caperucita canaria
Publicado: Vie Feb 16, 2007 1:24 pm
Esto es sólo parte del cuento.
(Me lo mandó un colega que lo vió por internet)
Érase una vez un guayabillo de niña llamada Caperucita Roja,
zafada, mas ensayada que una escopeta y con mucho tino para
hablar, que nunca se metía en rebotallos ni rifirrafes, que no era
faltona e iba arregladita como un tollo compuesto pues no le
gustaba afrentar a su madre vistiendo desaliñada.
Deseaba visitar a su abuela que estaba viejita, que vivía en la
cumbre y a quien ya se le estaba yendo el baifo, y antes de que la
espichara quería llevarle una cereta con unos pocos de tunos
indios, una lecherita de beletén y una taleguita de gofio
misturado, o sea, de trigo y millo que tanto le agradaba a la
anciana señora.
Así es que arrancando la penca, la niña se adentró en el bosque con el ombligo encogío, pues sabía que el totorota del lobo, confianzudo y de mal tabefe, la acechaba para trincarla y comérsela de enyesque acompañado de una pella de gofio y plátano, dos jareas de vieja, un lebrillo de carajacas, papitas arrugadascon mojo encarnado y una botella de agua de Firgas con gas.
El lobo era un palanquín de aspecto revejío, flaco como una
verguilla y un pejiguera siempre dispuesto a jeringar. Así es que
en cuando vio a Caperucita se puso a dar esperrios como un mataperro para asustarla, pero Caperucita, enroñada y con su pachorra de siempre, ante aquel cloquío lo miró de refilón y sin
levantarle el gallo le dijo que el que iba a cobrar iba a ser él, que a ella
nadie le cogía la camella ,haciéndole fos y continuando su
camino sin atorrarse, lo que dejó al laja del lobo margullando en saliva y rezongando de amulamiento por no poder comérsela y empajarse.
El lobo, rascado y de mala tiempla, se
acercó al barranco a refrescarse el totiso y el gaznate por no
tener cerca un bochinche para echarse un pizco ron, y allí sentado
sobre una piedra, pego la hebra consigo mismo mientras se comía
las uñas hasta las raspas y con el pensamiento trataba a
Caperucita de risquera, echona, cocorioco, erizo cachero,
trasmallo, rabo de perinquén y no se cuantos adjetivos a cual más peyorativo.
Caía un chipi-chipi y el lobo emborregado, agoniado y con la
matraquilla de querer comérsela, corrió desesperado a casa de la
abuelita a donde llegó todo entripado y renqueaodo de tanto correr.
Como era un poco tabaiba, aunque farol y malo como un aguaviva,
estornudó cerca de la ventana, con lo cual al oírlo, abuela y
nieta, que le escarmenaba el pelo a aquella, cogieron sendos
teniques para darle un macanazo y acabar con el guineo ya que no
podían verlo ni en pintura y que así se fuera escaldado
de una vez por todas.
Los teniques salieron como voladores rabúos por la ventana yendo a caer con geito sobre el zarandajo del lobo que, escarranchado en el suelo, se comía una embozada de fresas para matar el hambre.
Como un sanaca ,enchapado de vergüenza y doblado como una alcayata salió de allí con pronta retirada , mientras Caperucita y su abuelita (quien se había olvidado que estaba con la quilla en el marisco y ya para la gueldera ) se comieron un cucurucho de helado y roscas de millo mientras llenaban la habitación de sopladeras de colores con belingo incluido.
(Me lo mandó un colega que lo vió por internet)
Érase una vez un guayabillo de niña llamada Caperucita Roja,
zafada, mas ensayada que una escopeta y con mucho tino para
hablar, que nunca se metía en rebotallos ni rifirrafes, que no era
faltona e iba arregladita como un tollo compuesto pues no le
gustaba afrentar a su madre vistiendo desaliñada.
Deseaba visitar a su abuela que estaba viejita, que vivía en la
cumbre y a quien ya se le estaba yendo el baifo, y antes de que la
espichara quería llevarle una cereta con unos pocos de tunos
indios, una lecherita de beletén y una taleguita de gofio
misturado, o sea, de trigo y millo que tanto le agradaba a la
anciana señora.
Así es que arrancando la penca, la niña se adentró en el bosque con el ombligo encogío, pues sabía que el totorota del lobo, confianzudo y de mal tabefe, la acechaba para trincarla y comérsela de enyesque acompañado de una pella de gofio y plátano, dos jareas de vieja, un lebrillo de carajacas, papitas arrugadascon mojo encarnado y una botella de agua de Firgas con gas.
El lobo era un palanquín de aspecto revejío, flaco como una
verguilla y un pejiguera siempre dispuesto a jeringar. Así es que
en cuando vio a Caperucita se puso a dar esperrios como un mataperro para asustarla, pero Caperucita, enroñada y con su pachorra de siempre, ante aquel cloquío lo miró de refilón y sin
levantarle el gallo le dijo que el que iba a cobrar iba a ser él, que a ella
nadie le cogía la camella ,haciéndole fos y continuando su
camino sin atorrarse, lo que dejó al laja del lobo margullando en saliva y rezongando de amulamiento por no poder comérsela y empajarse.
El lobo, rascado y de mala tiempla, se
acercó al barranco a refrescarse el totiso y el gaznate por no
tener cerca un bochinche para echarse un pizco ron, y allí sentado
sobre una piedra, pego la hebra consigo mismo mientras se comía
las uñas hasta las raspas y con el pensamiento trataba a
Caperucita de risquera, echona, cocorioco, erizo cachero,
trasmallo, rabo de perinquén y no se cuantos adjetivos a cual más peyorativo.
Caía un chipi-chipi y el lobo emborregado, agoniado y con la
matraquilla de querer comérsela, corrió desesperado a casa de la
abuelita a donde llegó todo entripado y renqueaodo de tanto correr.
Como era un poco tabaiba, aunque farol y malo como un aguaviva,
estornudó cerca de la ventana, con lo cual al oírlo, abuela y
nieta, que le escarmenaba el pelo a aquella, cogieron sendos
teniques para darle un macanazo y acabar con el guineo ya que no
podían verlo ni en pintura y que así se fuera escaldado
de una vez por todas.
Los teniques salieron como voladores rabúos por la ventana yendo a caer con geito sobre el zarandajo del lobo que, escarranchado en el suelo, se comía una embozada de fresas para matar el hambre.
Como un sanaca ,enchapado de vergüenza y doblado como una alcayata salió de allí con pronta retirada , mientras Caperucita y su abuelita (quien se había olvidado que estaba con la quilla en el marisco y ya para la gueldera ) se comieron un cucurucho de helado y roscas de millo mientras llenaban la habitación de sopladeras de colores con belingo incluido.