La Provincia
La estrella era Marc. El cantante neoyorquino de origen puertorriqueño
y de melosa voz es todo un espectáculo dentro y fuera del escenario
y anoche se entregó ante la gente, las
25.000 personas que tomaron
posesión de la zona de aparcamientos de Infecar. El concierto
de Anthony se celebró conforme al guión previsto por la organización,
salvó los 15 minutos de retraso de su actuación respecto al horario
anunciado. El recinto registró el
mayor lleno de su historia conocida con una multitud enfervorizada que comenzó a tomar posiciones
desde la apertura de puertas.
Sin incidentes, y reboso absoluto de público e invitados. Muchas
caras conocidas y expectación por comprobar las evoluciones en
directo del latino superventas. La marea humana crecía para
convertir el recinto en una olla a presión de jóvenes sudorosos,
histéricos y gritones. El equipo organizador, los agentes de
policías, miembros de bomberos, voluntarios de la Cruz Roja y
profesionales médicos resolvieron sin problema tamaña aglomeración.
Las estrecheces se producían dentro y fuera, porque todas las
vías de comunicación alrededor de Infecar quedaron colapsadas
por las guaguas y muchos coches de padres dejando a sus hijos
a pie del evento. Es más, un gentío sin entrada tomaba las calles
que circundan Infecar para seguir el concierto a través de las
pantallas de video: dos flanqueando el escenario y una tercera
a mitad de parking para que nadie perdiera detalle.
Marc Anthony apareció con fuerza y sin anestesia, como toro desbocado
justo al salir al ruedo, en la tarima del escenario de 300 metros
cuadrados. Se marcó el repertorio más salsero de su producción,
haciendo que el público bailara desbocado con sus tres primeros
temas en los que empleó casi media hora.
Escoltado por una banda de 18 músicos, la presencia de Marc Anthony
pareció redentora, ni la virgen de Fátima, con todos los respetos,
logra tal hazaña, pues hizo olvidar las incomodidades de una
larga espera al enérgico público y permitió que se concentraran
en el repertorio musical.
"Es impresionante", decía un agradecido
Anthony que
devolvía los abrazos al público a la vez que besaba
el suelo del escenario sin dejar de jalear a sus incondicionales
a golpe de "pío pío".
"No he norado tanto calor humano en un
concierto", dijo. En un principio, los miles de jóvenes lanzaron piropos al cantante
y se abalanzaron nerviosos hacia el escenario. Uno llegaba a
dudar si habría hueco para respirar. No cantaban. Los fans coreaban
el nombre de Marc Anthony y de su famosa esposa Jennifer López
ante la esperanza de que apareciera en el escenario.
La respuesta del músico no se hizo esperar. "¿Qué es que lo que
quieren de ella?", decía, a la vez que aventuraba alguna posible
sorpresa como cierre de su actuación. Jennifer López si estaba,
pero parapetada en el escenario sin perder detalle de lo que
hacía su pareja. La gente esperaba que la mediática pareja repitiera
en el concierto los saludos cariñosos que regalaron horas antes
a su llegada al hotel Santa Catalina.
Los ojos del flaco, como
cariñosamente se le conoce, se abrieron incrédulos al ver como
el público coreaba la letra de todos los temas. No era esto Madrid
o Barcelona. Aquí tuvo que dar más. Con el calor de una potente
banda y en el mejor ambiente posible, cayeron las canciones
Ahora quién, Nadie como ella, de Roberto Carlos, y Valió la
pena. Un huracán que encendió Infecar.