OPINIÓN | Ha transcurrido un tiempo prudente para digerir con tranquilidad la enorme lista de bajas ofrecida por Miguel Ángel Ramírez la pasada semana. Más del 50% de la plantilla del pasado curso —un año que en valoración global fue más que satisfactorio—, no seguirán en el próximo proyecto. La limpia es importante, y entiendo que a muchos les cree controversia. ¿No sería mejor mantener el bloque? La respuesta es no. Porque parte del bloque no existía.
Sin contabilizar a los que acaban cesión y no volverán salvo sorpresa mayúscula —hablo de Murillo y Thievy— ni los que volarán aún teniendo contrato en vigor —Barbosa y Vitolo—, el resto de bajas contaban con un común denominador: Lobera no esperaba nada de ellos. Las bajas responden al sentido común. Para el técnico maño no daban el nivel, y por eso la mayoría no contó con minutos. Eran jugadores residuales para el cuerpo técnico. No hay más.
El primer paso para el ascenso ha sido dado con convicción. Se quedan los que cuentan, los que van a aportar. Vendrán nuevos jugadores que ofrecerán mayor competitividad, que cuenten con la aprobación de Lobera y los miembros de la Dirección Deportiva. Confeccionar una plantilla de dieciséis jugadores con cartel, capaces de cargar sobre sus hombros la enorme responsabilidad de lograr un ascenso, parece la línea a seguir. Compilado con jugadores del filial hambrientos en triunfar —y que mejoran notablemente a muchas de las bajas— podría ser la clave del éxito.
P.D. Mención aparte se merecen Javi Guerrero y Pignol. Jugadores que han dado todo por la camiseta de la Unión Deportiva Las Palmas y que se retiran del fútbol en activo. Me costaría creer que no se realizara un reconocimiento público a su constante entrega. Son pequeños detalles a cuidar. Honor para ellos.
[box size=»large»]
por Miguel Hernández
@mhernandez
Más artículos de Miguel Hernández
[/box]
