Publicado: Sab Feb 19, 2011 9:05 pm
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El equipo amarillo saca su orgullo después de la pronta expulsión de Lequi. Rescata el empate ante un excelente Villarreal B que se santiguó tras dos ocasiones finales marradas por Randy
Cuando un colectivo se fusiona sin deserciones ante la adversidad, cuando pelea con orgullo para sacar la cabeza en medio de la tormenta, cuando responde a un sabotaje donde se lanza gasolina para avivar las llamas, cuando ahora es castigado por los mismos estafadores que antes le había encumbrado sin merecerlo, cuando en el terreno de juego no recibe el mismo trato en aplicación de las normas, cuando saca incluso su gallardía para pedir perdón ... no hay reproches que añadir porque gana adeptos a su causa. Quienes esperaban el juicio sumarísimo a Jémez dispararon al agua, otra vez, porque la UD Las Palmas dio muestras ante el Villarreal B (magnífico concepto colectivo e individual de este juego llamado fútbol) de estar viva y de querer reaccionar ante el momento delicado que atraviesa su entorno y que se ha personificado en un entrenador que parece el gato de Andalucía: disfruta siete vidas porque ningún miembro de su tropa le ha abandonado. El empate, tal como se planteó el encuentro después de la expulsión de Lequi, es un resultado loable. Y se decora con la reacción orgullosa de los futbolistas en unión a la complicidad de los aficionados, que ejercieron como agentes aliados. Este es un punto que sabe a poco, pero supone un buen comienzo para fabricar un final de Liga en consonancia con la capacidad real del actual proyecto. Ni el 'dream team' de Segunda ni el desastre absoluto que querrían pintar.
Jémez fue una vez más valiente en la concepción de un partido que se puso todo en contra. Armó un once con la recuperación de Viera y David González en la organización del juego. Pero el golazo temprano del Villarreal, tras interpretar una acción de tiralíneas sincronizada a la perfección, puso a examen el pulso anímico de los jugadores locales. La vuelta de tuerca fue la aciaga expulsión de Lequi, castigado con exquisito rigor por el linarense Pedro Pérez Montero. Pero la aplicación del reglamento no fue idéntica en ambos lados del campo.
El Villarreal no vino a esconder sus prendas en el Gran Canaria. Al contrario, su apertura futbolística buscando más renta permitió que Las Palmas, a base de casta, remontara el partido en inferioridad jugando al contragolpe. La imagen de la jornada se produjo después del segundo gol, obra de Guerrero, cuando todo el equipo se abrazó en la zona de banquillos con el hombre al que supuestamente habían llevado a la antesala de la guillotina: "había sido una semana muy dura", admitió tras el encuentro Jémez, que no pudo ocultar sus lágrimas en diversas ocasiones durante la animada tarde futbolística. Sin embargo su felicidad habría completa si Randy hubiese acertado hasta en dos ocasiones con el estoque cuando, en los instantes finales y ya en igualdad de efectivos, Las Palmas fue a por la victoria poseída por un deseo incontrolable.
No es este empate el bálsamo que alivie las penas del equipo grancanario. Pero el reguero de sensaciones vividas en el estadio y la fusión inquebrantable con la grada le permite un respiro. Los proyectos son también ejercicios de fe y ésta, por lo que se pudo comprobar, sigue intacta en el lugar más importante: el vestuario. Lo demás parece sólo pura coincidencia con la realidad. Y ahora toca seguir en Granada, porque el peligro sigue donde mismo estaba.