Capital por la gracia de Dios
José A.Alemán
El periódico santacrucero que ya saben sigue sembrado, oye. No pasa día, nunca mejor dicho, que no ponga a Gran Canaria como lo peor del universo mundo. Es, dice, fea, carente de atractivos y sus playas son tan peligrosas que ahí está Sandokán que no para, oye, de salvar a gente que se ahoga. Gran Canaria, afirma, parasita al resto del archipiélago, además de ser instrumento del colonialismo español; del que se han acordado, por cierto, después de siglos de baboso culto de la burguesía de Santa Cruz a los Capitanes Generales.
Hay intención de dañar a la economía grancanaria, pero, qué quieren, si al empresariado, al que afecta directamente la campaña diaria y sistemática, no le importa, no voy yo a calentarme la cabeza. “Lo mío lo tengo ya regado”, dicen los urbanitas sin tierra a los agricultores quejosos de la falta de agua. Pues eso.
La campaña va, claramente, contra las bases económicas de la isla, lo que legitima campañas similares en sentido contrario. Que son fáciles de montar: basta llegar a los extremos de degradación en que prosperan los odios tribales; que sería el caso.
Por ese camino no nos espera nada bueno. Constantemente, les dije, nos piden o nos aconsejan que los dejemos estar, que ya se cansarán; pero van a más y si nos quejamos tienen la desfachatez de acusar de “insularistas” a los replicantes. La caída del número de turistas en Gran Canaria les ha provocado cuasi orgasmos y gasto en voladores de albricias. Se alegran con las dificultades grancanarias. Y, por favor: olviden el cuento de que todo se debe a las paranoias de un editor.
El comentario de ayer lo titularon La vergüenza del archipiélago; o sea, Gran Canaria. Para mí la vergüenza es esa línea editorial y tener que ocuparme alguna vez de ella. Dicen estar hartos de Las Palmas con lo que están muy en su derecho: el odio es libre y la solidaridad virtud que no adorna a los sectarios.
Pero deben aclarar si para librarse del oprobio renunciarían a la aportación fiscal de Gran Canaria y a vender en ella sus productos agrarios a través de Mercadona, que ni se entera de las producciones canarionas, a fin de evitar la mancha de dinero tan abominable sobre la nívea capitalidad única que ansían.
Lo más curioso es que se jactan de la superioridad tinerfeña no en términos de productividad sino de bellezas naturales que no son, ya ven, resultado del esfuerzo humano. Capital sería, pues, por la gracia de Dios.
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