La frustración del momento no puede cegarnos y nublarnos la vista del horizonte. Los tropiezos de las últimas jornadas forman parte del juego, de la propia competición que agranda este deporte cuando un resultado, a priori inverosímil, se torna con un desenlace contrario al esperado. Por eso el fútbol es tan grande y despierta tantas pasiones. Por eso el Xerez hizo hincar las rodillas al Girona en Motilivi, o el Atlético de Madrid le gana una final de Copa del Rey al todopoderoso Real Madrid en el Bernabéu.
A falta de tres finales para concluir el campeonato liguero la UD Las Palmas juega con una ventaja privilegiada para disputar los playoff de ascenso. Y quien piense lo contrario que pregunte en Gijón, Córdoba, Alicante, Santander, Ponferrada… Todos venderían su alma al diablo por ocupar el lugar de Las Palmas.
Pero este optimismo no es gratuito ni me evita reconocer que existen carencias y se comenten demasiados errores. A Lobera se le presenta un panorama de mucho trabajo. Demasiadas cuestiones para analizar e incluso para dar un giro de timón en algunas decisiones técnicas constantemente repetidas que no terminan de fructificar en resultados. Eso forma parte de su trabajo y confío plenamente en su capacidad, conocimiento y sapiencia futbolística.
El playoff se presenta como una posibilidad que aporrea nuestra puerta. La llave del ascenso está apenas a tres jornadas vista. Menos de un mes. Una competición a cara y cruz en la que Las Palmas tendrá mucho que ganar y menos que perder. Unas eliminatorias en las que auguro lo mejor de esta plantilla. En las que los amarillos demostrarán que se desenvuelve mejor ante un Girona, Almería, Villarreal y Alcorcón, que ante los Guadalajara, Hércules o Recreativo de turno. Porque la Unión Deportiva Las Palmas es así. Porque la Unión Deportiva Las Palmas siempre ha sido así. Porque esta loca manera de hacernos llorar y vibrar con los resultados forma parte de nuestra herencia histórica, de nuestro ADN futbolístico.
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por Javier Rodríguez
@javierodr
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