El técnico asturiano llegó a un equipo hundido y que ya había encadenado tres entrenadores para darle la vuelta a una situación muy complicada. A falta de cinco jornadas están virtualmente salvados y miran al futuro con optimismo.
Llegó con el Alavés ahogado y ya lo tiene en la orilla. Aterrizó en un club que no levantaba cabeza y ahora mira hacia delante con el optimismo. Abelardo Fernández Antuña se ha convertido en el héroe del alavesismo después de conseguir revivir a un equipo hundido en la tabla clasificatoria, dotando a su plantilla de un ADN que es reconocible jueguen contra el equipo que juegue y vaya al campo que vaya.
El preparador asturiano llegó cuando el cuadro vitoriano era colista y tras haber encadenado a tres técnicos en apenas 13 jornadas. El Alavés estaba en el pozo, pero en le sobró tiempo para cambiar la dinámica, consiguiendo que los jugadores dieran un paso al frente para salir del descenso. Poco a poco, los vascos fueron capaces de resetearse y se asentaron en un lugar más cómodo de la tabla aunque sin poder despistarse.
La competitividad de la plantilla subió enteros, siendo una victoria in extremis en Montilivi con remontada incluida el clic que necesitaban para salir adelante. A partir de ahí, cogieron una racha de victorias importantes con la que lograron un colchón importante. La cara del equipo ya no era la misma y ahora, cuando le toca visitar a la UD Las Palmas, está a un solo punto de certificar su permanencia matemática en Primera.
Con un giro de timón a tiempo, el Alavés ha conseguido sobrevivir. Una buena toma de decisiones y una apuesta clara sin ningún tipo concesiones ayudan a competir en Primera, una cuestión por la que los vitorianos se van a salvar. Abelardo llegó y beso el santo, pero cuando un equipo es capaz de cambiar de forma tan radical no puede catalogarse esta resurrección como un milagro, sino más bien como cuestión de trabajo.