Aprovechando que este post está abierto, me gustaría compartir con ustedes si me lo permiten, la experiencia de vivir un partido de una forma "especial".
Todo sucedió el 11 de Enero de 1998, cuando junto a mi primo, y su cuñado, fuimos a presenciar el partido entre nuestra UD Las Palmas y el Atlético de Madrid "B" (jornada 22 de la 2º División).
Para empezar, en los aledaños del estadio, percibía mucha alegría y felicidad. Todo el mundo gritando, riéndose... tenía la sensación de estar entre mi familia sin nisiquiera conocer a esa gente. La mirada de las personas que allí se encontraban, derrochaban mucha admiración e ilusión por el equipo.
Cuando fui a acceder al Estadio Insular, la primera imagen que tengo es la de que como cada escalón que subía para entrar, veía al jugador Paqui calentando, tan cerca de la grada, que me impresionó bastante (tanto que nunca se me borrará esa imagen).
Una vez dentro del Insular, como era el primer partido del año, abrieron las puertas de acceso de la grada hacia el terreno de juego. La sensación que tuve de pisar el césped del insular fue "espectacular", me sentía en una nube, rodeado de mis ídolos por aquel entonces, Paqui, el Turu Flores, Walter Pico, Paquito, Herrera, etc... En un momento, me acerqué a Oscar Celada (actual médico del Real Zaragoza y de la Selección Española) y me firmó un autógrafo en la parte trasera de la entrada.
Con lo allí vivido hasta ese momento, ya era el niño más feliz del mundo.
Pero a continuación, venía lo mejor... empezaba el partido. Recuerdo que la plantilla del filial Atlético era bastante fuerte por ese entonces, ya que contaba entre sus filas, a jugadores como Paunovic, Tevenet y Ramón (posteriormente serían jugadores amarillo), Iván Rocha, Fortune (llegó a militar en las filas del Manchester Utd) o Ricado entre otros (actual portero del Osasuna).
Imagínense si tenían un buen equipo, que en la 2º parte, nos iban ganando por 1-3, con un hat-trick de Paunovic.
Pues señores, no me pregunten como, pero entre el calor de la afición, la magia del Turu, la velocidad del jovencísimo Manuel Pablo y la veteranía de Paquito, remontamos al final del partido 3-3.
Lo que viví allí ese día, cualquier palabra sería insuficiente para describirlo, pero me fui de allí, con la sensación (llamenme exagerado si lo desean) de haber vivido la mismísima final de la Champions League.
En conclusión, esa familiaridad que percibí en los aledaños del Estadio Insular, desgraciadamente no la percibo en el Gran Canaria, esa magia dentro del campo... tampoco.
Más tarde colgaré algunas imágenes del partido en el apartado de "Fotos Amarillas".
Un saludo.
