Los 600 indomablesEdu escribió:Una pena q en la retransmisión por la TV no enfocaran muchas veces a nuestra afición... Se sabe cuántos amarillos eran al final?
No pintaba bien, a priori, la tarde para la UD Las Palmas. El conjunto amarillo, sumido en una preocupante crisis de resultados, acudía a la casa del eterno rival dispuesto a dar la campanada a base de corazón, ganas y coraje.
El SOS lo recibió muy bien la afición amarilla, que, si es verdad que en otras ocasiones se ha desplazado en mayor cantidad hasta tierras chicharreras, esta vez, aunque minimizada, no quiso dejar de apoyar in situ a los suyos.
Alrededor de seiscientos seguidores de todas las edades, aunque proliferando la juventud, se dieron cita en el Heliodoro. La parroquia amarilla fue ubicada en la grada de San Sebastián, justo en la confluencia con la de Herradura, y, aunque mermada, se dejaba notar.
Sin embargo, los ánimos empezaron fríos. La ausencia de Márquez, ocultada hasta última hora, y el tempranero tanto anotado por Nino parecieron helar la sangre de los entusiastas visitantes, quienes mantuvieron un comportamiento correcto, siendo bien escoltados por las fuerzas de seguridad.
Todo se tenía de gris, pero con el gol de Darino llegó el éxtasis, y coincidiendo con los mejores minutos de Las Palmas en la primera mitad, la afición se vino arriba, coreando con "¡olés!" algunas de las acciones de su equipo y silenciando, de paso, a la más numerosa hinchada tinerfeña, que ganaba por mayoría. Pero el argentino amargó algo la fiesta. Contagiado por la emoción, el centrocampista sufrió una hiperventilación y por ello un desvanecimiento. Todo quedó en un susto, aunque debió ser trasladado al hospital para vigilar sus constantes.
La segunda mitad comenzó como la primera. Jarro de agua fría con el mazazo de Culebras en el minuto 52. Fueron los mejores instantes del Tenerife, que con sus saques de esquina metía miedo, pero la hinchada amarilla no fue presa del desaliento y soñaba con una nueva reacción. Y llegó con el golazo de Colunga. Mano de santo. Enmudeció el Heliodoro y las huestes amarillas volvieron a tocar a un arrebato que casi logra su objetivo con el zapatazo de Nauzet Alemán, cerca del final.
la provincia.