T
ras unos meses, y unas tristes temporadas, hemos vuelto a hablar de fútbol. De circulación de balón, de combinaciones magistrales, de goles inverosímiles, de paradas poderosas, de estrategia, de carácter, de fútbol canario y juego bonito.
Hay motivo para la esperanza, pero hace falta paciencia, la plantilla es más joven, nuestro equipo es observado con lupa desde Barcelona a China, desde Mallorca a la selección, y eso impide tener el equipo perfecto toda la temporada. Pero hay mimbre y hay cantera . También entrenador. Por eso no es bueno cuando el foco se pone en una afición que no quiere ir a la grada, y llega cuando el gol ya lo metimos, cuando acusamos al Var, al árbitro y a la enfermería.
Ahora debemos ser un piña en esta segunda parte de la temporada, recordamos con amargura el fin de Setién cuando dijo que se iba, caímos en barrena, peor el año siguiente, cuando vinieron entrenadores a cosechar derrotas tras derrotas, como cuentas de rosario y de lamentos, con un equipo en el limbo. Que acabó en el pozo, y el año anterior sin identidad, una plantilla que aspiraba a subir en la jornada 15 y terminó mirando con miedo al infierno de la Segunda B. Nos acostumbramos a perder.
Ahora parece que el panorama es distinto: hay equipo, hay cantera y hay idea, ambición por la victoria y actitud en el campo en Canarias y en la Península se sale a ganar. Ojalá la segunda vuelta no se hable del Var, de Viera en China, del boicot de la grada, de la enfermería, de malos fichajes, de nueva directiva ni de fiestas nocturnas. Que hablemos de los pases milagrosos, de la magia en el campo, de cómo esas diminutas ferocidades de la cantera ya son estrellas feroces, se escriba de la personalidad, de competir por el puesto, de los laterales que corren, de las bandas que vuelan, de grandes porteros, del acierto en la meta y el espectáculo. Ojalá, si así sucede, todos tenemos una cita en el baile de fin de curso.