Fans al borde de un fetiche muy enfermizo
Publicado: Sab Nov 15, 2008 4:45 pm
la empresa Celebrity Skin and Bodily Fluids, con sede en Los Angeles (California), anunció la comercialización de sus nuevos productos: desechos personales de hombres y mujeres famosos. Entregados al cliente en envases transparentes herméticamente cerrados, la oferta es irresistible: se puede comprar orina de Mike Tyson por 12,75 dólares, saliva de Robin Williams por 25 y excrementos de Robert Downey Jr. por 33. Como es de rigor, las heces del músico y actor Jack Black cuestan un poco más y su precio alcanza los 93 dólares por unidad. Los distribuidores del producto no aconsejan abrir el envase y tampoco -claro- ingerir su contenido.
En septiembre de 2008, un hombre de negocios estadounidense, Henry Vacarro, hizo también su contribución al mercado y puso a la venta en internet dos calzoncillos sucios del ex-cantante ex-negro Michael Jackson. Embalados en fundas de plástico, con restos evidentes de secreciones orgánicas -cuyo ADN fue utilizado durante el juicio al que fue sometido por pedofilia en 2003-, nadie podrá considerar caro el precio de esta pieza apetecidísima: un millón -sólo uno- de dólares estadonidenses.
Los ejemplos aquí citados podrían inducir la ilusión de una continuidad histórica entre diversas variantes de lo que en política se llama “culto a la personalidad” y en teología “hiperdulía”, pero en realidad las ofertas de Celebrity Skin y Henry Vacarro iluminan más bien una forma superior de religión, porque es completamente irreligiosa: el culto mercantil a la posibilidad de profanación total. Así lo entiende muy bien Nathalie Dylan, una joven estadounidense que también en septiembre de este año propuso subastar su virginidad al mejor postor ante las cámaras de la televisión, en el programa del provocativo presentador Howard Stern. Preguntada por el New Yorker Daily News, la ambiciosísima virgen respondió con naturalidad: “No me plantea el más mínimo dilema moral; vivimos en una sociedad capitalista”.
Joder, si es que por consumistas que no falten

En septiembre de 2008, un hombre de negocios estadounidense, Henry Vacarro, hizo también su contribución al mercado y puso a la venta en internet dos calzoncillos sucios del ex-cantante ex-negro Michael Jackson. Embalados en fundas de plástico, con restos evidentes de secreciones orgánicas -cuyo ADN fue utilizado durante el juicio al que fue sometido por pedofilia en 2003-, nadie podrá considerar caro el precio de esta pieza apetecidísima: un millón -sólo uno- de dólares estadonidenses.
Los ejemplos aquí citados podrían inducir la ilusión de una continuidad histórica entre diversas variantes de lo que en política se llama “culto a la personalidad” y en teología “hiperdulía”, pero en realidad las ofertas de Celebrity Skin y Henry Vacarro iluminan más bien una forma superior de religión, porque es completamente irreligiosa: el culto mercantil a la posibilidad de profanación total. Así lo entiende muy bien Nathalie Dylan, una joven estadounidense que también en septiembre de este año propuso subastar su virginidad al mejor postor ante las cámaras de la televisión, en el programa del provocativo presentador Howard Stern. Preguntada por el New Yorker Daily News, la ambiciosísima virgen respondió con naturalidad: “No me plantea el más mínimo dilema moral; vivimos en una sociedad capitalista”.
Joder, si es que por consumistas que no falten


