
Tuvieron que encadenarse todos los infortunios en el momento de mayor euforia colectiva del partido. Acababa de empatar Javi Guerrero tras un centro inmejorable del guardián Castellano, insuflando de moral a una afición que tenía razones para cantar el “¡Este partido, lo vamos a ganar!”. Pero, de repente, David González sale corriendo hacia el banquillo en busca de asistencia con el balón en poder de los andaluces. Un balón largo atraviesa la medular, donde faltaba ‘el moco’.
El siguiente eslabón de la cadena llevó la firma de Ruymán. El aruquense, que era uno de los tres zagueros que quedaban tras la salida de Herner, se midió en una carrera perdida de antemano en la banda con Goitom. No llegó a alcanzarle, ni siquiera pudo hacerle falta. Con todo a su favor, el sueco menos nórdico del planeta puso un centro donde más le duele a la zaga: entre los centrales y el portero. El Estadio respiraba aliviado al ver que había tiempo suficiente para que David García despejara, o que incluso parase el balón anticipándose a Ulloa. Pero no hubo entendimiento con Barbosa y, como dicen los más veteranos del lugar, el uno por el otro y la casa sin barrer. Un regalo empaquetado, con lazo y con una tarjeta de destinatario con el nombre del pichichi que recibió con gusto para enmudecer a una ciudad entera.
La afición no daba crédito a cómo se había puesto en contra un partido que olía a remontada. Pero ni los jugadores se arredraron ni el capitán se borró. Poco tardó en llegar la reacción. El ‘5’ se sumó a rematar el enésimo saque de esquina de la UD, y sacó fuerzas del brazalete para impulsarse entre tanta torre y ejecutar una elevación majestuosa para devolver la alegría a la grada. Error enmendado, pero quedaba un detalle: el capitán recorrió todo el campo para saludar a Barbosa y sellar así una reconciliación con el destino. Quién sabe cómo hubiera finalizado la historia si David González espera un minuto para ser atendido. O si Ruymán hubiese aguantado en su posición para esperar a Goitom. O si David García cumple la primera ley del defensa y manda el balón al Anexo de un pelotazo. Seguramente, a cuatro puntos de una meta que el catalejo puede ir enfocando con mayor nitidez según avanzan las semanas.