El granadino de nacimiento y grancanario de adopción está asumiendo el cargo de entrenador de toda una UD en Primera con un saber estar una sencillez que llaman la atención. A pesar de haberse tenido que comer un marrón no ha perdido la perspectiva y ha llevado al equipo desde la sensatez.
El fútbol moderno se alimenta de aspectos que poco tienen que ver con el deporte. Lo ostentoso y la polémica se anteponen en muchas ocasiones a lo que realmente importa, a lo que sucede sobre el césped y a lo que tiene que ver exclusivamente con el balón. Quizás por esa razón cuando aparece una persona como Paquito Ortiz se puede tener la sensación de estar ante alguien que, verdaderamente, es una personal normal.
Todo lo que rodea al fútbol ha convertido a la mayoría de los que viven de ello en seres que pertenecen a una realidad distinta. Esta cuestión se agrava si se ganan cantidades ingentes de dinero y, por cuestiones de fama, se tienen que recluir en mansiones alejadas de las ciudades por tranquilidad. Eso convierte a los jugadores y a los entrenadores en seres casi artificiales que parecen venir de otro planeta para darle patadas a un balón.
Pero Paquito Ortiz vive al margen de eso. No es una persona que necesite los focos para poder realizar su trabajo ni necesita los halagos de la prensa para vivir. Sin alzar la voz, con humildad y a través de la sencillez está sabiendo llevar a la UD Las Palmas en un momento donde las urgencias aprietan. La calma y el saber estar están siendo claves en su gestión del grupo, siendo sincero con los jugadores y transmitiéndoles confianza.
Sabiendo lo que es el fútbol y lo que puede pasar por la cabeza de los jugadores, Paquito ha conseguido llegar a la plantilla amarilla y se ha querido mantener en la sombra para darle todo el mérito a sus chicos después del buen partido del domingo pasado ante el Betis. Desde esa forma, ha conseguido normalizar un poco todo lo que está sucediendo alrededor del equipo y en muy poco tiempo ha encontrado el equilibrio.
Al grancanario de adopción se le presentó una oportunidad disfraza de marrón y ha encontrado el camino para canalizar todo lo nocivo, erradicándolo hasta el punto de vaciar las cabezas de sus jugadores el bloqueo mental que los maniataba. Es cierto que la reacción fue solo de un partido, pero el cambio fue tal que Las Palmas por momentos se llegó a parecer a aquello a lo que apuntaba en pretemporada.
Está claro que Paquito Ortiz no ha inventado la pólvora ni mucho menos, pero es una persona que llega al futbolista y cuyo mensaje cala. Habla de fútbol, lo siente y lo respira. Sin discursos vacíos de significado y sin parafernalias, Paquito se ha ganado el corazón de una afición que no ha reparado en reconocerle el mérito que conlleva el sobrellevar la situación actual con el banquillo de la UD Las Palmas.
Desde la sencillez más humana, Ortiz ya forma parte de la historia del banquillo amarillo. Dure lo que dure, es evidente que el fútbol actual, y en concreto Las Palmas, necesita gente más normal, gente como Paquito.