En nuestra opinión, un desplazamiento, para que sea completo debe cumplir con unos requisitos/objetivos básicos. El primero es apoyar al equipo y que los jugadores lo noten. Que noten nuestro aliento, que sepan que estamos allí y que hemos ido por ellos. Después compartir nuestra afición e ilusión con otros desplazados o residentes. Conocer el lugar y conectar con los lugareños. Palpar cómo se vive en la zona y como «viven» su equipo, sus costumbres y, sobre todo, su gastronomía. Finalmente, si podemos traernos los tres puntos, el desplazamiento habrá sido perfecto.
En nuestro caso, todo empezó como deben empezar estas cosas. Es decir, despidiendo a los amigos que no podían acompañarnos en el «Bar La Grada» sobre las 24:00 del jueves día 7. El vuelo salía hacia Vigo, vía Madrid, a las 02,50 horas.
Fue un vuelo bastante rápido lo que no nos permitió recuperar horas de sueño en el avión. Aún así nos quedaban fuerzas para recorrer la Ciudad Olívica en la mañana del viernes. Antes había que ir creando ambiente en la habitación del hostal «El Ancla Dorada» que, como es habitual, suelen ser bastante frías.
La primera visita al Puerto ya nos daba mensajes optimistas desde el puente del crucero «Queen VICTORIA» que se encontraba atracado junto al «mamotreto» vigués (en mi opinión bastante más feo que el nuestro).
El paseo no abrió el apetito y nos acercamos al «Restaurante El Puerto» aconsejados por una estanquera de la zona. ¡Todo un acierto! Un pequeño restaurante frecuentado por los trabajadores del puerto con comida casera. Nosotros tomamos navajas, zamburiñas y pulpo de entrantes y un plato principal de un pescado llamado «Coruxo» que elegimos por ser de la zona.
Tras la sobremesa nos dispusimos a cumplir con nuestro objetivo principal: Demostrar al equipo que estamos con ellos y confiamos en la salvación que, a pesar de todo, todavía puede ser sin agobios. Y pusimos rumbo a «A Madroa», donde entrenaba el equipo esa tarde, a las afueras como en Santa Brígida si sales de Las Palmas de Gran Canaria. Al llegar, la primera decepción. Nos informaron que el equipo había tenido un problema con los equipajes y que entrenarían al día siguiente.
Sin embargo, la tarde y A Madroa nos depararía una de los ratos más divertidos y que mejor recordaremos el viaje. En lo que llegaba el VITRASA (la guagua) entramos en el «Bar Restaurante Casqueiro» que resultó ser un «templo celtiña«. Las paredes cubiertas de fotografías, camisetas y todo tipo de recuerdos del Celta de las grandes temporadas. El trato de la camarera, Carmen, y la conversación con los lugareños (entre los que se encontraba el exfutbolísta Gil) fue agradable, respetuosa y amistosa. En particular, nos pareció interesante su opinión acerca de cómo se tienen que llevar los equipos fuera del campo para que funcionen y como lo hacía el «Celta de Europa» y se lo echa en falta en «el de ahora». La idea de los asaderos (tan criticada por algunos) no les pareció ninguna locura. Nos llamó la atención el desencanto que tiene la afición, incluso la más arraigada, con su equipo. Algunos nos deseaban incluso la victoria y hablaban muy mal de sus jugadores. Aunque eso nos resultó más familiar. Ya en las calles de Vigo nos sorprendía que casi nadie le diera importancia al partido donde tanto el Celta, como nosotros, nos jugábamos tanto.
Al final echamos allí un buen rato y unas risas y dejamos nuestra bufanda cubriendo su televisor. Al día siguiente nos encontramos con uno de los tertulianos en el Estadio y nos confirmó que la bufanda seguía allí poco rato antes del inicio del partido.
A la vuelta de A Madroa, visitamos el hotel donde se alojaba la UDLP, que estaba cerca del nuestro, y pudimos cruzar algunas palabras de ánimo con los jugadores. Se les veía cansados, sin haberse podido cambiar de ropa, pero ilusionados con la victoria. (Perdón por lo oscuro de la foto)
Día dos en el diario de a bordo, el sábado empieza con el ritual de cargarnos con todos los atuendos amarillos que habíamos llevado con nosotros. En mi caso, con la camisa de entrenamiento azul donde resalta, orgulloso y amarillo, el nombre de Gran Canaria en el pecho. Bufanda, banderas, pulóver y las pancartas que habíamos traído desde Las Palmas de Gran Canaria. Vamos ¡qué nos hacíamos notar! ¡Hasta Julio Verne se unió a nosotros y se echo un Carta de Oro con nosotros! Se acercó un señor, marinero jubilado, que recordaba la Clínica San José (en los años 60) donde le operaron de hemorroides. No sé si su recuerdo de aquello era grato pero no lo creo.
Este día tocaba seguir las indicaciones que, desde el foro de udlaspalmas.net, nos había dejado el forero Amarelo. (Muchas gracias una vez más, Amarelo, por preocuparte porque todo fuera tan bien). Un paseo por el casco viejo. Calle Cestería. Visita al Cristo de La Victoria ¡Cualquier ayuda nos vendría bien! pasando la Plaza de Almeida (que esta vez no pudo acompañarnos) y directos a por la docena de ostras en la C/. Pescadería ¡Una docena por cabeza! Más tarde paseo por la ría para acercarnos a Cangas a comer en el «Restaurante Macillos». Nos trataron muy bien y la comida también fue muy buena y económica. Lo mejor en mi opinión, los chopitos.
Llegó el momento de la verdad. Al volver a Vigo nos acercamos al hotel a despedir al equipo donde coincidimos con otro grupo de jóvenes canarios que se lo montaban de maravilla. Habían estado almorzando en el «Rías Bajas 2» junto al hotel del equipo para despedirlos hacia el Estadio. En el interior, el amarillo resaltaba y el dueño vestía la camiseta azul y amarilla a rayas horizontales con laterales negros que, en su día, le regalara un comensal de Fontanales y aún conservaba.
Ahora, al Estadio de Balaídos en busca de la victoria tan necesaria y deseada. El Ron Carta de Oro fue pasaporte privilegiado en el «Bar Mundial 82», junto a otro llamado «Las Gradas» (como en casa). Allí nos encontramos con otro canario, Paco, veterinario que vivía en Padrón desde hace treinta años y su hijo, con cerrado acento gallego, pero que se presentaba como Rayco (¡¡Que distinto suenan los nombres aborígenes cuando se dicen con ese acento tan pronunciado!!). Desde allí recibimos a la «Peña Amarilla Guanarteme» con sus, aproximadamente, 40 desplazados. La botella de ron falleció poco antes del inicio del partido y tomó debida sepultura en la calle de la grada de Tribuna.
Ya en el campo, los aficionados estábamos divididos en dos zonas. En Tribuna estábamos nosotros junto a los foreros «Perreta2» y «Guziluh» con su grupo, el más animado y «mejor acompañado» de la grada. «Guayadeque» también estaba por allí pero no lo identificamos. Los aficionados con los que habíamos coincidido junto al hotel y algunos más completábamos este grupo. En frente, como en la Grada Sur, se situaba la «Peña Amarilla Guanarteme». Intentamos varias veces el Don Pepito pero sin éxito. También identificamos a otros dos valientes que se situaron tras los banquillos de los equipos. Valientes porque ellos, a pesar de ser sólo dos, animaban como el que más ya que, en honor a la verdad, la afición céltica se merece el título que alguna vez recibió como «la afición que mejor trata a los visitantes». Caso aparte la Peña Celtarra (hermanada con nuestros amigos de la Blanquiazul) de los que todo el mundo me hablaba mal pero yo tuve la suerte de no conocer. Nuestra fiesta contrastaba con el ambiente del campo muy apagado (con solo 6.380 asistentes) donde solo los más jóvenes animaban al equipo. Se veía raro aquel campo mundialista con tan poca gente y tan desanimada (incluso los Celtarras eran muy pocos).
Como anécdota decir que nada más entrar, al colocar las pancartas, me torcí el tobillo con una especie de acequia que había en el escalón más bajo. Me atendieron amablemente los de Protección Civil y, lo siento, no pude jugar el partido. Vidales no se esperaba este varapalo. ¡No importa, en la grada soy más efectivo! Todos mis desplazamientos con el equipo, salvo el de Soria la temporada pasada, se cuentan por triunfos o por el empate de Linares que, al final supo, a victoria también.
Del partido poco que contar, ya todos lo vieron. Cuando se pensaba que no pasaríamos del 0-0, llega el penalti (muy discutido por los aficionados del Celta aunque me han contado que por televisión si que se vió claro) y tres puntitos de oro. Supongo que es lo que toca ahora. Tanto al Celta como a la UDLP les pudo más el miedo a no fallar que el afán por practicar buen fútbol.
Para celebrarlo volvimos al «Bar Mundial 82» (¡Guapísimas las camareras brasileñas! Lo siento, no hay fotos) donde nos despedimos del veterinario y su hijo y conocimos a dos vigueses: Pablo, marinero redero, y Luis, que se dedicaba a la exportación de mariscos. Este último nos llevó al «Restaurante Ángel» donde celebramos la victoria con bruños (como centollos pero más sabrosos), almejas, navajas y un rape, servidos por Matías, que quitaban el hipo. ¿El precio? 30 Euros por persona incluidos el vino y el postre.
La noche prometía, Vigo tiene un ambientazo y unos locales muy buenos pero nosotros estábamos muertos y nos fuimos descansar. Levábamos en la calle desde las nueve de la mañana y era casi la una de la madrugada.
Al día siguiente, quinto puesto de Alonso que valía como si fuera un podium, nuevo paseo por la ciudad vieja y conquista de la Fortaleza/Mirador de O’Castro, en el punto más alto de la ciudad, mientras que en la Plaza de la Constitución se celebraba «Dos Maios». Una fiesta popular donde se exponían panes y postres tradicionales y talleres de cestería y collares de flores y se saludaba la llegada de Mayo, con el buen tiempo y las ropas más ligeras.
Solo quedaba la vuelta a casa, con la satisfacción de todos los objetivos cumplidos, incluidos los tres puntos. Ya en el aeropuerto, el partido Barça – Villarreal que demostraba una vez más cuanto de grande tiene el fútbol y que imprevisible es. Algún día no muy lejano esos de amarillo podríamos ser nosotros. Mientras solo nos queda tirar juntos, equipo y afición, hacia el mismo lado («Monumento al Trabajo») e ir conquistando pequeñas fortalezas («Fortaleza de O’Castro») en nuestro camino a la ansiada Primera División.
Por «Yo estuve allí», forero de udlaspalmas.net