La otra mitad



OPINIÓN | Durante un tiempo me pregunté, por qué el nombre oficial de Uruguay era República Oriental del Uruguay. Y claro, si había una república oriental, ¿dónde se encontraba la occidental? Cuando me venía esa duda o no tenía acceso a Internet o estaba viendo un vídeo de caídas en YouTube que me llevaba a otro leñazos de mascotas de la NBA, que me llevaba a Jordan y acababa en viendo un recopilatorio de Antonio Ozores diciendo ‘no hija no’. Hasta que un día, una catedrática de la joda tuvo a bien explicarme que Uruguay tiene la forma de la mitad de un corazón, y la otra mitad se la robaron los argentinos. Así que el nombre alude a la falta de su medio corazón. Muy bonita historia mitológica, aunque todo mentira.

No obstante, en estos días de homenaje ha vuelto a mi mente ese falso origen de la República Oriental. Y ha regresado del cajón de los recuerdos porque los argentinos no robaron medio Uruguay, sino que lo que realmente se llevaron fue la mitad del corazón de la Unión Deportiva Las Palmas, y ha sido en esta semana cuando las dos partes se han reencontrado. Gracias a ellos se ha vuelto a hablar de un equipo que aún está en la memoria de aquellos que fueron testigos y que, mágicamente, se trasladó a aquella de los que no lo fuimos. Preciosa excusa para revivir los paraísos perdidos. Porque en esos lugares reside la razón de lo que somos, de ahí emana el hambre de regresar a nuestro hogar, la Primera División. Y es que al final, en este club siempre se mirará de reojo tanto a los tiempos de Molowny como al de los argentinos. Donde estuvo presente como hilo conductor la mejor generación de canarios que ha salido de nuestras playas, calles, plazas, campos de tierra y, según me han contado, hasta hoyos. Porque son esos equipos los mapas que nos sirven para volver a casa de una vez.

Esta semana de homenajes a Germán Devora, representante de la parte de acá del corazón, y la venida de los de la parte de allá, Brindisi, Carnevali, Morete, Wolff y Fernández, tenía su clímax con la imposición de la insignia de oro y brillantes a esos héroes de la Argentina en el descanso de un partido de Copa ante el séptimo clasificación de Primera, el Celta. Porque además de todos los actos, hubo fútbol, ¿cómo iba a faltar? Y la sensación es que los vigueses se escaparon vivos por una gatera que se le abrió al final. De hecho los celestes no demostraron más que los amarillos. Eso sí, debido al enorme trabajo desarrollado por la UD, no por la gracia de dios. Así que, con cierta rasquera por el 2-0 que pudo ser y el 2-1 que fue, se fue uno a casa satisfecho, por el fútbol, por nuestra historia y por la altura de miras de un club y afición que homenajea a quienes tanto lo merecían y que espera que no tengan que pasar otros treinta años para volver a ver a esa generación junta, aunque Gardel opine lo contrario. Gracias.


Néstor Cebrián