A modo de ver y manera
LA QUIEBRA DE GRAN CANARIA
José A. Alemán
Es obligado hablar hoy de la UD Las Palmas, que al menos tiene ya una cosa clara: está en Segunda B con la posibilidad de ir a parar aún más abajo por vía administrativa. Se consumó, pues, lo que la mayoría temíamos y ciertos mandarines políticos deseaban para sus experimentos. Una vez más, la marcha del club amarillo refleja, misteriosamente, cómo le va a la sociedad grancanaria porque, al margen, de las coyunturas deportivas, en las que siempre alguien ha de perder, los extremos a que se ha llegado en la debacle amarilla trasciende con mucho el mero correteo tras un balón con mayor o peor fortuna para erigirse en otro indicio de la falta de energía de la sociedad grancanaria para hacerse valer.
Para Gran Canaria, el Estado de las autonomías ha sido un desastre al quedar en manos de dirigentes que no han sabido estar a la altura precisa. La isla se ha ido asfixiando gradualmente en todas las vertientes de su vida colectiva. La impotencia para poner a la UD donde le corresponde no es sino una exteriorización más de una crisis mucho más generalizada y profunda que sólo ha respetado, significativamente, los ámbitos donde se urden y se siguen haciendo negocios milmillonarios, que si en ocasiones son el premio a la buena gestión empresarial, en otras tienen que ver con la complacencia amical de la administración o de quienes están en ella.
Es cierto que a perro flaco todo son pulgas y que eso le ocurre hoy a Gran Canaria. Por eso cae un club como antes han caído otros factores de nuestra identidad sin formar tanto ruido. Podemos, claro está, señalar con el dedo a dirigentes políticos y empresariales, pero admitamos que su mediocridad y falta de visión no es la causa sino la consecuencia de nuestra crisis social de la que lo deportiva sólo es un parte. Ellos es están donde están porque nosotros hemos tolerado que hayan transformado para su beneficio la democracia en una partitocracia en una sociedad donde los partidos se han ganado a pulso la más baja estima ciudadana en cuantas encuestas he podido conocer, sin el edulcorante con que suelen repararse para hacerlas públicas. O para meterlas en el cajón. Ni los dirigentes nos representan ni la ciudadanía se siente realmente representada por ellos. La proliferación de toda clase de plataformas para lograr cualquier reivindicación sólo pone de manifiesto la desconfianza y la falta de identificación con las siglas de los partidos que, no obstante, siguen tomando decisiones que nos afectan. Sé que no es políticamente correcto, pero hay una quiebra política que se manifiesta allí para donde nos volvamos que sigue sin asumirse.
La quiebra es importante y la impotencia para mantener un club de fútbol representativo es uno de sus indicios. Que cada cual le dé la importancia que estime oportuna. Sin salir del terreno deportivo, me remito al editorial de CANARIASAHORA, donde se recuerdan otras impotencias que llevan camino de borrar el nombre de Gran Canaria también del baloncesto o del balonmano. Con la salvedad de que han caído no desde el fracaso, como la UD, sino a pesar de sus éxitos. No tienen nuestros jóvenes tantas perspectivas como para que la sociedad elimine las que pueda haber por el lado del deporte.
Es imposible no recordar aquí, en paralelo, que también ha desaparecido prácticamente el nombre de Gran Canaria de las promociones turísticas donde la isla, como destino, ha ido encogiendo hasta extremos alarmantes por la más elemental de las incapacidades: la de imaginar campañas sugerentes y la negativa empecinada a ponerlas en manos de profesionales competentes en lugar de los más amigos del partido o del mandarín de turno. Gran Canaria, a pesar de llevar el nombre del Achipiélago, no es ya asimilada de inmediato con la marca “Canarias”. Si viajan por esos mundos, fíjense y verán.
No veamos en las tribulaciones de la UD algo que nos dolerá más o menos, pero que se produce tan al margen que puede ser sustituida por otra entidad, como pretenden algunos mandarines. Que ni siquiera escarmientan en cabeza ajena con el fracaso estrepitoso de otros intentos por el estilo.
Verdades como puños
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