El Día de la Marmota

Foto: LaLiga


Los amarillos no consiguieron revertir la situación actual que viven los amarillos y acabaron repitiendo errores que ya cometieron el pasado lunes ante el Celta. Esos pecados vuelven a dejar tocada a una UD que, durante la primera parte, tuvo algunos brotes verdes más que interesantes. 

Las Palmas entra en bucle. Es un disco rallado. Los amarillos están atascado, atrapados en el tiempo. Como si repitieran una y otra vez el mismo día, la UD no termina de salir del agujero en el que se han metido durante las últimas cinco jornadas. La medicina de Ayestarán no está sanando y eso empieza a convertir, por desgracia, la derrota en una peligrosa rutina que mantiene a los grancanarios en la UVI de la clasificación.

A pesar de ello, todo parecía indicar que el guion de partido sería diferente. Las Palmas empezó siendo dominada, pero fue encontrándose bajo el influjo de un Viera completamente desatado y un Rèmy muy participativo. Los amarillos tuvieron sus ocasiones y pusieron en aprietos a un Villarreal que dejó de encontrarse cómodo con el paso de los minutos, una cuestión con la que se podía pensar en brotes verdes.


Pero el inicio de la segunda parte destaparon las carencias de los insulares. La UD recibió un gol muy tempranero y, desde ahí, empezó el declive. Los de Ayestarán bajaron los brazos, empezaron a tener problemas en la transición defensiva y el segundo tanto de los de Calleja fue otro jarro de agua fría difícil de gestionar. Las Palmas estaba tocada y eso se notó en el lenguaje corporal de sus jugadores: Miradas perdidas, al suelo, resoplidos…

Hundidos en su propia tristeza, el cuadro isleño sentía en sus carnes una sensación parecida a la del Celta; pólvora mojada, demasiadas concesiones a la hora de recibir gol, un centro del campo donde el invento de Lemos como mediocentro volvió a salir mal, apatía generalizada… Lo vivido en la Cerámica fue como regresar al pasado lunes con la angustia de no poder salir de una especie de jaula temporal.

Las urgencias siguen apretando. El equipo no carbura, no levanta la cabeza y van pasando las jornadas y el calendario se va a endurecer en las próximas semanas. El peligro de quedarse demasiado rezagado en la clasificación puede convertir el escenario en el que vive la UD en un infierno donde lo que quema son los cantos de sirena de la Segunda División. La hemorragia no cesa y, aunque queda tiempo, las sensaciones son malas.

A Las Palmas lo que le queda es intentar paliar todos sus defectos lo antes posible. Hace un falta un volantazo, un giro de timón que haga de los amarillos un equipo con más mordiente y con más capacidad competitiva. En definitiva, con más sangre y con más empaque para sobrevivir a las adversidades.

Como ya le ocurriese a Bill Murray en Punxstawnwey y en su famoso festival del Día de la Marmota, la UD sigue atrapada en el tiempo.

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