Deuda de hambre, por Néstor CEBRIÁN

Ay Castilla y León, cómo le dijeron a un amigo que trabajaba de celador un ambulatorio, lo poco que te conozco y el coraje que te tengo. Futbolísticamente hablando, claro está. La meseta es lugar dónde el embutido se hace religión pero no es terreno propicio para los amarillos. ¿Dónde está Elche cuando se le necesita? Claro que los castellanos están en su derecho de querer ganar siempre. Y los ilicitanos de esperarnos en Primera. Enhorabuena talismán. Ay Mirandés, lo bien que me caías el año pasado cuando Anduva iba dejando heridos mortalmente a tantos primeras. Ay Pouso qué honestidad y trabajo emanas cuando sales por la tele. Será en Miranda, provincia de Burgos, comunidad castellanoleonesa el lugar donde se juegue uno de esos partidos que pueden marcar una temporada. Más evidente cuando quedan tres para concluir la liga. Qué me hubiera gustado que los de Miranda estuvieran ya salvados por la machada del año pasado, sin embargo el partido será a cara de perro. Como el fútbol debe jugarse. Con un hacha balanceando del techo.

A la salida del estadio el pasado fin de semana uno podía mirar a los ojos de la decepción. Habían conversaciones, pero todas eran silencio. Vacío. Uno se sentía como la primera estantería tras las puertas del MediaMarkt el día sin IVA. Porque si bien la UD iba dormir dentro de la promoción en cuerpo, lo podía hacer fuera en alma. La chispa amarilla para encender los partidos parecía apagada a falta de tres jornadas. Y los fósforos se habían mojado. Asustaba el cómo de las últimas semanas. Ante el Sporting, en Huesca, contra el Recreativo.

Pero ha pasado una eternidad desde el último encuentro. Pasó que la Ponferradina no mordió. Pasó el entrenamiento en Las Canteras. Pasó la charla de tres horas. Pasó Mourinho. Pasó Aznar. Que aunque los dos últimos no cuentan mucho para Las Palmas ayuda a cambiar de tema. En total, seis días. Y en este tiempo pude hablar por Whatsapp con el descubridor de la pólvora, la UD depende de sí misma para subir. Me dijo, tan solo debe ganar todos los partidos que le queden por jugar.

Cierto que ha aumentado la presión y es porque estos jugadores han dado muestras de hechuras durante 180 minutos ante el Betis, dejaron vivo al Rayo y supieron aguantar en Vallecas. Se sobrepusieron al Almería y han demostrado que los partidos acaban cuanto pita el árbitro. Y es que este equipo puede dar más que una victoria en los últimos cuatro partidos disputados en casa. Además el manantial de esta presión, no viene de la desaprobación general. Nace de la ambición que lleva congelada años en la cima del Roque Nublo. La primavera hacía tiempo que no pasaba por aquí. En este momento no vale enorgullecerse de la piel de ese oso que está herido en el suelo. Todavía no yace. Todavía no está desollado. Todavía no cuenta. Que la plantilla no se preocupe, las notas se darán al final. La afición será más que justa con el equipo. Como lo fue ante el Racing.

La mayor muestra de amor a este club que personalmente he vivido fue el día que el Logroñés reventaba el Insular ante Las Palmas de García Remón. El día que las matemáticas le dijeron a la UD que el ascenso directo no iba a poder ser. Muchos amarillos abandonaban cabizbajos el estadio con medio partido por jugar cuando la Peña Ultranaciente sacó su arsenal de banderas y gargantas deshilachadas y el cementerio se volvió fiesta. El viaje no acababa ahí, se alargaría dos paradas y había que llenar los bártulos. Nuestros jugadores y cuerpo técnico deben estar tranquilos, no habrá decepción si hay promoción. Pero ahora nos debemos al hambre.

[box size=»large»]nrobaina_200por Néstor Cebrián
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