Fue un domingo mágico. Se dieron los condicionantes para salir contentos del Estadio de Gran Canaria como hacía meses que no se hacía. La victoria ante el Club Deportivo Numancia y el ‘pinchazo’ de la Ponferradina ante el Racing —este año ha sido nuestro equipo fetiche— vuelven a situar a la Unión Deportiva en los puestos privilegiados. Solo queda un partido. La final. El partido más importante de la última década. El próximo sábado ante el Real Murcia no se puede fallar.
Me consta que en las entrañas del vestuario y en Pío XII la circunstancia de enfrentarse a un conjunto murciano descendido no genera relajación. Todo lo contrario. Esta temporada, por una nueva chapuza de la Liga de Fútbol Profesional ser 19ª clasificado al término del curso puede dar premio. La situación institucional del Guadalajara augura movimientos sísmicos en la zona baja. El Murcia está en el meollo. No regalará absolutamente nada.
El sábado estará en la Nueva Condomina la ilusión de todo un pueblo. La imagen debe ser distinta a las últimas salidas: se tiene que ver a un equipo con hambre de éxitos. Salir desde el primer minuto a por el partido a perforar la portería rival debe ser la hoja de ruta. Especular y esperar solo provocarán ansiedad, volver a estar pegados al transistor y poner en riesgo la salud del seguidor amarillo. Pero no nos engañemos, está en el carné: ser de la Unión Deportiva implica sufrimiento. Solo conocemos ese modus operandi y así lograremos sellar la promoción.
[box size=»large»]por Miguel Hernández
@mhernandez
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