Abrazos, lágrimas y una copa de balón, por Jesús IZQUIERDO

Pendía de un hilo el peinado de Sergio Lobera. Tenía dos match ball el técnico aragonés que salvar. Tanto es así, que parte de la directiva ya se frotaba las manos en el descanso cuando el equipo bajaba las escaleras hacia el vestuario.

Ese mismo equipo se había conjurado con palabras el pasado martes, pero los hechos no llegaban. Cuando el juego no se traduce en goles, mirar al banquillo es la medida más recurrida, máxime cuando Juanito ya tenía tomada la decisión. Su pulgar apuntaba al suelo. Los leones —y Onésimo— se relamían pensando en la destitución, pero como en Roma, el pueblo calentó sus gargantas y perdonó la vida a su entrenador al grito de ¡Lobera, Lobera! Tras esta muestra de confianza señaló con su dedo índice al que, según la afición, es el mal endémico del club.

El pueblo se pronunció y los gladiadores tiraron de casta y buen fútbol para salvar la cabellera de su preparador. Lobera, emocionado, dio las gracias al empapado aficionado y a sus muchachos por responder a tiempo. Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Como pasara con Jémez, la plantilla está del lado del entrenador. El abrazo de los jugadores con Sergio recuerda al manteo a Paco en el Heliodoro.

Mientras Lobera casi llora de la emoción en la sala de prensa, Juanito salía con cara de pocos amigos del Estadio de Gran Canaria. La afición esta vez no miró al banquillo, sino a uno de los palcos VIP del recinto de Siete Palmas. Mientras algunos jugadores felicitaban al entrenador en el vestuario, donde se escapó alguna que otra lágrima, el currículum vitae de Onésimo volvía a guardarse en el cajón donde estará, por lo menos, hasta el próximo domingo.

Lobera toma aire, quizá más de lo que yo mismo pensaba que podría tomar. El público, el equipo y buena parte de la directiva está con él. Son hechos que no puede enmascarar ni la apodada prensa «carnívora» que sigue la actualidad del equipo.

P.D. Muchos, entre los que me incluyo, hemos tachado a Nauzet Alemán de conformista y de tener poca ambición. Ayer fue uno de los mejores sobre el césped y a uno de los que se le escapó alguna lágrima, tal vez motivado por la tensión acumulada o por la emoción del momento. Con demostraciones así, acepte mis disculpas señor Nauzet Alemán.

por Jesús Izquierdo
 @jesus_izdo
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