Jonathan Viera encontró esta temporada un nivel futbolístico que ha terminado de consagrarle como un artista del balón gracias a que, en el fondo, sigue siendo aquel chiquillo de barrio que disfrutaba con una pelota en los pies.
Dentro de toda esa vorágine de negatividad y oscuridad que ha sido el final de temporada de la UD Las Palmas ha habido un toque de luz con ciertos aires de movimiento artístico en la figura de Jonathan Viera Ramos. El de La Feria ha sido capaz de dar un paso más en su desarrollo como futbolista hasta el punto de convertirse en genio y figura, siendo capaz de sacarle el mayor partido posible a un talento que le convierten en uno de esos autores que escriben sus versos con el balón.
La importancia del ‘21′ dentro del ecosistema que ha sido la UD durante este curso ha ido más allá de los números. Sus 7 goles y 7 asistencias no reflejan del todo el peso específico que ha tenido el futbolista en el juego amarillo. El plus que ha elevado su nivel se encuentra en una superioridad intelectual bastante arraigada en lo futbolístico y en una capacidad de ver las cosas que pasan sobre el verde antes que nadie. Esa ventaja mental le ayuda a dibujar pases y a inventar regates con los que intenta superar líneas o crear espacios para sus compañeros.
El fútbol que Jonathan lleva dentro lo traslada al césped con suma facilidad, haciendo de cada movimiento una poesía que mezcla clase, locura y picardía. Todos esos ingredientes describen de forma perfecta la manera de ver la vida que tiene el futbolista, y no existe otro camino a la hora de expresarse sobre el rectángulo de juego. Con un 66% de acierto en sus regates y una media de 52.3 pases realizados durante los partidos muestran el dominio de la situación que ha mostrado durante esta campaña.
Por todo eso, Viera ejerció con mano de hierro un dominio sobre lo imprevisible que ayudó a Las Palmas a encontrar el fútbol con el que se identifica. El canterano fue desarrollando su magia y comandó los ataques amarillos con una lucidez que abrillantó esa manera de jugar de los amarillos que durante la primera vuelta enamoró, aunque durante el bajón que se produjo a partir de enero el equipo no le acompañó del todo.
Sin embargo, el mayor acto de valentía de esta UD y del propio Jonhy llegó durante un día de marzo. Aquella noche el Bernabéu pudo observar con detenimiento como un diablillo vestido de amarillo se mostró de una forma desvergonzada y con un altísimo grado de fantasía. El mediapunta convirtió el templo blanco en aquel parque en el que jugaba cuando era pequeño con una facilidad inquietante, demostrando su capacidad para imaginar y manifestar el fútbol que está dentro de su cabeza.
El dominio del tempo, de los espacios y de la pelota que mostró durante los 75 minutos que disputó ante todo un Real Madrid fueron un grito desenfrenado con el que buscaba la aprobación que necesitaba, los elogios que merecía. En la cita con los merengues, Johny se fue hasta los 77 pases realizados, anotó un gol de penalti y le regaló un pase sensacional en largo a Boateng para que el ghanés pusiera el que sería el 1-3.
Toda esa capacidad encuentra su razón de ser en la palabra diversión, algo que siempre le ha acompañado a lo largo de su vida. En el fondo, el Jonathan Viera futbolista profesional nunca ha dejado de ser el mismo chaval de La Feria que disfrutaba jugando en su barrio, cuando se deleitaba escribiendo poesía callejera con una pelota en los pies. Ahora es el centro sobre el que gravita el proyecto de la Unión Deportiva. Balón y mando para el ’21’.
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