Los historiadores antiguos nos refieren que en el año 1484 se constituyó el primer Ayuntamiento o Cabildo de Gran Canaria, que sería la única Corporación con jurisdicción en la Isla hasta el siglo XVIII. Abreu y Galindo nos dice que el primer Consejo, designado por Pedro de Vera, estuvo integrado por doce regidores y dos jurados. Además, el citado Gobernador designó un Escribano del Concejo, un oficial de Escribano de Causas, un Fiel ejecutor y un Pregonero.
El mismo historiador Abreu, que es el cronista más antiguo de los que se han ocupado de las vicisitudes de la Corporación Insular, refiere que fue en 1506 cuando la Reina Doña Juana concedió por Real Cédula la armería municipal o corporativa del Consejo de la Isla.
Estas armas, por tanto, timbraban a la única institución administrativa de Gran Canaria, y parece que por primera vez se usaron esculpidas en piedra en ocasión de edificarse las Casas Capitulares que habrían de albergar al Cabildo Isleño, cuyo emplazamiento estaba ubicado en la Plaza Mayor de Santa Ana y se levantaron en tiempos del Gobernador Licenciado Agustín de Zurbarán, que gobernó por primera vez, según parece, en el año de 1535.
Las primitivas armas concedidas por la Corona de España a principios del siglo xvI sufrirían, a lo largo de esta centuria, al menos una modificación. Esta reforma se realizó en ocasión de los ataques piratas de la armada inglesa al mando de Francis Drake, el 6 de octubre de 1595, y la del almirante Piter Van der Doez, llevada a cabo, con todas sus fuerzas, entre los días 26 de junio al 8 de julio de 1599.
Al obtenerse en ambas incursiones una señalada victoria por parte de nuestras tropas, y como entonces era costumbre en las leyes corporativas heráldicas, al tercer cuartel del escudo de armas del Cabildo de la Isla, que era el relativo a Gran Canaria, se le añadieron nuevas piezas simbólicas, consistentes en una torre-fortaleza, terrazada en la roca, y una palma, para que en unión de la otra existente sirvieran de flanco al castillo. Al mismo tiempo se le dio otra interpretación a los lebreles, quienes como fieles guardianes de la citada fortaleza y "como prueba de lealtad y vigilancia", se situaron al pie y detrás de Las Palmas, ostentándolos levantados, desnudos, pasantes y contornados. Por último, a la bordura que cierra a los tres cuarteles se le añadieron dos pares de espadas, en conmemoración de las dos victorias señaladas, y se adoptó la gloriosa divisa
"Segura tiene la Palma". Del mismo modo, al título de Real que ostenta la ciudad se le agregaron los de Muy Noble y Leal.
Con la nueva armería de la Corporación Insular varias edificaciones isleñas colocaron en sus fachadas escudos esculpidos en cantería, entre los que sobresalen, por su importante protagonismo en los sucesos descritos, el desaparecido Castillo de Santa Ana de Las Palma
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