Soy un aficionado más de la Unión Deportiva Las Palmas. Soy uno más de esos que los fines de semana tienen que engancharse a la radio durante 90 minutos para poder seguir los partidos en directo, con la diferencia de que yo vivo en la península, y me resulta más díficil.
Yo empecé, como muchos, a ir al Insular de muy pequeño, (con 5 años), y durante más de una década no conocí otro estadio, salvo por la televisión. Después me tocó vivir en Tenerife, con lo que ello supone para cualquier aficionado amarillo que de verdad sienta los colores.
Muchos me dirán que exagero cuando digo que en los últimos 5 años, ya en la península (Toledo), habré visto unos 60 partidos del equipo fuera de casa... pero lo he hecho. Ese amor que he mamado durante años por el equipo me han hecho recorrer miles de kms cada año como si de un peregrino que se fuese a encontrar con el santo de su devoción. He visto derrotas humillantes, donde el equipo y los pocos aficionados que estábamos eramos objeto de las risas de la los locales, y he vivido victorias increíbles donde la afición local nos felicitaba y decía que habíamos jugado como Brasil. He animado en partidos donde el frío era muy intenso, donde ha llovido y hasta incluso nevado. Porque lo llevo en la sangre.
Y ahora, en estas últimas semanas, veo con tristeza y desesperación cómo nadie en mi isla hace nada por luchar con fuerza contra los vientos; cómo muchos a nivel político (que otrora rebosaban los palcos y se bajaban al césped con la bandera amarilla y azul a celebrar los éxitos) se desentienden cuando se les llama a la puerta, que antes estaba abierta de par en par; cómo los propios medios de comunicación se rinden y hablan de "muerte anunciada" cuando quedan aún dos meses de competición y sólo se está a 5 puntos de la salvación por 24 por disputar, en vez de enviar mensajes de aliento y esperanza, uniendo a la afición; cómo, en definitiva, ya le han querido poner una fecha de defunción a algo que no puede morir. Están todos dejando ir a un enfermo al que, aunque caiga, todos podemos ayudar a levantarse.
Yo sólo sé que la UD puede descender todas las categorías que sean, puede vagar por divisiones en las que nunca ha jugado, he incluso puede llegar a desaparecer, como es la intención de algunos, pero el amarillo, el azul, y el escudo de mi equipo lo llevaré grabado a fuego en mi corazón hasta el día en que me muera y, con suerte, más allá.
La UD no es sólo fútbol, no es sólo deporte, es una forma de sentir y de vivir.
El sábado yo estuve en Cordoba (cómo lo pasé). Espero que este fin de semana tú llenes el Estadio de Gran Canaria.
...y tú ¿qué sientes por la UD?
