Sí, sí, sí, Las Palmas va a sufrir!
Javier Muñoz apareció con la alcachofa en la cabina de prensa que este periódico comparte con medio mundo. Pensé que preguntaría por las obviedades en el previo a un partido. Pero El Gordo me endilgó el micrófono dejándome antes sin respiración: dio un pase largo a la memoria, diez años atrás, para desempolvar un artículo escrito en la extinta La Gaceta de Las Palmas, justo cuando la Unión Deportiva se sacudía en Elche el polvo de cuatro años en el pozo de Segunda B.
ALEXIS GONZÁLEZ. Las Palmas de Gran Canaria
Los equipos estaban a punto de saltar a un medio lleno/medio vacío Estadio de Gran Canaria. Según el color con que se mire. Aquel artículo de celebración del ascenso de 1996 -¡Estadio Insular! ¿Minuto de juego y resultado?- trajo a la cabina, ya con Muñoz lejos de ella, recuerdos y reflexiones que bien valen un apunte a pie de página para este proyecto que acaba de empezar. Celebraba el regreso de la Unión Deportiva Las Palmas a la escena mediática española, a los carruseles de las tardes de domingo, con un pequeño homenaje a las emisoras nuestras que habían tragado de todo por aquellos campos de la España rural.
Qué jodío el Muñoz. Cuánto se sufrió en aquellos años y cuántos se conjuraron para no volver nunca más a caer. Y se cayó otra vez en un agujero de urgencias e indecencias tan grande como 70 millones de euros. Las Palmas debe ser el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra y, encima, no se da cuenta. Porque aquí está la udé: en el segundo intento, por fin dentro de una fase de ascenso a Segunda División, cuando hace más de diez años hasta tres veces se quedó por el camino. No es cuestión de traer mal fario cuando se gana 1-0 en un ida y vuelta, pero sí algo de prudencia y sosiego.
Punto Uno: a Las Palmas no hay quien la soporte. Pero es nuestra. Ha demostrado durante toda la temporada que hay equipos infinitamente mejor hechos que éste. Ha dado sólo coletazos y destellos de lo que pudiera ser y en las grandes citas, se juega el cuello peligrosamente: gol in extremis de penalti al Rayo o acabar pidiendo la hora ante el Sanse. Porque este mismo domingo volvió a corroborar que, ni jugando con un hombre más, es capaz de arrasar con un rival bien flojito, inexperto y que en otro de los grupos no se hubiese clasificado ni para la Copa del Rey. Las cosas como son. Que también son nuestras.
El equipo es el que hay. Capacidad para tocar pero con falta de sentido. Un tipo como Marcos Márquez arriba que las debe enganchar todas, al que se perdona por estar muchas veces más solo que la una, pero que esta vez, ante la Real chica, tenía a Alejandro, Curro, Darino y hasta un explosivo Nauzet Alemán cerca de donde hace daño. Pero Las Palmas juega siempre igual. Algún buen balón de Alberto para que Nauzet mida un centro y alguien la enganche, ¡pordios! Así se explica que no tenga puntería. Y si por la izquierda falta Juanma, Fredi, qué quieren que les diga, no es el que se nos vendió con su brillante llegada a la isla.
Punto Dos: la afición de Las Palmas es la que es. Nada más y nada menos. En Primera División hubo 18.000 abonados y ante la Real Sociedad B pagaron su entrada 17.095 espectadores. Extraña la decepción e inocencia del Consejo de Administración de Miguel Ángel Ramírez -con tirón de orejas público del vicepresidente Nicolás Ortega a quienes faltaron al estadio- porque no se repitiera el llenazo desbordante de más de 32.500, quizás fueron 33, 34 o 35.000 los que hace dos semanas copaban pasillos y escaleras. Pero con entrada gratuita, hermano, que así sí que se apunta cualquiera a un bombardeo.
Debiera esta UD recordar que el mito del Insular lleno en la Segunda B es sólo eso: un mito. Sólo se abarrotaba Ciudad Jardín en las liguillas de fanfarria y tractor amarillo para encharcarla con el Alavés, el Salamanca o el Hércules. Porque ante el Linense, el Santa Ana o el San Roque, o aquel partido de medio tiempo con el Écija, sólo iban los de siempre. Como ahora hasta hace dos semanas. Es ley de fútbol y hay que empezar a entenderla para aplicarla con el rigor adecuado en beneficio propio. ¿Que faltaron otros 17.000 este domingo? La gran mayoría era piberío con la novelería del gratuito que no repite ni que le paguen. Los fieles, los de siempre, los que siguen al equipo por la tele -100.000- y a los que hay que animar con resultados, sí estaban ahí.
Punto Tres: el ascenso no puede ni debe escaparse este año. Ha tocado un grupo de cruces muy flojo, con permiso del Linares. Si se miran otros play-offs la cosa está que arde. Basta con haber visto al Cartagena ante el Vecindario, imaginarse ese Ponferradina-Universidad o nombrar a otros aspirantes como Pontevedra o Salamanca para ir corriendo a Teror y dar gracias a Pinito. Las Palmas ha tenido suerte y muy raro será que no marque su golito de casi todos los partidos en Anoeta. Como su mejor virtud está atrás, ni que el chaval ese De Cerio tenga su día le meten con facilidad tres a Pindado y su defensa.
El ascenso es una meta asequible porque detrás de la Real chica queda un Badalona también inexperto en estas lides, o ese Linares que ha cobrado ventaja pero que habría de jugar la vuelta en el Estadio de Gran Canaria. Lo importante es alcanzar esa meta y después repasar en qué se ha fallado tanto -no en lo económico, don Miguel Ángel, sino en lo deportivo y social, que no vende-. Porque da gusto ver cómo Raúl Borrero culmina en Vecindario una jugada de tres toques para marcar el segundo al Cartagena -e incredulidad, es cierto, ver cómo a Pacuco se le escapa un 2-0 en su casa- o al Universidad tan metido en su papel de gallito, aunque vuelva con un 3-2 y un par de largueros de la Ponferradina. Podrán caer ahora a la primera, pero parecen estar muy vivos.
Que sí, hombre, que sí. Que es el sino amarillo: que toca sufrir. Que este año, sí, sí, sí pero vamos a sufrir. Uno, la verdad, quiere sufrir y gozar el alivio, comerse las uñas y saltar como un resorte, aporrear el teclado y borrar mil veces lo escrito, porque delante suyo un equipo azul y amarillo vibra y entiende el fútbol como ha sido siempre, sorprendente: no esta eterna letanía que hace terminar la crónica enviada a Madrid en el minuto 53. Después, sólo quedaba abrir el correo, meter cambios y tarjetas y pulsar la tecla de envío con el pitido final. Fuerte cruz.
Punto Final: anda, Javier, mándame de una vez ese viejo artículo. Por los viejos tiempos de As Pontes de García Rodríguez...
El ascenso no puede ni debe escaparse este año: ha tocado un grupo flojo, con permiso del Linares
Extraña la decepción e inocencia del Consejo al dar por hecho otro lleno en la grada pero cobrando
Fuente: Canariasahora
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