Vaya por delante que soy un enamorado del discurso de Tonono Rodríguez, director de Captación y Formación de la Unión Deportiva Las Palmas. Un hombre con recorrido en el mundo del fútbol que no solo basa su sapiencia en lo relativo a las jóvenes promesas que participan sobre el césped, también sabe detectar los talentos en los banquillos. Sin ir más lejos, él fue el primero que recomendó a Sergio Lobera. Poco más que añadir.
Mantiene Tonono desde hace bastantes años —diría que la primera vez que le escuché ya repetía con insistencia este mensaje— que el futuro no era fichar a uno o varios jugadores que marcaran la diferencia: el futuro era construir una Ciudad Deportiva para formar a esas futuras estrellas que deslumbraran en el Estadio de Gran Canaria a la parroquia. Ha pasado prácticamente una década desde su llegada y sigue sin ver su sueño cumplido.
Este lunes, en un horario más propio de series infantiles que de fútbol de élite, la Unión Deportiva Las Palmas se ha impuesto con solvencia al Fútbol Club Barcelona en la Copa de Campeones juvenil, torneo que enfrenta a los mejores combinados de esta categoría a nivel nacional. El cuadro culé, prácticamente una selección de jugadores del mundo, no pudo con la cantera amarilla. Los de Mingo Oramas mostraron desparpajo, talento y unión. Corrieron como si fuera el último partido de sus vidas y se vio reflejado en el resultado final (2-0). El mejor club de cantera del mundo no pudo con los jugadores criados en una Isla de 1.500 kilometros cuadrados.
Todo esto logrado sin instalaciones dignas. Con una infraestructura que sigue a años luz de las entidades punteras del país. A pesar del panorama, el fútbol brota a borbotones en cada rincón, en cada barrio de Gran Canaria. Es la pasión que mueve a la Isla. Imaginar a la fábrica a pleno rendimiento con una Ciudad Deportiva como demanda a Tonono debe empezar a considerarse en un plano de realidad. Aquí hay mimbres. Ahí está nuestro futuro.
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por Miguel Hernández
@mhernandez
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