Tal vez sería conveniente aclarar, para los más jovenes, y en general, para los que desconozcan la verdadera historia, las barbaridades y tropelías, que en nombre del Estadio Insular, y siempre con el Cabildo en medio, han sucedido desde que se empezara a cuestionar la viabilidad o no del vetusto recinto de Ciudad Jardín.
Algunos políticos que en los últimos años han merodeado por el Cabildo, y en concreto uno, con nombre y apellidos, es el principal artífice de que la UD Las Palmas abandonara - obligada - el Insular para adentrarse en un coloso impresentable, un caos constructivo, una negacion de un deporte, objetivamente muy mal construido, peor finalizado (que no lo está) y hecho, además, en contra de casi toda la isla de Gran Canaria.
Ni fondos europeos, ni mala gestión anterior, ni gaitas. La traducción a tanto desaguisado y tanta incompetencia responde a un empeño personal, una apuesta tozuda y maquiavélica de un portento de la sinrazón. Gonzalo Angulo, un político de escasas luces, trato gris y servidor de causas esotéricas, sólo fue un fiel lacayo a sueldo de maniobreros mucho más relevantes.
Todo lo anterior unido a la escasa o nula intervención de fuerzas vivas de cualquier signo, incluida la propia afición, adormecida tantos años, igual que la sociedad que forma - y así nos va - dejó el camino expedito para que un oficinista mediocre con la ayuda de un arquitecto sin talento y perdedor manejaran a su antojo una obra que, `por otra parte, se encontraron.
El resultado de semejante disparate es el actual estadio. Un cúmulo de errores que avergüenzan a la sociedad e incluso a los muertos de esa sociedad, ubicando nada menos que a pocos metros de un camposanto un recinto en donde la alegria, el jolgorio, los gritos y la fiesta sería lo lógico. Poco pues, ha de extrañar que durante una larga temporada ese recinto haya estado maldito.
Pero la UD no le debe nada al Cabildo, antes al contrario. Los terrenos originales - como la mayoría sabrá - en donde se asienta el Insular eran propiedad de Eufemiano Fuentes. Cometiendo o no un error - el tiempo ha demostrado que parece que lo ha sido - cedió esta parcela al Cabildo de Gran Canaria, pero para uso exclusivo de la UD. Quería así Eufemiano, posiblemente, salvaguardar cualquier acontecimiento futuro que cualquier indocumentado pudiera hacer en detrimento de la UD. Quedaba pues el Cabildo como la garantía de la seguridad, quien, como representación del pueblo tomaba aquella propiedad no para hacer negocio, sino simplemente como vigilante de algo que era del pueblo de Gran Canaria y para uso exclusivo de la UD Las Palmas tras su trasnformación como único a traves de Marino, Atlético, Gran Canaria, Arenas y Victoria.
Todo lo demás son pamplinas y milongas. La ciudad deportiva de Siete Palmas es un cuento chino, uno más, de la pésima generación de pobrehombres que asientan sus reales hoy en dia en las Instituciones grancanarias. Todos los que pudieron obtener sus beneficios de ese mamotreto insufrible y perverso, lo hicieron. Luego se largaron con viento fresco y dejaron el muerto, nunca mejor dicho.
Reformar ese esperpento parece tarea casi imposible; a dia de hoy la tecnología permite, cómo no, casi cualquier ocurrencia de ingenieria, pero el subsuelo de esa cámara de los horrores indica sorpresas desagradables. La lógica nos dice que la remodelación de nuestro querido y añorado Estadio Insular era la opción más inteligente, y, el sentido común, que teníamos que llevar a los tribunales a los pervertidos que atentaron contra un patrimonio histórico. Pero ni una cosa ni otra. A mi, como a tantos otros, lo que me pide el cuerpo es con la ayuda de un poco de dinamita, hacer saltar por los aires ese engendro terrorífico, y todo lo que en sus muros e interiores guarda, como maleficio y pestilencia nauseabunda en justo pago a los que, en el colmo de la mezquindad, obtuvieron prestaciones nunca imaginadas.
Pero eso me lo pide el cuerpo, la razón me dicta, que, dentro de algunos años retomaremos el espíritu del Insular, y sea allí mismo, en Ciudad Jardin, al lado de las Alcaravaneras, junto a la mítica Fedora, o en otro lugar, volvamos a sentir, todos de la mano, el legado auténtico que nuestros antepasados quisieron para nosotros,y que nos ha sido, de momento, robado, esquilmado, troceado y guardado en diminutas cajitas de cristal, que tarde o temprano, acabarán hechas añicos.
Hasta entonces pues, paciencia, paisanos.
