EDITORIAL | El sábado no es una fiesta… ¡Arriba d´ ellos!

Quien piense que vamos a ganar el partido desde el minuto 1, está muy equivocado». Las palabras de Jonathan Viera en la previa del encuentro ante el Real Oviedo no deberían pasar desapercibidas para nadie. Se enfrentan los dos equipos con mejor dinámica en los últimos diez partidos, dos equipos motivadísimos por conseguir sus objetivos después de años lejos de su entorno natural: la Primera División del fútbol español.

El ambiente festivo generado alrededor del partido es positivo por varios aspectos: en primer lugar significa que ha vuelto la ilusión y en segundo lugar confirma –para los más agoreros– que la Unión Deportiva Las Palmas es un sentimiento del pueblo, por encima de cualquier situación, categoría o directiva. Las expectativas se han rebasado de manera notable, y será la primera vez que haya un lleno en el Estadio de Gran Canaria con todos los aficionados pagando por su asiento.

Sin embargo, sería contraproducente pensar que ese ambiente festivo –necesario y natural– se va a dar durante los 95 minutos que dure el encuentro ante el Real Oviedo. Desde el pitido inicial los 32.400 aficionados amarillos que rebosen el recinto de Siete Palmas se tienen que arremangar ante un desafío complicadísimo. Hay que bajar al barro. Deben unirse al esfuerzo de los jugadores para superar a un Real Oviedo que viene por delante, que es un equipo que no suele perder fuera de casa –únicamente cinco derrotas– y que lleva diez partidos consecutivos imbatido.

Sólo vale la victoria. Y no va a ser posible sin el esfuerzo y el aliento incesante de cada uno de los aficionados que estén en las gradas. Al estadio no se va a celebrar durante el partido, se va a trabajar, a pitar cada acción del Real Oviedo y llevar en volandas a los amarillos. A convertir el Estadio de Gran Canaria en una auténtica olla a presión. Pase lo que pase y sea como sea el guión del partido.

Si toca celebrar al término del encuentro, todavía quedará mucha tela que cortar para llegar a la Primera División. Pero no va a ser posible sin una comunión perfecta: cuando ataque la UD atacará con 32.411 almas; y cuando defienda la UD lo hará con 32.411. No hay otra manera.

¡Arriba d´ ellos!











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