Nobleza y obligación por PASCUAL CALABUIG
Publicado: Jue Jun 23, 2005 1:31 am
Se destruye a golpes el Estadio Insular. Se construyó hace 6l años y recuerdo que hacía tanta falta entonces como pena da ahora el anuncio de su desaparición. Ya se ha construido otro que involuntariamente asfixió el entusiasmo de las aficiones. No se sabe cierto qué intención inicial llevó a los administradores de la cosa pública a buscarle el sustituto.
Entretanto el viejo estadio se convertirá en lugar de ocio, o parque grande con rincones comerciales que den dinero y belleza, aunque la historia del Insular, tiene, desde el arranque de su construcción, tanta riqueza sentimental como la que en millones puedan salir con el cambio.
Si bien para morir no se pudieron conseguir las ayudas económicas exigidas o suplicadas, pensamos que, en estos tiempos en que a chiquilicuatres bien apuntalados; a cualquier empresa poderosa y espléndida; a cualquier trovador bien promocionado; a cualquier vocero especialista enaltecedor de poderes ajenos le cuelgan medallas y aplican títulos, sería vergonzante que quedara aparcado en el olvido sin padre ni perrito que le ladre, un estadio que abrió las puertas de la gloria futbolística a Canarias.
Y si malo es que haya pasado en silencio y olvido la valentía de aquellos que plantaron el gran kiosco, peor sería ahora ignorar que en ese Estadio se forjaron y fortalecieron apoyos de seguidor y categorías de participantes deportivos; que en sus gradas se fundieron muchos abrazos, y que se mezclaron no pocas lágrimas de varias generaciones en torno a unos colores todavía inmarchitables.
Por las voluntades y atención pública conseguidas dentro y fuera de España, el Estadio de Las Palmas merece algo mas que el "adiós, y ojos que te vieron dir". Su borrón y cuenta nueva sería veleidad inaceptable de los actuales responsables de la administración y una ofensa para los del pasado. Conviene exponerlo así desde ahora, evitando las excusas del olvido.
Nació hace 61 años de la idea de un ciudadano y sus amigos. Sirvió de catapulta para un deporte de multitud en las islas. Produjo triunfos resonantes descubriendo y presentando a toda España la lucha deportiva canaria como grupo.
En su esfera curtió y engrandeció alma y orgullo de sus gentes. Gobernadores, presidentes de Cabildo y Alcaldes de la capital presidieron desde su palco destacados actos deportivos y no es justo que ahora, en este final, la afición advierta indiferencia o desprecio para el Estadio de sus recuerdos.
Por eso se hace preciso algo que palie y compense la tristeza. Nada mejor que elegir un sector del espacio que fue cuartel general amarillo, erigiendo en él un monumento sobresaliente que esté acorde con la importancia que tuvo para Canarias su aparición.
Esta llamada pública merece respuesta institucional. Desoírla y pasar indiferentes sobre tan importante cadáver, se nos antoja que es baldón con el que no querrá cargar nadie de cuantos están ocupando el poder y para quienes el asunto tiene tanta parte de nobleza como de obligación.
www.canariasahora.com
Entretanto el viejo estadio se convertirá en lugar de ocio, o parque grande con rincones comerciales que den dinero y belleza, aunque la historia del Insular, tiene, desde el arranque de su construcción, tanta riqueza sentimental como la que en millones puedan salir con el cambio.
Si bien para morir no se pudieron conseguir las ayudas económicas exigidas o suplicadas, pensamos que, en estos tiempos en que a chiquilicuatres bien apuntalados; a cualquier empresa poderosa y espléndida; a cualquier trovador bien promocionado; a cualquier vocero especialista enaltecedor de poderes ajenos le cuelgan medallas y aplican títulos, sería vergonzante que quedara aparcado en el olvido sin padre ni perrito que le ladre, un estadio que abrió las puertas de la gloria futbolística a Canarias.
Y si malo es que haya pasado en silencio y olvido la valentía de aquellos que plantaron el gran kiosco, peor sería ahora ignorar que en ese Estadio se forjaron y fortalecieron apoyos de seguidor y categorías de participantes deportivos; que en sus gradas se fundieron muchos abrazos, y que se mezclaron no pocas lágrimas de varias generaciones en torno a unos colores todavía inmarchitables.
Por las voluntades y atención pública conseguidas dentro y fuera de España, el Estadio de Las Palmas merece algo mas que el "adiós, y ojos que te vieron dir". Su borrón y cuenta nueva sería veleidad inaceptable de los actuales responsables de la administración y una ofensa para los del pasado. Conviene exponerlo así desde ahora, evitando las excusas del olvido.
Nació hace 61 años de la idea de un ciudadano y sus amigos. Sirvió de catapulta para un deporte de multitud en las islas. Produjo triunfos resonantes descubriendo y presentando a toda España la lucha deportiva canaria como grupo.
En su esfera curtió y engrandeció alma y orgullo de sus gentes. Gobernadores, presidentes de Cabildo y Alcaldes de la capital presidieron desde su palco destacados actos deportivos y no es justo que ahora, en este final, la afición advierta indiferencia o desprecio para el Estadio de sus recuerdos.
Por eso se hace preciso algo que palie y compense la tristeza. Nada mejor que elegir un sector del espacio que fue cuartel general amarillo, erigiendo en él un monumento sobresaliente que esté acorde con la importancia que tuvo para Canarias su aparición.
Esta llamada pública merece respuesta institucional. Desoírla y pasar indiferentes sobre tan importante cadáver, se nos antoja que es baldón con el que no querrá cargar nadie de cuantos están ocupando el poder y para quienes el asunto tiene tanta parte de nobleza como de obligación.
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