Universitario escribió:Los mayas no predijeron nada, lo único que pasa en 2012 es que se acaba el calendario maya, todo lo demás son invenciones.
P.D: las tormentas solares no tienen nada que ver con lo de Japón, lo digo porque estoy leyendo cada barbaridad que flipo en colores xD
No estoy tan seguro que la actividad solar no tenga incidencias en los movimientos de las placas tectónicas de la Tierra. De a poco la ciencia va desvelando la relación oculta entre esa actividad solar y esos movimientos. Una impresionante explosión solar fue captada el pasado 26 de febrero, ¿Pudo esta explosión causar el terremoto de Japón? Simplemente, aun no se sabe.El 12 de enero de 2010 un sismo de magnitud 7.0 y con epicentro a 15 km de Puerto Príncipe hizo temblar la ciudad haitiana con inusitada fuerza. Ocho minutos más tarde, un nuevo temblor de magnitud 6.0, sacudía de nuevo la ciudad multiplicando los efectos del primer sismo. Un mes más tarde, exactamente el 27 de febrero, un fuerte terremoto de magnitud 8.8 y con epicentro a 300 kilómetros al sur de la capital chilena de Santiago, y el posterior tsunami provocado por las ondas sísmicas, redujo a escombros la mayor parte de la ciudad de Concepción y la desplazó 3 metros hacia el oeste , e inclinó 8 centímetros el eje terrestre. El pasado viernes, un terremoto de 8,8 en la escala de Richter desvastó el norte de Japón, con una cantidad de muertos aún no precisada y miles de personas desaparecidas. En todos los casos, la influencia del sol parece haber sido notoria, aunque de manera sutil: sin ir más lejos, días atrás, hacia fines de febrero, una tremenda tormenta solar impactó el planeta, pudiendo dejar a las placas tectónicas vibrando.
La eyección de energía disparada en dirección a la Tierra captada por la sonda de la NASA Stereo el pasado 26 de febrero resultó, simplemente, brutal. Si observamos de nuevo las estadísticas de los últimos sismos podemos encontrar ya a primera vista una notable diferencia entre el número de sismos que ocurren durante los años de baja actividad solar frente a los sucedidos en los años de máxima actividad de nuestro sol. Por ejemplo, durante el final del ciclo solar 22 y comienzo del ciclo 23 –años de menor actividad solar– el número de sismos registrados fue de 107.498, mientras que durante la máxima actividad solar del ciclo 23, el número de temblores se incrementó a 138.926; exactamente un 29,24% superior. Los terremotos y las llamaradas solares son fenómenos que implican emisiones enormes y rápidas de energía, caracterizados por una ocurrencia temporal compleja. Las llamaradas solares son explosiones altamente energéticas de las regiones activas del Sol que se manifiestan bajo la forma de flujos de radiación electromagnética, de partículas y flujos de plasma emitidos por fuertes y rizados campos magnéticos.
Recientes estudios han mostrado que las llamaradas solares también afectan al interior del Sol, generando ondas sísmicas similares a terremotos . Los jets de las llamaradas se presentan en las regiones solares activas donde el flujo magnético emerge del interior solar y obra recíprocamente con el campo magnético ambiente. Estas altas emisiones de partículas cargadas y flujos de plasma magnetizado son transferidos al viento solar.Los procesos de tipo viscoso plasmático del viento solar, someten a las placas tectónicas a fuertes compresiones y distensiones en mayor o menor medida dependiendo de la densidad y la temperatura de la magnetosfera, y se transmiten de unas zonas a otras a través del manto, provocando tensiones añadidas a la dinámica de las placas tectónicas disparando procesos sísmicos en las zonas estresadas. Estos efectos sobre la litosfera son de diferente intensidad en función de la posición de la Tierra en la órbita alrededor del Sol.
Al recibir estos bruscos cambios de presión, las capas de la corteza terrestre se comportan como una cama elástica flotando sobre el manto líquido y, al ser nuestro planeta como una pelota, la zona que recibe esta presión añadida se hunde y provoca la elevación de otras placas por transferencia de energía a través del manto, en un mecanismo flexible. Si alguna de estas zonas sísmicas se encuentra sobreexcitada, este movimiento provocará en un breve plazo un sismo de alta magnitud. Estos procesos de tipo viscoso impulsan flujos de plasma hacia la misma región en capas atmosféricas de baja latitud, que son atravesadas por líneas de campo magnético cerradas.
El mecanismo de “reconexión magnética” mantiene que las líneas del campo magnético interplanetario y el campo magnético terrestre y así forman una única estructura y la configuración topológica de los campos magnéticos crean un estado de intercambio energético conocido como magnetosfera “abierta”.
Este proceso constituye un mecanismo primario de entrada de energía desde el viento solar a la magnetosfera e ionosfera terrestres. La reconexión magnética impulsa flujos de plasma a través de las líneas abiertas del campo en los casquetes polares y los lóbulos magnetosféricos hacia la región de la cola de la magnetósfera.
En ambos procesos los ciclos se completan por la convección dirigida hacia el exterior de la atmósfera en el interior de la magnetosfera , y hace que la Tierra se comporte como un emisor de pulsaciones, –púlsar– y en el que la fotosfera solar actúa como superficie responsiva reflejando estas pulsaciones dando lugar a la creación de nuevas trazas en la fotosfera y recomenzando nuevamente el ciclo actividad solar – ionosfera – magnetosfera – actividad sísmica – magnetosfera – ionosfera – actividad solar. La torsión de las placas tectónicas, obedece claramente a una relación directamente proporcional a la interacción de la magnetósfera, entre otras causas. En los ciclos de baja actividad –como el momento presente– nuestro protector natural, que es la heliosfera, está debilitado; más rayos cósmicos entonces son capaces de alcanzar el sistema solar interior y, por supuesto, a la tierra.
Estos rayos están compuestos de partículas subatómicas – principalmente protones y también algunos núcleos pesados – aceleradas a casi la velocidad de la luz por explosiones de supernovas distantes. Los rayos cósmicos causan “lluvias aéreas” de partículas secundarias cuando golpean la atmósfera de la Tierra y afectando a su capa más sensible, haciendo a la ionósfera aún más sensible a la acción directa de las emisiones solares. Parece que, evidencias científicas, hay unas cuantas.
(NASA,Emilio Carreño, Dir. Red Sísmica Nacional)