Se ha roto la cuna, por Pascual Calabuig
Publicado: Vie Dic 16, 2005 12:11 pm
Los viejos aficionados vieron sobre el Estadio Insular a jugadores que hemos de recordar como históricos. Pero se acabó ya la actividad para esa cuna donde reposan nuestras mejores páginas de fútbol.
Ese Estadio está entre la demolición o el perdón honroso. Materialismos y telarañas económicas permiten asegurar que ganará la demolición dejando atrás el escenario de prolongadas convulsiones de orgullo canario.
Como quiera que lo que se hizo entonces no era todo bueno, y menos aun lo es cuanto se hace ahora, parece llegado el momento de usar la razón en torno al cadáver del campo histórico, cuya vida se ha pedido prolongar con varias ideas, no todas solo sentimentales.
Levantarse sobre sus cenizas ya es imposible. Así debieron pensar quienes antes removieron las tierras de 7 Palmas para construir un sustituto con slogan tan sugerente como el de ; gastos pocos; crecimiento mucho; y la rapidez para su utilización, casi inmediata.
Promoción de tanta ventura sirvió de venda para impedir no sólo ver sino también pensar con respeto y amor al viejo estadio, y cuando alguien lo pensó , resulta que ya se habían firmado los cargos camino de su muerte.
Ahora, con la soga al cuello, hay quien clama por el viejo campo con baratas soluciones parciales.
Y no hay más solución que la de arrepentirse por la muerte física del histórico campo. Y pagar el error. Aunque ese pago no debe ser al precio de dejarlo desbaratado y representado sólo por una fachada sin mayor relieve, y encima sin ningún aprovechamiento. Sería demasiado desprecio.
Nació el gigante asistido en su parto por no pocas mentiras. Nació para sustituir al Estadio Insular y lo ha sustituido con creces; con más asientos pero menos corazón; con muchas pistas y ningún atleta; con llanura para hacerse rico pero sin motor económico.
Importa recuperar la fuga de valores públicos y deportivos perdidos desde entonces y trasladarlos al nuevo campo que todavía puede ser teatro para multitudes que sientan el orgullo ahora descolorido entre una maraña de pleitos.
Y puede ser ayuda para salir de la UVI económica en que está, y del K.O. total, que pudo eludir gracias a la ayuda de mecenas que por liberar a la U.D. Las Palmas pagan culpa de fallidas ilusiones a base de perdonar deudas, achicando millones propios como achican los botes de vela latina el agua embuchada en su el intento por ganar.
A estas alturas, ya no hay marcha atrás, y aun con todos los enfados del mundo habrá que aprovechar el Estadio más grande y llenarlo del espíritu que transmitía el chico.
Aparte de lo que en favor de Alcaravaneras, de su gente, de la capital y de la Isla se pueda hacer en el viejo Estadio de los recuerdos, obligar a que lo más destacado y honroso de aquel espacio sacrificado, sea algo que recuerde el fervor que movilizó el fútbol y su gente, el pueblo y su bandera, porque su paso encierra acontecimientos y vivencias dignas de quedar fijas en la historia.
Allí hará falta dejar una señal que no pase desapercibida, no un amasijo de cemento o de hierros que ni rugen ni mugen, al estilo de los tiempos.
Algo que llame la atención de las juventudes y de quienes lleguen de otras latitudes preguntando: ¿Esto qué es?, para poderles decir que: «Este es el recuerdo de un archipiélago hacia quienes con visión de futuro buscaron la superación, haciendo surgir aquí un campo de fútbol, el Estadio Insular, en el que durante años ocuparon altas cotas deportivas nacionales y extranjeras. Fue aula para una asignatura que obligó a respetar el orgullo y la ilusión de un pueblo deportivo».
Algo así debe ser el pago y el recuerdo de su paso por la historia. Merece la aprobación del pueblo y hasta el concurso de ideas.
Publicado en Canarias7.
Ese Estadio está entre la demolición o el perdón honroso. Materialismos y telarañas económicas permiten asegurar que ganará la demolición dejando atrás el escenario de prolongadas convulsiones de orgullo canario.
Como quiera que lo que se hizo entonces no era todo bueno, y menos aun lo es cuanto se hace ahora, parece llegado el momento de usar la razón en torno al cadáver del campo histórico, cuya vida se ha pedido prolongar con varias ideas, no todas solo sentimentales.
Levantarse sobre sus cenizas ya es imposible. Así debieron pensar quienes antes removieron las tierras de 7 Palmas para construir un sustituto con slogan tan sugerente como el de ; gastos pocos; crecimiento mucho; y la rapidez para su utilización, casi inmediata.
Promoción de tanta ventura sirvió de venda para impedir no sólo ver sino también pensar con respeto y amor al viejo estadio, y cuando alguien lo pensó , resulta que ya se habían firmado los cargos camino de su muerte.
Ahora, con la soga al cuello, hay quien clama por el viejo campo con baratas soluciones parciales.
Y no hay más solución que la de arrepentirse por la muerte física del histórico campo. Y pagar el error. Aunque ese pago no debe ser al precio de dejarlo desbaratado y representado sólo por una fachada sin mayor relieve, y encima sin ningún aprovechamiento. Sería demasiado desprecio.
Nació el gigante asistido en su parto por no pocas mentiras. Nació para sustituir al Estadio Insular y lo ha sustituido con creces; con más asientos pero menos corazón; con muchas pistas y ningún atleta; con llanura para hacerse rico pero sin motor económico.
Importa recuperar la fuga de valores públicos y deportivos perdidos desde entonces y trasladarlos al nuevo campo que todavía puede ser teatro para multitudes que sientan el orgullo ahora descolorido entre una maraña de pleitos.
Y puede ser ayuda para salir de la UVI económica en que está, y del K.O. total, que pudo eludir gracias a la ayuda de mecenas que por liberar a la U.D. Las Palmas pagan culpa de fallidas ilusiones a base de perdonar deudas, achicando millones propios como achican los botes de vela latina el agua embuchada en su el intento por ganar.
A estas alturas, ya no hay marcha atrás, y aun con todos los enfados del mundo habrá que aprovechar el Estadio más grande y llenarlo del espíritu que transmitía el chico.
Aparte de lo que en favor de Alcaravaneras, de su gente, de la capital y de la Isla se pueda hacer en el viejo Estadio de los recuerdos, obligar a que lo más destacado y honroso de aquel espacio sacrificado, sea algo que recuerde el fervor que movilizó el fútbol y su gente, el pueblo y su bandera, porque su paso encierra acontecimientos y vivencias dignas de quedar fijas en la historia.
Allí hará falta dejar una señal que no pase desapercibida, no un amasijo de cemento o de hierros que ni rugen ni mugen, al estilo de los tiempos.
Algo que llame la atención de las juventudes y de quienes lleguen de otras latitudes preguntando: ¿Esto qué es?, para poderles decir que: «Este es el recuerdo de un archipiélago hacia quienes con visión de futuro buscaron la superación, haciendo surgir aquí un campo de fútbol, el Estadio Insular, en el que durante años ocuparon altas cotas deportivas nacionales y extranjeras. Fue aula para una asignatura que obligó a respetar el orgullo y la ilusión de un pueblo deportivo».
Algo así debe ser el pago y el recuerdo de su paso por la historia. Merece la aprobación del pueblo y hasta el concurso de ideas.
Publicado en Canarias7.