CONTRACRÓNICA | Si la Unión Deportiva Las Palmas está en el bombo del próximo viernes para sortear los cuartos de final es, en gran parte, por culpa de Wakaso Mubarak. El jugador africano pone la nota discordante en la melodía compuesta por Quique Setién para que su orquesta funcione a la perfección. Anotó en el partido de ida y en la vuelta se inventó un gol y asistió en otro. Su incidencia en la eliminatoria, absolutamente determinante.
Es extravagante en todo lo que hace sobre el terreno de juego, quizá porque su propia personalidad es también así. La vitalidad y entrega que transmite contagia a la grada y le convierte en un futbolista al que le sobre carisma para repartir al resto. El Gran Canaria le ovacionó en varias ocasiones en el encuentro de vuelta de los octavos ante el Eibar y no es para menos, fue el mejor del partido.
Olvidado por el entrenador en los primeros meses en los que se sentó como nuevo inquilino del banquillo canario, Wakaso limitaba sus buenas actuaciones a sus desplazamientos con la selección de Ghana. Participaba tan poco con el club que incluso se especuló con su salida del equipo y el propio Quique Setién comentaba en sus apariciones públicas que el ghanés aún no entendía el estilo de juego que él proponía, que no tenía la pausa necesaria. Curiosamente ese nervio que se sale de lo común es lo que le ha convertido en el más destacado de la eliminatoria ante el Eibar en la Copa. El técnico le dio la oportunidad jugando en banda izquierda y Wakaso ha respondido en ambos partidos.
Ya en Ipurúa fue uno de los mejores sobre el verde con sus continuas jugadas por el perfil siniestro poniendo centros por doquier al joven Jeremy y redondeó su partido con un gol de bandera desde la frontal del área. Sin embargo, ha sido en el Estadio de Gran Canaria donde se ha coronado definitivamente como una pieza que será importante en el bloque de ahora en adelante. Generó peligro por su sector, recuperó balones en defensa, atosigó a los rivales con su presión incansable y participó en dos de los tres goles.
Wakaso es el libre albedrío en el orden, es la percusión entre los violinistas de Quique Setién. Si Valerón, Momo y Vicente juegan en corto, él es más de correr pidiendo envíos largos aunque no resta en combinaciones con menos espacios. Pone la diferencia en el marcado estilo de posesión que propone el técnico y, pese a todo, su juego encaja a la perfección porque sorprende a propios y a extraños.
Sólo él era capaz de presionar como lo hizo a Xabi Irureta para obligarle a fallar, sólo él corre hacia la banda como si le fuera la vida en ello para sacar rápido y sólo a él se le ocurre regalarle la portería vacía a Willian José. El desenlace ya es de sobra conocido. Ahí se ganó los primeros cánticos pero habría más. Los hubo porque se los ganó con cada carrera, con cada disparo desde la frontal y con cada desmarque. En la segunda mitad puso la asistencia a Momo para que el de Las Torres anotase el empate del partido y una vez lograda la hazaña tras el revés sufrido, no se rindió y siguió corriendo y peleando, algo que los aficionados siempre agradecen y reconocen con aplausos.
Probablemente no sea el más técnico ni el más pausado, puede que a veces se exceda con sus entradas a destiempo y que acumule más tarjetas que ningún otro jugador. Pese a todo ello, Wakaso se ha ganado un nuevo rol en la Unión Deportiva Las Palmas. Ya es el ojo derecho de la grada y poco a poco empieza a ser más importante para Quique Setién, el entrenador que reconoció haberse equivocado con él.