La crisis económica -o la profunda desaceleración, según bajo el prisma que se quiera ver- sigue erosionando todos los sectores productivos del país, aunque el capítulo deportivo merece un análisis especial tanto a medio como a largo plazo.
Y es que el pinchazo de la burbuja inmobiliaria -el sector es uno de los grandes mecenas del deporte español- ha dejado importantes secuelas en la mayor parte de sus disciplinas, creando un incómodo clima de incertidumbre para la próxima campaña, ya que la existencia de varios clubes está en serio peligro.
Entre todas esas cicatrices, la primera que se reveló ante los medios de comunicación fue la del JAV Olímpico, un club histórico del voleibol femenino. La alarma en el seno del club isleño tomó cobertura mediática nada más empezar el ejercicio liguero, tras confirmarse la marcha de su principal patrocinador, Mazotti, una constructora que entró en quiebra.
Sin los 180.000 euros que aportaba dicho espónsor, el máximo mandatario del club capitalino, Manuel Campos, convocó una multitudinaria rueda de prensa alertando de la posible desaparición de la entidad deportiva. Una indeleble huella que acabó cauterizando con la entrada de IBSA (200.000 euros), pero aquella noticia empezó a cobrar eco en todo el panorama deportivo.
La poblada Segunda División B de fútbol, nutrida especialmente para el aficionado canario por el concurso de siete equipos isleños (Villa de Santa Brígida, Universidad, Vecindario, Fuerteventura, Lanzarote, Pájara y Raqui San Isidro), empezó a zozobrar ante el endeudamiento general de la categoría de bronce. Hasta cuatro meses de retrasos llegaron a acumular algunas escuadras isleñas, especulando irremediablemente con un futuro que se presenta más que incierto.
Baloncesto. Pero el conjunto que más se ha visto implicado en el fuego colateral de esta incómoda coyuntura ha sido el ClubBaloncesto GranCanaria. Con un presupuesto de 6.3 millones -sufragados por una importante partida del Cabildo (aproximadamente un 40%) ha tenido que conjugar Liga y competición europea con uno de los cinco presupuestos más bajos de la ACB.
Con la marcha de Grupo Dunas y los problemas judiciales de Evemarina (uno de su principales patrocinadores), la entidad claretiana se ha visto inmersa en ambiguos debates colaterales por la inyección recibida desde el Consistorio.
«Ya lo comentó Óscar Hernández, consejero de Deportes del Cabildo: las empresas de aquí no creen en los patrocinios deportivos, es una cuestión de concienciación general, porque es una herramienta muy rentable que desgraciadamente no se tiene muy en cuenta», explicó Ramón Bielsa, director económico del club amarillo.
Con la marcha de Kalise a la conclusión de la presente campaña (aportaba a las arcas un montante de 800.000 euros), el GranCanaria deberá canalizar sus esfuerzos en captar una serie de patrocinadores que le permita cubrir una cantidad aproximada de 1.200.000 euros. De nada sirve echar la mirada atrás y contemplar los 7.5 millones de euros invertidos por la Consejería en los últimos cinco años.
Ni siquiera el balonmano (el Rocasa Remudas perderá, a la conclusión de la presente campaña, unos 24.000 euros en concepto de subvenciones) ni el fútbol sala (la empresa Preconte dejará de patrocinar al equipo teldense de División de Honor) se salvan de esta embarazosa atmósfera. De nuevo el deporte se resiente ante la dictadura del ladrillo.
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