OPINIÓN | Antonio Aguiar, director de IUSPORT, medio especializado en derecho del deporte, apunta a la jugada que ha puesto en evidencia el protocolo VAR: una acción donde el infractor termina siendo beneficiado. Además, apunta a la peligrosidad de que ciertas interpretaciones terminen por tergiversar al deporte.
Salvo entre los árbitros y exárbitros, no hemos encontrado a nadie que le parezca correcta la decisión de pitar libre indirecto a favor del Mallorca después de acudir al monitor para comprobar si efectivamente Muriqi le hizo o no una peineta a Jaime Mata. La sensación general es de desconcierto, arbitrariedad, aplicación de la tecnología para cuestiones impropias e interpretación errónea de las reglas de la IFAB y del protocolo VAR. La frase más extendida es «el VAR no vino para esto».
Lo que han conseguido la IFAB y los comités arbitrales de FIFA, UEFA y federaciones nacionales es convertir en detractores del VAR a muchos que lo defendían.
Yo no me encuentro entre ellos. El fallo no está en la tecnología, sino en los redactores de las reglas y en quienes fijan los criterios para su aplicación.
El caso vivido en Gran Canaria el pasado sábado es la gota que colma el vaso. Hasta ahora, la queja giraba en torno a la problemática de las manos en el área o los milímetros en el fuera de juego, pero lo del sábado ha sido algo tan esperpéntico que hasta Arrasate, técnico del equipo favorecido, se mostraba estupefacto.
Árbitros y exárbitros a los que considero personas conocedoras de su materia me dicen que lo decidido por Muñiz Ruiz en Las Palmas es correcto. Que una vez el colegiado acude al monitor, puede revisar todo lo que vea, no sólo aquello que motivó la interrupción del encuentro.
Esta interpretación, por lo que he averiguado, está extendida entre el colectivo arbitral, pero lo cierto es que no existe ningún apartado en el protocolo VAR que otorgue un cheque en blanco al árbitro en tal sentido.
No se dan cuenta del lío que han creado. La sensación de perplejidad es unánime entre jugadores, técnicos, directivos, periodistas y aficionados. Sólo los árbitros y exárbitros defienden este uso de la tecnología absolutamente desproporcionado.
Salvo el colectivo arbitral, nadie entiende que revisar una peineta para decidir si se amonesta a un jugador acabe en un tiro libre indirecto a dos metros de la portería y que dé la victoria al equipo infractor.
Se mezclan las decisiones arbitrales técnicas con las disciplinarias. Es normal que se amoneste a un jugador aunque sea tardíamente. Esto ya ocurre. En múltiples ocasiones, el árbitro, que dejó seguir la jugada para no beneficiar al infractor, luego le muestra tarjeta amarilla. Pero esta tarjeta no se traduce en falta, se queda de decisión disciplinaria.
Eso es lo que debió ocurrir el sábado. El árbitro debió amonestar y nada más. Recuérdese que Muriqi y Mata no se disputaron el balón, fue un rifirrafe al margen del juego.
Y si los comités arbitrales de FIFA, UEFA y nacionales siguen pensando que Pizarro Gómez y Muñiz Ruiz han actuado correctamente, están tardando en hablar con la IFAB para corregirlo. Y ya, de paso, que le den una vuelta al uso del VAR. Hay demasiado descontento y eso es mal augurio.
En estos momentos, los jugadores pícaros estarán pensando en cómo propiciar el enfado de un defensa rival para sacarle una peineta; ya saben que la expulsión en este caso puede ser muy rentable.
Antonio Aguiar
Director de IUSPORT
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