Ultra Naciente como cabeza de turco, por Miguel Hernández

OPINIÓN | El pasado 22 de junio la isla de Gran Canaria perdió una gran oportunidad. Cargar las tintas contra uno solo de los estamentos responsables de la seguridad del Estadio de Gran Canaria sería completamente injusto. Todo fue mejorable. Se produjo una concatenación de errores de los que nadie se libra: ni la Policía Nacional, ni la Local, ni la empresa de seguridad privada, ni siquiera ciertos sectores de la afición, directivos de la entidad, medios de comunicación o políticos. En mayor o menor medida, incluidos los jugadores, influyeron en que la fiesta se quedará en un mar de lágrimas. Es agua pasada pero no está de más recordar el lodazal colectivo creado aquel día en el que ahora la Policía Nacional pretende embarrar únicamente a la peña Ultra Naciente como cabeza de turco.

No escribiría estas líneas en defensa de Ultra Naciente si no estuviera completamente seguro que no son un grupo violento. Elementos incorregibles pululan en todos lados, personas que se aprovechan de la colectividad para poner solución a sus problemas personales, utilizando la violencia como vía escape de sus frustraciones. Generalizar con Ultra Naciente en este sentido sería igual de ridículo que afirmar que la totalidad de los aficionados de la Unión Deportiva Las Palmas saltaron a las pistas a invadir el terreno de juego ante el Córdoba. No es por dar carnés de mejores aficionados ni más fieles. De existir esa hipotética lista serían esos chicos que se rompen el alma por su equipo en la grada Naciente —muchos de ellos sin haber visto al club de sus amores en Primera División— los que estarían en lo más alto. Recorren kilómetros para animar a la Unión Deportiva, hacen peripecias para costearse los desplazamientos y el material de animación, piensan cada minuto en amarillo. Igual no son los más diplomáticos —tampoco es su papel ni su querencia, no lo ha sido nunca— pero tratarlos como grupo de alto riesgo es una barbaridad, solo explicable en la inquina de una persona por poner fin a la existencia de un grupo que lleva acumulando reconocimientos por la parroquia amarilla desde su fundación en 1985. Todo por tapar sus vergüenzas.

Durante muchos años Ultra Naciente ha sido perseguido, estigmatizado por la palabra «ultra» que acompaña a su denominación. Ultra viene del latín y significa «más allá de», en este caso, más allá que seguidores ‘domésticos’ de la Unión Deportiva. Viven su pasión de otra manera. Hacer una interpretación más allá de eso, tratando de asimilarlos a grupos de una posición política extremista, solo tiene una explicación: una persecución o una justificación, como sucedió el informe policial tras el 22J, para tratar de criminalizar a un grupo con el respeto y admiración de todo el Estadio. Ultra Naciente es un grupo apolítico cuya única ideología es la Unión Deportiva Las Palmas. No les mueve como colectivo un interés político: solo se mueven por los colores amarillo y azul. Eso se los puedo asegurar.

Lo sucedido ayer en el Estadio de Gran Canaria es una pequeña muestra a lo que ocurrirá durante todo el curso. Mientras Ultra Naciente esté calificado como ‘grupo de alto riesgo’ [lea toda la información aquí] no se le permitirán la entrada de material de animación ni podrá hacer uso de las instalaciones para vender su material o financiar sus desplazamientos. En el Club ya son conscientes de lo que significaría un Estadio de Gran Canaria sin los ultras. Son el foco de animación principal, vital para el equipo y la institución, que siempre ha luchado por la Unión Deportiva Las Palmas, sobre todo en los momentos de mayor debilidad. El apoyo de toda la afición se hizo notar: «Ultras sí, Dioniosio no». Hay alguien que debería rectificar. En la temporada con mayor masa social —14.000 abonados, una muestra que la afición amarilla se ha levantado rápida y con fuerzas— no puede ausentarse uno de sus actores principales. #TodosSomosUltraNaciente.

[box size=»large»]Miguel Hernandezpor Miguel Hernández | Director de udlaspalmas.net

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