así.

Salu2 8)
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