Cirque UD soleil

Foto: LaLiga


El mantenerse en Primera División se ha convertido, para la UD Las Palmas, en un triple salto mortal con tirabuzón y caída carpada para zambullirse en un vaso de chupito. Los amarillos necesitarán transformarse en un trapecista para poder llevar a cabo una remontada que sería de dimensiones históricas. 

«Cuando vine era un salto mortal para caer en un piscina de dos metros de profundidad, y ahora es un triple mortal con tirabuzón y caída carpada, para caer en un vaso de agua». Eso dijo Paco Jémez el pasado 22 de febrero cuando le preguntaron cómo iba a intentar solucionar la situación de la UD Las Palmas añadiéndole, además, que Viera acababa de irse. Casi un mes después el salto que tiene que pegar el conjunto amarillo se complica hasta el punto de que ahora tiene que meterse en un vaso de chupito.

Esa es la realidad. Las matemáticas son como la prueba del algodón pero en una versión un poco menos certera, aunque es evidente que reflejan de manera prácticamente exacta qué puede suceder a través de la probabilidad. En ese sentido, el escenario que viven los insulares es muy complicado y en Riazor se desperdició una bala más, una cuestión que convierte la supervivencia de la UD en Primera División la próxima temporada en un hito de dimensiones históricas y en un reto hercúleo a la altura de un milagro.


Mientras el Levante va para arriba, Las Palmas se mantiene en una posición de incertidumbre y donde las victorias no llegan. Las semanas pasan y el objetivo se ve un poco más lejos hasta el punto de que van a necesitar más ayudas de terceros que nunca. El paso atrás que han dado los grancanarios durante las dos últimas jornadas, incluyendo un error importante en el gol del Deportivo, hace que las 9 jornadas que quedan puedan convertirse o no en una travesía por el desierto sin final feliz.

Lo que está claro es que la UD va a tener que transformarse en un trapecista del Cirque du soleil para poder llegar a la zona prometida. Aun así, aunque la pelea tiene que mantenerse hasta el final y no se puede tirar la toalla, las sensaciones no son todo lo positivas posible como para que la fe inunde a una plantilla que ha vuelto a entrar en una dinámica de derrotismo. Todavía queda vida, pero cada vez queda menos.

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