Horarios de los partidos (Mensaje del club)
- Morete Markov
- ¡Arriba d´ ellos!
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- Registrado: Jue Jun 29, 2006 3:58 pm
Excelente iniciativa por una parte, pero por otra convendría razonar un poco la elección de cada persona. Permitan ustedes una somera exposición, en el convencimiento que será al menos escuchado desde el propio Consejo de Administración. Como ya he manifestado tiempo atrás, vivimos circunstancias que el devenir histórico no puede solapar. Se suele recordar por aficionados, muchos de ellos añejos, y otros de nueva hornada, que el dia y la hora habitual de los partidos en casa era sábado y ocho treinta de la tarde-noche. Y así fue durante bastantes años. No así en los primeros años de andadura de nuestro representativo, en los que se jugaba los domingos por la tarde. Por otra parte lógico, porque ni iluminación había en el Insular, creo recordar que me comentó mi abuelo. En fin, tampoco es un dato clave.
Con posterioridad se instituyó el dia y hora antes comentado con magnífica aceptación. Era, además, una marca del club. Aquí se jugaba los sábados a las ocho y media, previo enyesque en el bar Viena, Rogelio o cualquier otro de los alrededores. Qué época,señoras y caballeros. Maravillosa. Pero la sociedad era otra, pero otra que muy poco se parece a la actual. Los comercios cerraban a las ocho de la tarde, y eso los que optaban por la apertura. Más que nada El Corte Inglés de Mesa y López, Cortefiel y Galerías. En Triana no abría ni dios, y no había más cera.
El estadio estaba en el mismo centro de una ciudad en donde caminar de Bravo Murillo a Ciudad Jardín se convertía en un paseo reconfortante con los amiguetes o la novia de turno. Ya fuera por Tomás Morales, León y Castillo o Paseo de Chil, el pateo era una institución sobrevenida. Los que iban en guagua llegaban en un pis pas y el que optaba por su vehículo aparcaba donde pillaba un cacho de acera. Si hacía fresco, con una chaquetilla ibas sobrado, y si el calor apretaba, en mangas de camisa y con un botellín de Tropical, todo solucionado. Todo fácil, cercano, familiar, divertido, contando además los equipazos que teníamos, of course.
Pero aquello poco a poco se fue diluyendo. Empezaban la retranmisiones masivas por televisión, la llegada a los infiernos, las nuevas generaciones, y ya, por último, las nuevas tecnologías que hoy tanto nos acercan en la distancia, y que tanto nos alejan desde el corazón. Diversos sectores sociales, económicos, empresariales y lúdicos surjieron, lenta, pero de manera tumbativa, comenzando una nueva era de costumbres y obligaciones. Hasta que llegamos a este presente, incierto e inquietante para unos, esperanzador e ilusionante para otros, pero todos con un nexo común.
El sábado es un dia que obliga, que impone, que dicta de manera soez y desvergonzada. Es el dia grande de las compras, del híper, del Mcdonalds, de Leroy Merlin, Zaras o Decathlon. De ver la última peli descargada en el Emule con el fantástico home cinema a nuestra espalda, el cineplex megapantalla o la partida convocada con fecha y hora fijada a la play. Por no hablar de la cita ineludible con un pizco de buen tiempo con la playa, que ya no es sólo Las Canteras. Ahora casi todos llegamos a Montaña Arena, Medio Almud o Tiritaña, o lo que queda de ella, Maspalomas o Las Burras. Y eso de salir de la playa a las cinco, eso, amigos, era antes.
Para terminar, otra cuestión en absoluto baladí. Las nuevas tendencias laborales y la implatación de horarios que hace sólo dos décadas eran impensables, ridículas. No es muy dificil hacer un recuento, pero las empresas con puertas abiertas los sábados, con clientes y trabajadores en su interior, potenciales seguidores perdidos, son escandalosamente numerosas y la tendencia es creciente. Un dato más para ver por donde van los tiros: Domingo Alonso, un potente concesionario de vehículos opta por abrir un domingo. Me dirán que de momento se lo ha replanteado y que los trabajadores habituales eran sustituidos por jóvenes estudiantes. Muy bien, pero es un aviso a navegantes, una pista certera que seguir.
Me quedaría, como broche final, exponer cómo la situación del nuevo estadio impone, asimismo, la necesidad de plantear con mimo, un horario natural, razonable, constituido desde el estudio, la percepción y la nuevas normas de conducta. Un recinto inhóspito, horroroso, anti-natura, en medio del barranco del pánico, en donde la posibilidad de morir congelado no debe perderse de vista. Eso en invierno, porque en verano contemplaremos la certeza de asarnos y terminar en el cercano hospital magnificamente bronceados de cintura hacia arriba, pero con una insolación no solicitada. La primigenia idea del Consejo sobre el aprovechamiento de plazas de parking de los centros comerciales cercanos, junto a la posibilidad de dejar a una compañía fundiendo la correspondiente tarjeta en cualquier tienda se sostiene con dificultad. Las plazas son escasas y por consiguiente da lo mismo dejar el vehículo en cualquier esquina. Lo de los acompañantes parece más bien un deseo que una realidad.
Llegados a este punto, recapitulemos. Elegir el dia sábado para disputar un partido no parece razonable: la pérdida de posibles aficionados ese dia es manifiestamente demostrable y poderosamente errada, por las razones expuestas, que, en mi opinión, son imponentes, aplastantes. Entiendo a quienes un sábado, al finalizar el partido, y más con una victoria, les encanta irse con los colegas de boncho, con esas primeras cervecitas que saben a gloria. Que me lo digan a mi. Eso hice durante años, terminando los partidos del viejo Insular a las diez y cuarto o y veinte, y comiendome el puerto con la banda hasta cerrar todos los garitos, desde Diseño a Utopía, desde el Beach Club a la Chic. Se podía hacer, y se hacía. Se juntaban, sin pretenderlo, dos situaciones: el éxito del club y nuestras ganas de juerga. Hoy las ganas de juerga siguen, pero el éxito del club va por otro camino: y, en el fondo, me acostumbro a salir de casa un sábado y no del estadio. Porque me lo voy a pasar igual de bien, y, al final, la UD saldrá también beneficiada si cambia de dia y va más gente a la ratonera de Siete Palmas.
A mi me queda claro que el dia idóneo es el domingo, por la tarde, a las cuatro-cuatro y media. Eso la mayor parte de la temporada. Pero cuando van llegando los calores, o los primeros partidos que son en agosto y septiembre, ahí va la sorpresa, que creo que nadie ha contemplado: sábado a las diez y media de la noche. Con un excelente servicio de transporte público, vaya por delante. Eso se lo tendrá que currar el Presidente, pero se puede hacer. Que por un dia que se llegue a casa a las dos de la mañana no se muere uno, y únicamente serían dos o tres veces. O no? Salud a todos.
Arriba dellos!!!!!
Con posterioridad se instituyó el dia y hora antes comentado con magnífica aceptación. Era, además, una marca del club. Aquí se jugaba los sábados a las ocho y media, previo enyesque en el bar Viena, Rogelio o cualquier otro de los alrededores. Qué época,señoras y caballeros. Maravillosa. Pero la sociedad era otra, pero otra que muy poco se parece a la actual. Los comercios cerraban a las ocho de la tarde, y eso los que optaban por la apertura. Más que nada El Corte Inglés de Mesa y López, Cortefiel y Galerías. En Triana no abría ni dios, y no había más cera.
El estadio estaba en el mismo centro de una ciudad en donde caminar de Bravo Murillo a Ciudad Jardín se convertía en un paseo reconfortante con los amiguetes o la novia de turno. Ya fuera por Tomás Morales, León y Castillo o Paseo de Chil, el pateo era una institución sobrevenida. Los que iban en guagua llegaban en un pis pas y el que optaba por su vehículo aparcaba donde pillaba un cacho de acera. Si hacía fresco, con una chaquetilla ibas sobrado, y si el calor apretaba, en mangas de camisa y con un botellín de Tropical, todo solucionado. Todo fácil, cercano, familiar, divertido, contando además los equipazos que teníamos, of course.
Pero aquello poco a poco se fue diluyendo. Empezaban la retranmisiones masivas por televisión, la llegada a los infiernos, las nuevas generaciones, y ya, por último, las nuevas tecnologías que hoy tanto nos acercan en la distancia, y que tanto nos alejan desde el corazón. Diversos sectores sociales, económicos, empresariales y lúdicos surjieron, lenta, pero de manera tumbativa, comenzando una nueva era de costumbres y obligaciones. Hasta que llegamos a este presente, incierto e inquietante para unos, esperanzador e ilusionante para otros, pero todos con un nexo común.
El sábado es un dia que obliga, que impone, que dicta de manera soez y desvergonzada. Es el dia grande de las compras, del híper, del Mcdonalds, de Leroy Merlin, Zaras o Decathlon. De ver la última peli descargada en el Emule con el fantástico home cinema a nuestra espalda, el cineplex megapantalla o la partida convocada con fecha y hora fijada a la play. Por no hablar de la cita ineludible con un pizco de buen tiempo con la playa, que ya no es sólo Las Canteras. Ahora casi todos llegamos a Montaña Arena, Medio Almud o Tiritaña, o lo que queda de ella, Maspalomas o Las Burras. Y eso de salir de la playa a las cinco, eso, amigos, era antes.
Para terminar, otra cuestión en absoluto baladí. Las nuevas tendencias laborales y la implatación de horarios que hace sólo dos décadas eran impensables, ridículas. No es muy dificil hacer un recuento, pero las empresas con puertas abiertas los sábados, con clientes y trabajadores en su interior, potenciales seguidores perdidos, son escandalosamente numerosas y la tendencia es creciente. Un dato más para ver por donde van los tiros: Domingo Alonso, un potente concesionario de vehículos opta por abrir un domingo. Me dirán que de momento se lo ha replanteado y que los trabajadores habituales eran sustituidos por jóvenes estudiantes. Muy bien, pero es un aviso a navegantes, una pista certera que seguir.
Me quedaría, como broche final, exponer cómo la situación del nuevo estadio impone, asimismo, la necesidad de plantear con mimo, un horario natural, razonable, constituido desde el estudio, la percepción y la nuevas normas de conducta. Un recinto inhóspito, horroroso, anti-natura, en medio del barranco del pánico, en donde la posibilidad de morir congelado no debe perderse de vista. Eso en invierno, porque en verano contemplaremos la certeza de asarnos y terminar en el cercano hospital magnificamente bronceados de cintura hacia arriba, pero con una insolación no solicitada. La primigenia idea del Consejo sobre el aprovechamiento de plazas de parking de los centros comerciales cercanos, junto a la posibilidad de dejar a una compañía fundiendo la correspondiente tarjeta en cualquier tienda se sostiene con dificultad. Las plazas son escasas y por consiguiente da lo mismo dejar el vehículo en cualquier esquina. Lo de los acompañantes parece más bien un deseo que una realidad.
Llegados a este punto, recapitulemos. Elegir el dia sábado para disputar un partido no parece razonable: la pérdida de posibles aficionados ese dia es manifiestamente demostrable y poderosamente errada, por las razones expuestas, que, en mi opinión, son imponentes, aplastantes. Entiendo a quienes un sábado, al finalizar el partido, y más con una victoria, les encanta irse con los colegas de boncho, con esas primeras cervecitas que saben a gloria. Que me lo digan a mi. Eso hice durante años, terminando los partidos del viejo Insular a las diez y cuarto o y veinte, y comiendome el puerto con la banda hasta cerrar todos los garitos, desde Diseño a Utopía, desde el Beach Club a la Chic. Se podía hacer, y se hacía. Se juntaban, sin pretenderlo, dos situaciones: el éxito del club y nuestras ganas de juerga. Hoy las ganas de juerga siguen, pero el éxito del club va por otro camino: y, en el fondo, me acostumbro a salir de casa un sábado y no del estadio. Porque me lo voy a pasar igual de bien, y, al final, la UD saldrá también beneficiada si cambia de dia y va más gente a la ratonera de Siete Palmas.
A mi me queda claro que el dia idóneo es el domingo, por la tarde, a las cuatro-cuatro y media. Eso la mayor parte de la temporada. Pero cuando van llegando los calores, o los primeros partidos que son en agosto y septiembre, ahí va la sorpresa, que creo que nadie ha contemplado: sábado a las diez y media de la noche. Con un excelente servicio de transporte público, vaya por delante. Eso se lo tendrá que currar el Presidente, pero se puede hacer. Que por un dia que se llegue a casa a las dos de la mañana no se muere uno, y únicamente serían dos o tres veces. O no? Salud a todos.
Arriba dellos!!!!!
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