FORMACION. Brito junto a una de las categorías del AFC. "Actualmente hay 90 chicos", cuenta.
"Soy el fundador, presidente y técnico", reseña Vicente Brito, el entrerriano que hace siete años dio a luz, en Japón, al Argentina Fútbol Club, una institución deportiva para chicos de cuatro a quince años que compite con los equipos de la liga del país asiático. Una experiencia inédita, a miles de kilómetros, cuyo eje central es un factor común que no entiende de distancias: la pelota.
Brito, según le cuenta a Olé.com.ar, llegó en 1990 a la tierra del Sol naciente , y desde ese momento en su cabeza daba vueltas la idea de armar un proyecto como el que hoy tiene. "Soy un fanático del fútbol y empecé de a poco, me costó un montón de sacrificio. Tuve que aprender un montón de cosas y tropecé varias veces, pero en 2000 el club empezó a funcionar", cuenta. ¿De qué vive este hombre de 47 años? Sí, de Argentina Fútbol Club.
Y recuerda: "Al principio estábamos mi hijo y yo, nada más. En este momento hay 90 chicos aproximadamente. Lógicamente jugamos con la camiseta de la Selección y ellos ya saben que no pueden venir ni con la de Brasil ni con la de Inglaterra. Además les muestro videos de Maradona, Batistuta, River y Boca", cuenta a la hora de enumerar sus mandamientos futboleros.
Brito nació en Crucecita Séptima, una pequeña localidad ubicada en la zona rural de Nogoyá, en Entre Ríos. De chico se mudó a Buenos Aires y vivió en Solano y Valentín Alsina. Ahí conoció a su esposa japonesa, se casaron, tuvieron dos hijos y hace 17 años partieron hacia tierras asiáticas. Hoy, el presente lo encuentra en Fugisawa, que pertenece a la provincia de Kanagawa, a cuarenta minutos de Tokio.
"En mi club los chicos juegan desde los cuatro hasta los quince años. Cuando cumplen esa edad se los recomienda a otros o van a probarse a otros países, como Brasil, España o Argentina. Yo lo tomo como una escuela de fútbol, les enseño mucho de técnica y muy poco de táctica", detalla Brito.
Si bien el deporte es una actividad importante en la juventud japonesa, él se encarga de explicar cuál es la prioridad para ellos. "Acá el estudio está primero, son personas muy aplicadas y constantemente quieren aprender cosas nuevas".
Por la gran cantidad de habitantes que tiene Japón –casi 130 millones de personas- y la poca superficie, no fue sencillo conseguir un lugar para poder entrenar y jugar. "Moviéndome y hablando con gente conseguí una empresa que me prestó un predio para trabajar, que lo fuimos agrandando con los mismos padres de los chicos. Un día nos visitó el cónsul de la embajada argentina y quedó sorprendido por lo lindo que estaba", recuerda.
¿Es difícil estar tantos años lejos de su lugar natal? "La distancia se siente. Mi mamá y mis ocho hermanos están en Buenos Aires. Uno extraña, y cuando voy no quiero volver, pero este país también es muy lindo y no me falta nada. A Argentina la quiero con el alma, tuve la oportunidad de tomar la nacionalidad japonesa, pero la rechacé", cuenta.
Haciendo una pausa y mirando hacia atrás, Vicente Brito recorre su propia historia y se sorprende. "Si fuera más consciente no sé si lo volvería a hacer", duda. Pero rescata algo que, para él, no tiene precio: "Esta experiencia me formó como educador". Y, entonces, cualquier posible cuestionamiento desaparece automáticamente.
