El basket supera el insularismo.
Publicado: Mar Nov 06, 2012 12:27 am
http://www.tenerifedeportivo.com/2012/1 ... enemistad/
Llegaron los primeros. Se marcharon los últimos. Mientras tanto, la conducta ejemplar presidió el espíritu de los aficionados del Herbalife Gran Canaria en el Santiago Martín. Una muestra de afición que entiende que el pleito insular no compete al deporte. Cuando la rivalidad no deriva en enfrentamientos, brilla el deporte. Las aficiones de Canarias y Gran Canaria exhibieron un mensaje de respeto a la cultura del baloncesto.
Más de dos décadas después, el derbi nos entregó una lección moralizante. De educación en valores. De cultura de basket. La afición del Granca, situada en el segundo anillo del Santiago Martín, lejos de lanzar dinamita, regaló flores a las principales peñas canaristas, situadas justo por debajo de los grancanarios. Sin agentes de seguridad entre los tambores de ambas hinchadas. No era necesario. No hubo granadas ni bombas. Al contrario, el avance del derbi construyó un puente entre las dos aficiones. Rivales y hermanas a un tiempo.
En la pista, el derbi caminó por el sendero de la igualdad. Sin embargo, un intangible señalaba que el Granca siempre controlaba el guiso a fuego lento. La afición canarista se ahogó cuando Lampropoulos, vía libre, corrió hacia el aro para machacar un empate a 61 que pudo desarmar el plácido final victorioso para el Granca. Pero Fotis tropezó con las ruinas griegas y a partir de entonces, la distancia, aunque siempre corta, pareció insalvable.
El núcleo de grancanaria paladeó a pequeños sorbos el triunfo. El más atrevido fue el joven base Óscar Alvarado. Cicerone por segundos, uno de los escasos nativos amarillos dedicó a su gente un puño cerrado, gesto de rabia y victoria cuando le despidieron con aplausos. El único reducto de un pique que no apareció en la cancha. Quizá faltaba canariedad.
La hermandad alcanzó su cénit finalizado el partido. El triunfo reservó el Binter hacia Gran Canaria y luego emergió la fraternidad. La afición del Granca entonó un cántico gregoriano, una oda de esperanza dedicada al incondicional canarista. Al ritmo del “Sí Se Puede”, “La Laguna, La Laguna” y “El año que viene volvemos otra vez”, la peña grancanaria, solidaria y comprometida, animó a su compañero del Archipiélago a no desfallecer en el camino hacia la permanencia. Con un balance de 0-6 para el Canarias, lejos de aprovechar la debilidad, las gargantas del Granca guardaron fuerzas para ofrecer un grito de aliento a su adversario. Tambores tinerfeños y aurinegros sonaron entonces al mismo compás. Rara vez se ha visto tan unido lo que lleva siglos discutiendo.
El derbi entre el Canarias y el Gran Canaria nos dejó un mensaje. Un regalo envuelto en cariño para la ACB. El canario es amable. Al deporte se va a disfrutar. Ganar un derbi también puede ser tender la mano al contrario. Suena estridente, pero es real. Como epílogo, los jugadores del Granca subieron a la grada. Baño de masas en el Sector J. Pero algunos aficionados obviaron su presencia para ir a abrazar a su amigo, el de la camiseta tinerfeña. Ningún agente de seguridad, ningún insulto, ninguna burla, ninguna pancarta, ningún piolín calcinado. El baloncesto es diferente. Rivalidad no es enemistad.
Llegaron los primeros. Se marcharon los últimos. Mientras tanto, la conducta ejemplar presidió el espíritu de los aficionados del Herbalife Gran Canaria en el Santiago Martín. Una muestra de afición que entiende que el pleito insular no compete al deporte. Cuando la rivalidad no deriva en enfrentamientos, brilla el deporte. Las aficiones de Canarias y Gran Canaria exhibieron un mensaje de respeto a la cultura del baloncesto.
Más de dos décadas después, el derbi nos entregó una lección moralizante. De educación en valores. De cultura de basket. La afición del Granca, situada en el segundo anillo del Santiago Martín, lejos de lanzar dinamita, regaló flores a las principales peñas canaristas, situadas justo por debajo de los grancanarios. Sin agentes de seguridad entre los tambores de ambas hinchadas. No era necesario. No hubo granadas ni bombas. Al contrario, el avance del derbi construyó un puente entre las dos aficiones. Rivales y hermanas a un tiempo.
En la pista, el derbi caminó por el sendero de la igualdad. Sin embargo, un intangible señalaba que el Granca siempre controlaba el guiso a fuego lento. La afición canarista se ahogó cuando Lampropoulos, vía libre, corrió hacia el aro para machacar un empate a 61 que pudo desarmar el plácido final victorioso para el Granca. Pero Fotis tropezó con las ruinas griegas y a partir de entonces, la distancia, aunque siempre corta, pareció insalvable.
El núcleo de grancanaria paladeó a pequeños sorbos el triunfo. El más atrevido fue el joven base Óscar Alvarado. Cicerone por segundos, uno de los escasos nativos amarillos dedicó a su gente un puño cerrado, gesto de rabia y victoria cuando le despidieron con aplausos. El único reducto de un pique que no apareció en la cancha. Quizá faltaba canariedad.
La hermandad alcanzó su cénit finalizado el partido. El triunfo reservó el Binter hacia Gran Canaria y luego emergió la fraternidad. La afición del Granca entonó un cántico gregoriano, una oda de esperanza dedicada al incondicional canarista. Al ritmo del “Sí Se Puede”, “La Laguna, La Laguna” y “El año que viene volvemos otra vez”, la peña grancanaria, solidaria y comprometida, animó a su compañero del Archipiélago a no desfallecer en el camino hacia la permanencia. Con un balance de 0-6 para el Canarias, lejos de aprovechar la debilidad, las gargantas del Granca guardaron fuerzas para ofrecer un grito de aliento a su adversario. Tambores tinerfeños y aurinegros sonaron entonces al mismo compás. Rara vez se ha visto tan unido lo que lleva siglos discutiendo.
El derbi entre el Canarias y el Gran Canaria nos dejó un mensaje. Un regalo envuelto en cariño para la ACB. El canario es amable. Al deporte se va a disfrutar. Ganar un derbi también puede ser tender la mano al contrario. Suena estridente, pero es real. Como epílogo, los jugadores del Granca subieron a la grada. Baño de masas en el Sector J. Pero algunos aficionados obviaron su presencia para ir a abrazar a su amigo, el de la camiseta tinerfeña. Ningún agente de seguridad, ningún insulto, ninguna burla, ninguna pancarta, ningún piolín calcinado. El baloncesto es diferente. Rivalidad no es enemistad.