El origen del Gran de Gran Canaria
Publicado: Dom Feb 17, 2008 12:30 pm
Después que Bethencourt volvió por segunda vez de
Francia, libre ya de su consocio Gadifer, y viéndose señor
E tributario de las islas, por concesión solemne de los Reyes
de Castilla, determinó explorar detenidamente aquella parte
del archipiélago que no se había sometido a sus armas,
dirigiendo principalmente sus ambiciosas miras hacia la
Gran Canaria, como la prenda más codiciada de su peque-
no reino.
Ya hemos dicho en otro lugar, que, con este objeto,
equipó tres carabelas con las cuales salió de Fuerteventura
el 6 de octubre de 1405, pero que luego, los temporales,
dispersándolas, lo condujeron al cabo de Bojador, donde
la tripulación aprisionó algunos moros y mató una multitud
de camellos salvajes.
Desde este punto, emprendiendo de nuevo su rumbo
a la Gran Canaria, los vientos tornaron a separar las naves,
llevándose una a La Palma y otra a Fuerteventura, hasta
que la tercera, en que iba Bethencourt, pudo al fin echar el
ancla en la costa sur de Canaria.
Aquí tuvo este jefe varias conferencias con el rey de la
isla, que probablemente debieron ser amistosas, cambiando
entre sí algunos objetos de comercio: pero, mientras esto
sucedía, la segunda embarcación llegó a Arguineguín, conduciendo
a algunos caballeros franceses, entre los que citaremos
a Juan le Courtois, Guillermo de Auberbosc, Aníbal el
Bastardo y Andrac. Orgullosos estos nobles con la fácil victoria
obtenida en las playas africanas, creyeron repetir con buen
éxito la misma hazaña en las costas de la Gran Canaria. No
faltó un normando que dijese que con veinte hombres se
comprometía a atravesar impunemente toda la isla, fanfarronada
que pinta exactamente el estado de confianza y entusiasmo
de que se hallaba poseído el pequeño ejército europeo,
y el desprecio con que miraba a los que en su orgulloso
desdén daba el nombre de bárbaros e infieles.
Bethencourt, sin embargo, más prudente que sus soldados,
y apreciando en su verdadero valor las cualidades
guerreras de los canarios, se opuso a toda invasión a mano
armada, hasta que, sin orden suya, desembarcaron en dos
chalupas cuarenta y cinco hombres y atacaron de improviso
a los isleños, rechazándolos en desorden a las montañas.
Los canarios, mandados como hemos dicho por su
Guanarteme, huyeron a esta primera embestida, tal vez con
premeditado cálculo, así es que, rehaciéndose luego y viendo
diseminados a sus enemigos, les acometieron con furor, y,
cortándoles la retirada, se apoderaron de una de las dos
chalupas, matándoles veintidós hombres. Allí murieron
Guillermo de Auberbosc, jefe de la escaramuza, Godofredo
de Auzonville, Guillermo de Allemagne, Juan le Courtois,
lugarteniente del señor de Bethencourt, Aníbal, bastardo
de Gadifer, Seguirgal, Gerardo de Sombray, Juan Chevalier
y otros muchos.
Grande fue el sentimiento que esta pérdida produjo
en todos los expedicionarios, especialmente en su jefe, de
modo que, reuniendo inmediatamente la gente que había
escapado a tan funesta derrota, hizo rumbo a La Palma,
abandonando para siempre las costas de una isla, a la que
desde entonces dio el nombre de Gran Canaria.
Francia, libre ya de su consocio Gadifer, y viéndose señor
E tributario de las islas, por concesión solemne de los Reyes
de Castilla, determinó explorar detenidamente aquella parte
del archipiélago que no se había sometido a sus armas,
dirigiendo principalmente sus ambiciosas miras hacia la
Gran Canaria, como la prenda más codiciada de su peque-
no reino.
Ya hemos dicho en otro lugar, que, con este objeto,
equipó tres carabelas con las cuales salió de Fuerteventura
el 6 de octubre de 1405, pero que luego, los temporales,
dispersándolas, lo condujeron al cabo de Bojador, donde
la tripulación aprisionó algunos moros y mató una multitud
de camellos salvajes.
Desde este punto, emprendiendo de nuevo su rumbo
a la Gran Canaria, los vientos tornaron a separar las naves,
llevándose una a La Palma y otra a Fuerteventura, hasta
que la tercera, en que iba Bethencourt, pudo al fin echar el
ancla en la costa sur de Canaria.
Aquí tuvo este jefe varias conferencias con el rey de la
isla, que probablemente debieron ser amistosas, cambiando
entre sí algunos objetos de comercio: pero, mientras esto
sucedía, la segunda embarcación llegó a Arguineguín, conduciendo
a algunos caballeros franceses, entre los que citaremos
a Juan le Courtois, Guillermo de Auberbosc, Aníbal el
Bastardo y Andrac. Orgullosos estos nobles con la fácil victoria
obtenida en las playas africanas, creyeron repetir con buen
éxito la misma hazaña en las costas de la Gran Canaria. No
faltó un normando que dijese que con veinte hombres se
comprometía a atravesar impunemente toda la isla, fanfarronada
que pinta exactamente el estado de confianza y entusiasmo
de que se hallaba poseído el pequeño ejército europeo,
y el desprecio con que miraba a los que en su orgulloso
desdén daba el nombre de bárbaros e infieles.
Bethencourt, sin embargo, más prudente que sus soldados,
y apreciando en su verdadero valor las cualidades
guerreras de los canarios, se opuso a toda invasión a mano
armada, hasta que, sin orden suya, desembarcaron en dos
chalupas cuarenta y cinco hombres y atacaron de improviso
a los isleños, rechazándolos en desorden a las montañas.
Los canarios, mandados como hemos dicho por su
Guanarteme, huyeron a esta primera embestida, tal vez con
premeditado cálculo, así es que, rehaciéndose luego y viendo
diseminados a sus enemigos, les acometieron con furor, y,
cortándoles la retirada, se apoderaron de una de las dos
chalupas, matándoles veintidós hombres. Allí murieron
Guillermo de Auberbosc, jefe de la escaramuza, Godofredo
de Auzonville, Guillermo de Allemagne, Juan le Courtois,
lugarteniente del señor de Bethencourt, Aníbal, bastardo
de Gadifer, Seguirgal, Gerardo de Sombray, Juan Chevalier
y otros muchos.
Grande fue el sentimiento que esta pérdida produjo
en todos los expedicionarios, especialmente en su jefe, de
modo que, reuniendo inmediatamente la gente que había
escapado a tan funesta derrota, hizo rumbo a La Palma,
abandonando para siempre las costas de una isla, a la que
desde entonces dio el nombre de Gran Canaria.