Apreciado Jonathan:
Te escribo por aquí con la esperanza de que me leas, gracias a la espectacular plataforma que supone este sitio web. Asumo que ya no conservas el mismo número de teléfono que tenías de pibe, cuando alcanzaste el primer equipo, en aquella mítica pretemporada con Paco Jémez, en la que llegaste para quedarte, por lo que no puedo contactar contigo por privado.
A decir verdad, tampoco estoy seguro de que me recuerdes. Hace ya muchos años que pasé a engrosar las filas de los fieles amarillos que te siguen desde la grada.
Tengo que confesarte que esta semana, con tu inesperado anuncio, algo dentro de mí se ha marchado para siempre. Eres el único miembro de la plantilla que queda de mis tiempos como jefe de prensa y ese vínculo ha empezado a languidecer para, dentro de poco, espero que más de lo que leo, perderse en mi memoria.
Aún recuerdo tu primera rueda de prensa con el primer equipo. Fue en La Palma, durante la pretemporada. Aún algo timorato, inexperto y falto de la verborrea natural que otorgan los años en el fútbol, ya entonces demostraste que tenías algo distinto dentro de ti. Estabas destinado a ser un líder, con ese desparpajo y ese carácter tan tuyo que, a primera vista, aparenta indiferencia, pero que está lleno de coherencia y sentido común.
Sin pretenderlo, me alegra ver cómo el tiempo me ha dado la razón. Has sido un líder. En lo bueno y lo menos bueno. Pero uno de los grandes. De los que marcan época. De esos que tienen un hueco reservado en los anales de la historia de este club y en la memoria de sus seguidores. Y los aficionados de corazón hemos tenido la inmensa fortuna de poder disfrutarte durante mucho tiempo.
Porque sí, hemos tenido la inmensa fortuna de verte durante mucho tiempo vistiendo con orgullo la casaca amarilla. Por encima incluso de nuestras posibilidades económicas de club humilde. A veces, siento que, como afición, no somos conscientes cuán afortunados hemos sido. Si no hubieras nacido en La Feria, el fútbol te habría reservado más boato, flashes y titulares allende los mares. Tu precio de mercado, sin duda, habría sido de algunas decenas de millones de euros, libras o dólares…. o la divisa que cualquier club de cierta enjundia hubiera decidido pagar por tu talento.
Pero decidiste volver y jugar en Segunda, en tu casa, y liderar este proyecto para devolvernos, una vez más, al lugar que históricamente nos pertenece. Y, aunque el fútbol no tiene apenas memoria, a mí no se me olvida tu voz rota y tu amago de lágrimas sobre el césped, micro en mano, el día que regresaste.
Por eso, creo honestamente que te has ganado el derecho a decidir dónde acabar tu carrera deportiva. Pero no puedo negarte que me has roto el corazón. Que me está costando escribir estas líneas más de lo que jamás hubiera pensado. Y que, a día de hoy, aún no estoy preparado para vivir una Unión Deportiva Las Palmas en la que tu no estés.
No te voy a engañar. A nivel personal y profesional, me gustaría que hubieras pospuesto esa idea de compartir con nosotros tu decisión. A mí, y creo que hablo por muchos aficionados como yo (he hablado con algunos y coinciden todos), sentí más tristeza al conocer tu noticia que la alegría por el triunfo -y qué triunfo- ante el Celta del pasado lunes. Es lo que puedo reprocharte.
Espero que todo lo que leo y escucho en los medios desde ese día, eso de tu marcha inminente, sea fruto de la natural rumorología, porque no estamos preparados para que te vayas en diciembre. Eres un líder. De esos insustituibles. No solo por tu calidad futbolística, sino por tu ascendente e influencia tanto en el vestuario como en la grada. Si te vas, dejarás al equipo huérfano y ‘tocado’ con tu salida. Espero que seas consciente de ello.
Y lo sabes tan bien como yo: será imposible reemplazarte a corto plazo. Seguramente tampoco al 100% en el medio plazo, pero al menos la entidad tendrá más tiempo y más opciones de buscar alguien que cubra parte del vacío de lo que dejas con una pretemporada completa por delante. No ahora, abruptamente. Sí, como tú mismo dijiste, “hay gente joven que viene empujando”, pero aún necesitan tiempo y dejarlos al frente de la nave me parece aún prematuro. Ellos, sin duda, te necesitan tanto como nosotros.
Me despido ya. Con la esperanza de que te lleguen estas líneas y que mis palabras hayan tocado ese punto que todos tenemos y que nos invita a la reflexión. Porque irte en el mercado invernal, en mi opinión, será un duro revés para todos. Sinceramente, me gustaría seguir despidiéndome de ti toda la temporada. Y, si soy un poco más egoísta, algunas temporadas más.
Termino recitando los versos que han servido de título para estas líneas, extraídos de un poema de Walter Whitman e inmortalizados en la película “El Club de los Poetas Muertos”: “¡Oh, Capitán! ¡Mi Capitán! Levántate y escucha las campanas / levántate —por ti la enseña ondea— por ti suena el clarín / por ti son las guirnaldas y festones —por ti se apiñan gentes en la orilla / por ti claman, la inquieta masa a ti se vuelve ansiosa”.
por Miguel Díaz
Periodista
Ex jefe de prensa de la UD Las Palmas (2006-2012)